miércoles, 25 de marzo de 2020

Jugando al absurdo materialista: Aproximaciones psicopatológicas y psicoterapéuticas de un "Trastorno por Delirio Mitológico". F. De Lucas.

(Este ensayo juega entre dos polos: lo absurdo materialista, y la concepción mística del mito. Léalo con cierta ironía y opine si está de acuerdo o no en patologizar el maravilloso viaje mitológico en la conciencia humana).


Autor: F. De Lucas.
Edición: Primera.




APROXIMACIONES PSICOPATOLÓGICAS Y PSICOTERAPÉUTICAS PARA UN "TRASTORNO POR DELIRIO MITOLÓGICO", PROPUESTA QUE ENGLOBA AL CONOCIDO "DELIRIO MÍSTICO" Y "DELIRIO MESIÁNICO" EN UNA ESTRUCTURA NUCLEAR.


RESUMEN

No existe oficialmente un trastorno por delirio mitológico, consideramos que engloba tanto al delirio místico como al delirio mesiánico, pero éste no ha sido clasificado como una nosología general, ni particular, ni dependiente, ni independiente. Este artículo es una propuesta fenomenológica para enriquecer el cuadro delirante, delirioso y deliroide de nuestro fenómeno de interés, aportando al campo de la psicopatología diagnóstica. La fundamental característica de este trastorno es un apego, vivencia y dependencia psicopatológica hacia una historia o historicidad mitológica, en donde el paciente estructura su vida interna y externa bajo los parámetros y reglas inherentes al mito, incluso formando parte de la historia o siendo su "personaje principal", alejándose de la realidad concreta y de la ética de normalidad socialmente aceptada. Consideramos el "Trastorno por Delirio Mitológico" o Trastorno por Delirio Mítico como un núcleo general que englobaría el conocido "delirio místico" y "delirio mesiánico", por considerarse más completo y abarcador. Una correcta terapéutica se basaría en un diagnóstico categorial y psicopatológico, utilizando el psicoanálisis y la fenomenología para interpretar la profundidad de las vivencias del paciente, recomendando en primera instancia un psicoanálisis fenomenológico con diálogo en la hermenéutica de tipo gadameriana. Lo anterior solo en una primera fase, ya que según el agravamiento recomendamos intervención psiquiátrica y psicofarmacológica. El amplio mundo del mito nos entrega las herramientas para comprender las fantasías en las mentes de los pacientes, y para deducir la poderosa influencia que el mito posee sobre el yo, ya sea desde el inconsciente personal como desde un "subconsciente colectivo".


DESARROLLO

El "Trastorno por delirio mitológico" posee una fenomenología general y particular, ya que los distintos delirios mitológicos se pueden clasificar dependiendo de cuántas mitologías o religiones existan. De tal forma desentrañamos en los vestigios más profundos de la personalidad, de distintas épocas, sociedades y puntos geográficos. Bajo una 'arqueología del pensamiento' y una 'arquitectura del sentido'.

¿En qué se diferencia, entonces, de un delirio místico o de un delirio mesiánico?

Que en el delirio mesiánico la persona se cree Mesías como tal, y su alusinosis gira en torno a esa dinámica o ese círculo, que constantemente se está alimentando de las situaciones externas para hacerlas valer dentro de la alusinosis tal. Pero digamos también que existe algo separado de lo místico, y necesariamente, que podría ser una ramificación más específica, arraigada en lo mitológico, porque la inducción que el mito tiene en la conciencia provoca un despegue imaginativo que podría detonar en ciertas personas una tendencia a abrir un cuadro psicótico, y eso radica en la constante imaginación que implican los pasajes de un mito, porque entendemos de un mito un relato, una narración, que también podría ser una aproximación en forma fábula, de tendencias gloriosas u esplendoras, según el contenido, aunque generalmente su contenido es fantástico y profundamente envolvente, al punto que ha guiado los comportamientos de generaciones tras generaciones, convirtiendo en leyendas los acontecimientos de la vida cotidiana.

Desde lo anterior, vemos que el mito abarca generalmente los adjetivos de alto calibre de percepción, y por ello lleva a un éxtasis particular en la conciencia, y como sabemos, la conciencia del aparato psíquico repercute bajo una pregunta sin respuesta en la fisiología, provocando una cierta segregación de neurotransmisores por ejemplo, a través de las hormonas, que también se lleva a sentir a nivel corporal un éxtasis o un placer de la conciencia.

El éxtasis de la conciencia, a través de la iluminación mítica, implica también un desapego de la normas culturales diremos reales, como de las normas sociopolíticas, ya que esas mantienen sumidas principalmente en neurosis a las comunidades y a las sociedades, por lo tanto, esto es una vía de escape completamente natural e incluso medicinal. El mito es terapéutico, siempre que dirija nuestros actos a un fin constructivo. Las carreras de la imaginación se ven complacidas por la acción del mito. ¿Tiene carácter de suprimir la neurosis de la vida en sociedad?, si bien podría reemplazar las conocidas neurosis, por psicosis, debemos analizar más allá de los conceptos y del lenguaje. Nos servimos de los símbolos, la lingüística y los sueños para la "arquitectura del sentido" y de una "arqueología del inconsciente" para descifrar la historia del paciente.

Si bien en un comienzo, el mito nació en la era primitiva, aun así podemos aventurar que había una organización social y siempre lo ha habido, se nace en una comunidad particular que tiene ciertas reglas, en donde se han formado ciertas costumbres, rituales, ceremoniales y las formas básicas para alimentarse, llevar un hogar, para llevar una familia. Si nos remontamos a teorías un poco más biologicistas, diríamos que después del mono, pasando ya al predominio del Homo Sapiens este haya adquirido la noción de las relaciones en sociedad como algo completamente natural, como parte del instinto animal, como algo que está en la naturaleza humana. A ello no podemos negar también la existencia de la necesidad de conectarse con uno mismo, pero así como en la necesidad humana también está relacionarse en sociedad, es algo permanente y fundamental. Por ello captamos que el mito nació como una forma independiente en sí, que si bien sirvió para poder tener un desligamiento de lo cotidiano, digamos que el mito nació como una forma de venerar a la naturaleza, pero de venerar los fenómenos incomprensibles de la naturaleza, como también los comprensibles y los concretos. Esto lo vemos reflejado en que si bien se atribuyó a un dios en particular el trabajo con la agricultura, así como la extracción en los campos vegetales, el trabajo con las piedras por ejemplo también estaba ligado a un dios, también eso está ligado con los distintos elementos, vemos la relación entre la metalurgia por ejemplo y Vulcano, yendo a los dioses romanos.

Y así sucedió también a nivel latinoamericano, aunque se haya querido ocultar o aunque la ignorancia o la falta de interés por penetrar en aquellos misterios de nuestras tierras, nos han llevado a que nuestras mitologías no sean aún muy conocidas internacionalmente, como incluso nacionalmente. Los currículos de la educación si contemplan los mitos, o al menos así lo hacían en los años 90', revistas muy interesantes y bonitas como Icarito por ejemplo, reflejaba la mitología chilena.
Pero poco a poco el chileno se va desprendiendo de su identidad por haber nacido en un territorio como tal, e induce a que se aleje del mito, porque comprendemos que el mito es el alma de un pueblo, es la parte popular de la individualidad de un pueblo, y allí hay una disyuntiva compleja: porque para comprender un trastorno mitológico o un trastorno por delirio mitológico vemos que podemos tener un gran campo de estudio, ya que es comparable con la mitología de cualquier parte geográfica de cualquier momento de la historia de la humanidad. Hay material suficiente para poder realizar combinaciones de toda clase, comparando sus resultados con la filología, los fenómenos artísticos e históricos, llegando a un saber del ser, y de las construcciones de sentido. El trabajo de la mano de la historia universal es íntimo, pero no por ello dejamos de aceptar otras corrientes alternativas de conocimiento, que también son el reservorio de las tradiciones.

Cuáles serían las características de este delirio mitológico:
Implica una abstracción desde la cual se puede perder, lo que denominamos control personal, en cualquier persona por muy sana que esté, puede llegar a dejarse llevar por el mito a un punto quizás excesivo, pero es cierto que hay personas más racionales, más materialistas, que jamás van a creerlo. Va por un tema de la susceptibilidad de la crianza, de la educación, de los intereses personales, pero efectivamente cualquier persona podría vivir la experiencia de un viaje mitológico, y volverse psicopatológico cuando este es en exceso, o cuando se deja de apreciar la realidad como tal.

¿Se puede interpretar la realidad a partir de un mito? sí, le puede dar un cierto carácter, una cierta personalidad. Pero los fenómenos del mundo externo, los objetos con los cuales nos relacionamos en nuestras distintas actividades, deben ser contemplados de una visión realista, si bien el mito ayuda a que podamos vivir con una intensidad particular a partir de un ideal, aún así hay que separar las cosas, sobre todo para un profesional especializado en el área de la salud.  Ya sea desde la psiquiatría como desde la psicología - lo cual también puede tener un alcance psicoanalítico - como una práctica que podría abordarse más adelante; ahora lo estamos abordando desde la psicología, como también desde la fenomenología descriptiva. Esto se justifica en que intentamos describir el fenómeno como es, para ilustrar mejor: si nos basáramos en una metodología jaspersiana, dentro de la psiquiatría, llevamos la práctica filosófica, particularmente la fenomenológica, que está dentro de las ciencias filosóficas, a la práctica psicológica. A su vez, tendríamos que describir categorial y descriptivamente el fenómeno, haciendo reminiscencia a Capponi.
Creemos que en la comprensión radica la terapéutica, la comprensión que el paciente ejerce hacia una explicación del sí mismo - desde el terapeuta - y desde mí mismo, por el paciente. Esta construcción es la base de nuestra epistemología.

¿Cómo describiríamos categorialmente el trastorno mitológico?
Como una persona que está completamente abstraída hacia sí mismo, en un nivel en que su verdad es única, y en que eso le impide poder llevar una vida como corresponde, una vida laboral, familiar y social. Suele tener una brecha de separación con respecto al entorno, lo cual genera que se desconecte de las necesidades de su medio, pese a mostrar un comportamiento más conectado con las actividades de su día a día. O sea, las personas que están bajo un delirio de esta característica, presentan una tendencia a conectarse mucho más con sus actividades, ya que sienten una cierta fuerza interior que los lleva a la fe en poder hacer cualquier cosa, o en poder emprender actividades de alto riesgo sin medir las consecuencias, por ejemplo. El que no puedan medir las consecuencias de un acto, eso varía según la caracterología psicopatológica del cuadro, ya que podría tener bien una tendencia megalomaniaca, o una tendencia relacionada a la culpa, para ilustrar mejor, dependiendo de cual es la imagen arquetípica, mitológica en la cual ha concentrado sus esfuerzos, pero también decimos que estas personas tienen tendencia, también, a hacer llegar su verdad, ya que son conocedores de una verdad íntima, pero igualmente universal que los conecta con un todo, pero desde una visión de querer modificar también el medio, de acuerdo a la «verdad».

En un comienzo, usamos como escala de medición de la concepción fenomenológica de un posible cuadro, la regla de un diagnóstico compuesto por una pregunta referente a Cronos, Aión y Kairos.
Cronos para medir su percepción del tiempo.
Aión para medir su percepción del espacio.
Kairos para medir su percepción del presente.
Según estos estadios podemos comenzar a indagar en la existencia o no de un trastorno. Identificando la diferencia entre una ilusión y una verdadera experiencia mística.

Es por eso que pueden tender a la manipulación de los hechos, pueden tender a insomnios y parasomnias ocasionales, desde el espectro fisiológico refiriéndonos; igualmente a la enfermedad de Willis-Ekbom, dentro de los trastornos neurológicos; a las parasomnias antecesoras del sueño, a la ansiedad pre-sueño. También poseen tendencia a tener sueños significativos y a tomar decisiones a partir de los sueños. Lo mismo ocurre con las intuiciones y las visualizaciones, como tomar decisiones a partir de hechos que no son concretos o empíricos en nuestra vida cotidiana. Por lo tanto eso les ocasiona problemas, ya que si bien emprenden sus actividades con mucho entusiasmo, probablemente las cosas después no resulten como ellos querían, por ende, pueden generar falsas ilusiones. Pero es de indudable belleza el hecho que podamos apreciar que existan personas que quieran dejarse ir en su mente, o en sus percepciones, alejándose de las condiciones socialmente aceptadas, o éticamente amparadas. Como profesionales de la salud debemos aceptar una ética, ya que es una forma de poder ordenar los grupos sociales, como también al individuo en su seno personal.

Entonces, continuando con el diagnóstico categorial, también la persona podría manifestar una apariencia muy pulcra y modales un tanto manieristas, esto dependiendo de hacia donde va el delirio personal. Básicamente, este comportamiento le hace estar en soledad más tiempo de lo acostumbrado, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, con perdidas del estado de equilibrio corporal y problemas de inmovilidad de la gravedad debido a la alta intensidad de pensamientos. Ocasionales despersonalizaciones y desrealizaciones, traducidas en - esto en algunos cuadros delirantes - sensaciones narradas por el paciente de sentir que no puede definir su identidad, de sentir que no tiene control sobre sí mismo, sobre sus facetas, y que desea y anhela la faceta perfecta indicada, por lo que busca y busca eternamente. Pero si un día la encuentra - podemos llegar al caso de estudiar pacientes - experimentalmente - para ver que ocurriría en este caso y ver más o menos hacia donde apunta la población con delirio mitológico - tienden a dejar atrás los valores y las morales cotidianas o modernas, optando por sus propias reglas. Por consiguiente, el prototipo de una persona sana desde la ética es ajustarse a las normas, punto que nos lleva sobre el análisis de qué es lo «normal» y lo «anormal», camino que no corresponde para este ensayo, sí nos correspondería analizar ahora la psicopatología como diagnóstico.
Para ello habría que considerar la historia de vida del paciente, siguiendo por un lado, el método fenomenológico descriptivo de Jaspers, más la visión psicoanalítica para el análisis psicopatológico, modelo llevado a una semiología categorial y psicopatológica a la vez, trabajando mutuamente, por el psiquiatra chileno Ricardo Capponi.


Así, elaboraríamos nuestro delirio de la siguiente forma:


LO MITOLÓGICO



LO MÍTICO




HISTORIA



HISTORIA DE VIDA

Cualquier persona podría padecer esto, pero existen ciertas tendencias, relaciones familiares, ciertas inquietudes que tienen fuerte influencia. Pero si lo vemos desde una visión de la historia de vida, decimos que la persona en algún momento de su adolescencia llegó a poseer ciertas nociones en base a una observación prolongada del medio que lo llevó a sacar conclusiones personales en las cuales existe un mayor interés por temas afines a nuestro fenómeno, así como también de dominación - lo que también denominamos control - del medio o entorno de la persona. A ello podemos sumar un conocimiento de sí mismo que se desprende del sí mismo, por lo tanto, la persona en un determinado capítulo de su vida - que puede ser en la adolescencia, como en la adultez temprana o en la adultez media - comienza a interpretar la vida a través de esta óptica, a través de sus particulares lecturas y fantasías, lo que le induce a caer en un estado de abstracción constante, ya sea en base a pensamientos como en base a nociones, ideas, resoluciones a interrogantes y supuestos universales. Es así que observamos que la vida de estas personas los puede llevar a grandes riesgos, debido a la confianza de estar protegidos bajo el aura de alguna entidad divina, por ejemplo, o por la comprensión fundamental de un mito - que le otorga seguridad al actuar y al reflexionar - en la verdad que esta propaga, en la relación con dioses, entre otros. Todo esto es producto - básicamente - de una elevada imaginación. Imaginación que si bien no fue proyectada por los medios correctos, por ejemplo por el arte o por alguna dedicación que permita verter la creatividad, sale entonces por conductos que no deberían haber correspondido. Vemos que el arte, al ser algo tan natural y bello de la naturaleza humana, reconecta a la persona con su espíritu, con su verdadero yo y esencia, pero que en nuestro caso retrocede a la persona a un estado de niñez psicológica.
Esta reconexión abstractiva es sana, pero llevado a un estado excesivo representa nocividad, en caso de no saber ocupar o proyectar adecuadamente.

Para ilustrar mejor: si este delirio lo ocupáramos para trabajar en el área creativa de una empresa veríamos que puede ser muy útil, pero debe ser aplicado con una cierta dosis de realismo, en el sentido de saber aplicarlo en las relaciones interpersonales, en donde incluimos la relación grupal, equipo y sociales, como sabemos que ocurre en los lugares más industriales, y se tiene que tener una cierta noción de manejo correcto del lenguaje y la postura para reconectarse con los hechos reales. Por otro lado, un artista generalmente trabaja en solitario, aunque sin justificar, un artista debe - a su vez - saber ocupar su talento e inteligencia para poder llevar a cabo la obra de arte misma y su posterior venta, dependiendo de cuál sea la razón de su creación.

Cuando hablamos de delirio no lo hacemos en tono despectivo, por eso hemos citado a Capponi, pero nos interesa crear una fenomenología nueva, con una nueva mirada y comprensión estructural. No observar el delirio mitológico como una aberración de la psiquis ni mucho menos, sino como algo completamente natural, un fenómeno arraigado en lo más profundo del ser, de orden ontológico y dialéctico, pero que tiene que ser correctamente encausado, para ello, deben usarse las correctas herramientas psicológicas para ser bien conducido. En un extremo, cuando este escapa a la ética social, a las convivencias y la relaciones sociales como invididuales, diríamos que entra en un estado patológico. Todo en un exceso para la psiquis puede resultar patológico. Sin embargo, brillantes mentes han ido más allá de lo patológico, llegando a un estado de contemplación mucho más profundo que induce a conocimientos teóricos mucho más trascendentales, y que van más allá de cualquier norma, teoría y filosofía. Por tanto, hay que comprender la belleza del fenómeno en su composición natural, que mal llamado "pensamiento mágico" - porque pensamiento mágico induce a una imaginación ocupada para un fin tal, por allí podríamos decir que los niños también fantasean con el juego, es una fantasía inducida o propia de un estado natural del ser humano, pero que se da en una época particular -, la maduración fisiológica, mental y psicológica nos hace alejarnos del pensamiento de los niños, nos conduce a una mente más abstracta, más racional, con capacidades para desarrollarse en el mundo en donde la acción es predominante.

La mantención de parte de un adulto promedio o la detonación de un viaje de índole mitológico, inducido por la noción mitológica determinada y por la literatura, poesía y épica mitológica, lo llevan a mantener un estado que erróneamente y muy equivocadamente ciertos detractores dirían "de inmadurez", pero en base estudio del conocimiento que el mito transmite es de una completa lucidez y discernimiento de los hechos cotidianos, de los hechos que conducen al ser humano a actuar de una determinada forma, y la respuesta al "por qué" que justifica la premisa y concepción inherente al comportamiento, también bajo que meta. Esto porque vemos que los personajes mitológicos llevan a cabo una cierta meta, que incluso puede ser muy humana si uno la observa detenidamente, son las acciones humanas llevadas a un nivel infinito, llevadas a un estadio de trascendencia en sus actos. Sobre lo laboral, vemos que si bien podemos administrar una empresa, podemos administrar el cielo, podemos ordenar las estrellas, así como con los pueblos sobre la tierra. Bajo esta premisa se puede ser y encarnar un rol de "agente de ley" sobre una moral, valor o política. Por consiguiente, el mito lleva a una superposición de un yo que se ha encontrado a sí mismo, viéndose reflejado en una misión que va más allá de su comprensión - en una primera instancia - y de su absoluta asimilación en una segunda, dependiendo del grado de compenetración con el fenómeno mitológico.
Desde la metafísica ambos planos existen, si bien existe una dimensión personal o individual - y algunos dirán desde una extensión de lo individual hacia un yo colectivo - caracterizada de fantasía e imaginación que incluso puede tener el carácter de "creadora". Vemos que también existe una dimensión racional, materialista, en la cual debemos actuar en cuerpo y acciones, dirigidos por una mente o por un cerebro, o por un espacio misterioso entre la mente y el cerebro sobre el cual muchas preguntas médicas y filosóficas no han logrado llegar a la respuesta, sobre qué es lo que conecta la invisibilidad de la mente con la fisiología corporal y viceversa. Parece una pregunta fascinante y por eso conlleva una interrogante metafísica, como bien ha buscado la actividad filosófica, como bien expresó Caponni con sus brillantes conclusiones. Por su parte, el abordaje de esta disyuntiva lleva comúnmente a abordarla desde "todo es fisiología" o desde "todo es mente".

Es por estas premisas que separamos al trastorno por delirio mitológico de un trastorno por «delirio místico». No necesariamente lo místico es mitológico, pero lo mitológico si es siempre místico. Aun así, bajo un análisis racional, el mito también puede pertenecer a la dimensión histórica, ser un acontecimiento ocurrido grandes decenios de años atrás, transmitido por los pueblos bajo las tradiciones orales o escritas. Es un fenómeno que suele crear un velo de ficción sobre situaciones que - muy problamente - pueden haber sido concretas e históricas, como así se sabe de gran parte de personajes influyentes desde lo público o sacerdotal, que fueron deificados en vida o después de muerte, formando parte de los panteones o cosmogonías de muchos lugares del globo. Aquí recordamos al rey Filipo II de Macedonia quien públicamente se auto-deificó en vida. No obstante, como cuenta la leyenda, su linaje procedía del mismísimo Heracles.
Por ello, más que ser la inspiración de un idealismo espiritualista, si se analiza más profundamente, es la inspiración de una filogenética, como también de una antropología, de una antropología social. Los fenómenos sociales se van desarrollando y van tomando diversos matices, a medida que transcurre el tiempo las sociedades se reconstruyen, van tomando nuevas características debido a múltiples circunstancias de toda índole, de toda clase. La sociedad de hoy en día no es la misma de hace diez años, ni tampoco lo es de la de cien años, y si hacemos cálculos más largos - mil, dos mil, cinco mil años - vemos que un personaje histórico con su acción sobre el medio social, puede perfectamente mitologizarse para las generaciones venideras.
Considerando lo anterior, comprendemos la motivación de muchas personas que están bajo este delirio, que los lleva a una reconexión - tal vez incluso sanguínea - con personajes míticos que les parezcan comunes a sus rasgos de personalidad.


TÉCNICA Y ABORDAJE

Este trastorno debe desarrollarse más, ya que no es simplemente un delirio místico, el misticismo no es necesariamente mitológico. Estamos hablando de una fenomenología, entonces, de un fenómeno de la percepción que varía según los chamánes, según las religiones orientales, religiones y tradiciones occidentales, etcétera. La mitología es mística, pero no todo misticismo es mitológico. Por ello, mediante este preámbulo dejamos la noción de un nuevo trastorno fenomenológico que es digno de analizar, de estudiar y de explorar. Este es un preámbulo a una idea que también se debe llevar a pruebas experimentales, estudios de casuística, más los métodos necesarios y correspondientes. Como toda técnica debe trabajarse con más profundidad, se deben dilucidar detalladamente las características, porque también podríamos hablar del "delirio alquímico". En el fondo, cualquier clase de imaginario místico, según sus distintas y mil variantes, es una clase de delirio diferente, y si se ocupa la práctica psicológica en descifrar la atmósfera del mito, como desde las personas y grupos sociales que creen de forma fehaciente en esto, nos permitirá hacer una práctica más acuciosa a la hora de determinar estos curiosos casos.
Bien nos pueden tocar pacientes en los cuales podamos observar un delirio de estas características, y sería correspondiente un tratamiento psicoterapéutico que vaya más allá de la psicofarmacología y que sepa abordar hermenéuticamente un caso de esta índole. Por ello, proponemos un psicoanálisis hermenéutico basado en el diálogo socrático, llevado a la práctica comúnmente por los integrantes de esta escuela, para poder entrever mediante la conversación las motivaciones verdaderas del paciente para poder aterrizarlas, conectarlas con los hechos concretos. Esto es cierto grado del trastorno, porque si pasamos de un umbral en el cual esto se vuelve ya fronterizo, habría que intervenir con psicofármacos. Pero la terapéutica puede abordar una primera instancia que puede ser útil para las relaciones entre profesionales, la elaboración de un buen informe profesional podrá facilitar el trabajo de un psiquiatra, como también podrá ayudar/guiar a tomar importantes decisiones a la hora de abordar al paciente en caso de que esté - a su vez - con tratamiento psicofarmacológico. Probablemente de antipsicóticos y otros, o benzodiacepinas si es que el delirio presenta rasgos paranoicos, porque la psicoterapéutica se puede llevar a cabo de igual forma bajo este ejemplo, y podría basarse en una conversación en la cual no realicemos un diagnóstico inmediatamente, sino que lo consideremos para una tercera sesión, considerando la gravedad del trastorno delimitar el nivel de urgencia y explicar al paciente que la visión mística, si bien es un acto natural humano este debe ser comprendido desde una visión racional.

Los fenómenos de la mente están en constante dinamismo y hay que saber controlar la realidad y los hechos de la realidad misma, ya sea con el propio yo, con la parte interna como la externa, observando con empirismo, con ánimo de comprobación experimental y científica, el hecho de que la persona si logra separar "ambas cosas", puede alcanzar resultados muy buenos. El tema consta en ilustrar, en hacer llegar un conocimiento del fenómeno que está viviendo, si ya presenta una obsesión con el trastorno o presenta un ánimo impetuoso ante la verdad del delirio, habría que intervenir con la familia y el círculo cercano del paciente, para que lo logren aterrizar.

La naturaleza nos brinda dos trances particulares maravillosos, uno apolíneo y el otro dionisíaco, y cada perspectiva conlleva un éxtasis tal - aunque cuando hablamos de éxtasis hablamos más de lo dionisíaco, preferentemente - pero conllevan un estado psicológico. Concebir las formas, ordenarlas, aplicarnos mediante las formas, por las formas y la belleza de las mismas, logrando resultados en base a la libertad, generando libertad, es también una fenomenología, pero es con la que mejor podemos convivir en sociedad. Según ciertas percepciones, según ciertos autores. Vemos que lo dionisíaco, si bien representa un trance de felicidad, de danza, de música en el corazón, también es saludable pero conlleva siempre la tragedia griega y por qué no, nietzschiana. Pese a que ambos dioses, o ambas fenomenologías, mantienen un pacto fraternal, es preferible hacer entender que existe una ética de normalidad y que el paciente tiene acceso al conocimiento. Nadie es dueño del conocimiento como tal, y este puede traspasado. El conocimiento no nos mantiene en una élite, pues este debe entregarse; todo saber que permanece dentro de una profesión o de una ideología, o de un pensamiento, muere con él cuando el cuerpo tiene que llegar a su fin, porque todo contexto físico, por ser materia, tiene que transformarse, (...) pero todo lo que se entrega al mundo se hace inmortal, en palabras de A. Pike. Sin embargo, todo lo que es del espíritu debe estar también bajo un correcto control, ya que es instintivo, es el Ello.
Por eso, este debate filosófico muy interesante, nos hace ver hasta que punto la ética es correcta y debe velarse por ella, como profesionales de la salud apoyamos la ética, apoyamos que debe haber una norma con un comportamiento que se rija dentro de un parámetro saludable en la dimensión de lo personal y lo social, pero debe haber un espacio para la realización artística, para el desarrollo de la individualidad. Y es de esta forma bajo la cual podremos trabajar con una persona que posea este delirio: mediante el arte y su expresión didáctica, así como a través de la fenomenología histórica del mismo, así como de la hermenéutica del ser humano. También mediante la escucha, es muy importante oír lo que tenga que decir el paciente, pero inducir equivalentemente a un espacio e intención de escucha por parte del paciente al terapeuta de forma recíproca y de comprensión de estos conceptos.

Los diversos grados de la terapia variarán según el grado de complejidad del trastorno por delirio mitológico. También dependerá del grado de apertura a nuevas concepciones, así como a desvinculaciones de las pautas rígidas adoptadas, trabajando cuidadosamente en la atención y fidelidad que este tiene a aquellas. Su correcta medicación pasaría por parte de un médico, de un psiquiatra fenomenológico o antropológico. Y desde la Psicología desde una terapéutica gestáltica, y cognitiva-conductual. Porque todo lo que se desarrolla y se trata de trabajar con el paciente a nivel de la mente y de los pensamientos debe llevar un ejercicio práctico de realización experimental en el medio en el que se relaciona y tiene incidencia directa la persona. No velamos por el aislamiento, salvo en casos extremos para mediar el trabajo interno, sometiendo a pruebas la realidad o ficción de sus ideales. Por otro lado, la Gestalt es una herramienta para la sección cognitiva. Trabajamos también con el estudio del simbolismo, identificando y analizando en conjunto los significados recurrentes adoptados por parte del paciente, más la razón individual y social que el símbolo abarca en la conciencia, en donde ejerce comúnmente un poder sobre el comportamiento.

Existen otros dos clases de análisis, el de la atmósfera del mito y el de la atmósfera del individuo. Para el primero, nos servimos de la hermenéutica y del saber de la epoché, en fenomenología; y para el segundo un diagnóstico atmosférico de encuentro con el paciente, nos lleva como dice Dörr, a separar los "prejuicios" verdaderos de los falsos, es decir, a captar la verdadera emanación atmosférica del paciente.
El análisis bajo esta perspectiva es la ideal, y desde el psicoanálisis fenomenológico un abordaje hermenéutico, netamente, que permita una transferencia y contratransferencia a partir del razonamiento en conjunto sobre la concepción mitológica desde una visión histórica, como desde lo pragmático y materialista. Proponemos a Gadamer como principal influencia ya que abrió la posibilidad de incorporar el mundo pre-verbal a la labor hermenéutica, es considerado el padre de la hermenéutica filosófica contemporánea, sus pretensiones se han llevado al ámbito del psicoanálisis, específicamente para la denominada terapia psicoanalítica hermenéutica. Ricoeur tuvo una importante influencia en la deconstrucción del concepto de hermenéutica, extendiéndolo también al psicoanálisis. En una terapia de estas características se acepta al paciente sin restricciones, sin los prejuicios que usualmente menoscaban la terapéutica, permitiendo un abordaje completo a las necesidades y comprensiones del paciente, sin patologizar en una primera instancia, sino dejarse llevar a través del flujo que la conversación permita.
Esto, sin dejar de lado la enseñanza o moraleja mitológica que es principalmente lo que motiva al espíritu del que persigue el trance o el ideal mitológico, sin dejar de lado esta variable y/o arista de abordaje. Lo que realizamos es una arqueología de la mente, encontrando en sus diversos fragmentos los orígenes de un saber implícito, revelador de la historicidad del paciente, como también de la historicidad social y cultural.


CONCLUSIONES

Con la visión expuesta fundamentamos la episteme y téchne de nuestra teoría. Más adelante abordaremos que ciertas mitologías llevan a ciertos comportamientos. Hay mitologías con una mayor pulsión de muerte, otras con una mayor pulsión de vida, unas que nos conectan con el placer, otras con la guerra, revelación o autodeificación. No ha resultado ajeno a la historia el que gurús se hayan autodeificado, suceso que incluso actualmente ocurre aún en países como India, y es perfectamente común dentro de las prácticas societales de tales nacionales. Por tanto, queda a la observación futura el como poder apreciar el carácter de la narración de un mito repercute en el espíritu del que se deja llevar por un determinado mito, revelando características susceptibles de análisis de parte de su personalidad, así como la de su entorno directo (familiar, social, cultural).
Recordamos al lector que llevar al extremo del polo la realización del mito desde lo fisiológico-corporal es psicopatológico y que debe tratarse dentro del margen de las terapias de la salud mental.
Nos servimos de la hermenéutica, fenomenología, psicoanálisis, historia, antropología, psicología y psiquiatría para poder analizar la implicancia en la conciencia del estudio de este trastorno, estas son disciplinas que pueden trabajar juntas en develar los enigmas de la mente de los individuos.
Estas disciplinas son útiles al psicólogo para poder comprender este fenómeno por la raíz etimológica que posee.
Por ello, cuando hablamos de trastorno de delirio mitológico, hablamos de tres características:
1) Trastorno, ¿qué es un trastorno?, es tomar un camino diferente de la ética que corresponde a la normalidad social y comúnmente aceptada como regla que prima en el comportamiento humano;
2) el que sea delirio, quiere decir que es una imaginación que se vuelve con un cierto poder sobre la persona, en donde aquella se deja llevar por el poder que irradia de este conocimiento o verdad última;
3) y es mitológico porque se deja llevar por las leyendas populares, por el folklore de un pueblo o zona geográfica en particular, y también hay factores personales y sociales a que inducen que esto se pueda desarrollar. Por ejemplo, mucha concentración en historias del pasado, literatura o música que pueda desarrollar imaginaciones bajo una concepción de observar al mundo que logra intimidar, o realmente una conexión poderosa, y que en particular es patológica ya que se distancia de lo comúnmente aceptado, además porque dicha relación puede generar más problemas que rompan con los parámetros de la ética reinante, que alejan a la persona de ser parte de la misma y de respetarla como norma.
Insistimos en que esto debe ser más desarrollado, pero aquí presentamos una tesis inicial, a modo de introducción a un campo de estudio fenomenológico que puede ser interesante y útil para los terapeutas que sientan inclinaciones por las dinámicas y temáticas de las que hemos hecho mención.



FELIPE I. DE LUCAS ARELLANO.


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