RESUMEN
Este ensayo tiene por objetivo dar
a conocer la problemática constitucional actual, junto a la relación que tiene
con los pueblos originarios/indígenas de Chile, las limitantes que genera en
ellos y los cambios que deberían estructurarse en la nueva constitución, fecha
que está por avecinarse, y a la que debemos estar preparados. El respeto por la
importancia de los pueblos originarios, la multiculturalidad ancestral, sus
derechos y rol en sociedad son ítems que tratamos. Centramos este ensayo en
todos los pueblos, pero particularmente hacemos mención del pueblo Mapuche, solo
por esta ocasión. Los pueblos están muy al tanto de lo que exigen, demandan y
necesitan; por tanto, tenemos la necesidad de instruir a los que tengan acceso
a esta irradiación, generando conocimiento, comprensión, análisis y conciencia. Aquí se explica someramente esta
problemática para que llegue de forma pedagógica a personas interesadas que
deseen aprender. Abordamos el fenómeno de estudio a través de una reflexión
sustentada en datos comprobables, históricos y contemporáneos sobre la
constitución actual y el por qué debemos abandonarla en beneficio de los
pueblos originarios.
Este
abordaje se complementa con una visión espiritual y mitológica desde la
cosmogonía mapuche, resaltando una visión mística de la naturaleza, del ser
humano y los hechos que hemos vivido desde octubre de 2019.
Este
texto ha nacido como una iniciativa del curso “Momento Constituyente: Formación ciudadana para una nueva
constitución política”, a través de la plataforma EduAbierta de la
Universidad de Chile. Está dirigido a:
compañeros de trabajo, ex compañeros de universidad con los que mantengo
cercanías, familia, amigos y vecinos de mi sector a través de la red social
vecinal (Cerro Santa Elena, Valparaíso). También lo subiré a mis cinco páginas
blogger, cada una de ellas ha llegado a cerca de cinco mil visitas. Y a todos
los que puedan llegar a tener acceso a este documento.
Palabras
clave:
Nueva-constitución, estallido-social, pueblos-originarios,
pueblo-mapuche, Chile.
INTRODUCCIÓN
Han
pasado largas décadas de profundo descontento por la forma en cómo se han
llevado a cabo los procesos de nuestro país, la estructura que justifica la
organización de los asuntos civiles, sociales, políticos, económicos,
culturales, etcétera, encuentra su punto de unión, núcleo y propósito desde la
constitución (1980) que lo rige. Se ha dado mayor énfasis a la esfera
económica, particularmente privada, dejando de lado las necesidades de sus
habitantes; han surgido reformas, pero escasos han sido los cambios auténticos.
Los problemas se arrastran desde distintos gobiernos y administraciones. Sin
embargo, este descontento e incertidumbre generalizadas se han venido
incrementando paulatinamente en estos últimos años, llegando a detonar en la
importante crisis social que ha acontecido en octubre. Por mucho tiempo pensamos
que estábamos lejos de esos potentes ejemplos de crisis sociales que muchas
veces incidieron en países vecinos, así como en otros sectores del globo, pero
ahora es una realidad para nosotros. Es así que, la idea del paraíso de
perfección que muchas veces nos hicieron creer perdió los pocos cimientos que
la sostenían, esto para vivenciar ahora una lamentable faceta de derrumbamiento.
Pero
esto es solo la punta del iceberg, manifestación que poco a poco ha ido ganando
superficie, pero que posee todo un universo de pormenores, detalles y
necesidades que la animan, presentes en la cara oculta del iceberg que lentamente
estuvo asomándose a la luz solar, hasta que de repentino ha explotado,
generando gran expectación a nivel nacional como internacional. Todo el mundo
está al tanto de lo que ocurre en Chile, o al menos los que se compadecen ante
las precariedades o injusticias de los sistemas dominantes sobre los pueblos
llanos, los interesados en política, economía, revisionismo histórico, entre otros.
Aquellos observan objetivamente que esta detonación es neto producto del
descontento social, una realidad ya insoportable que se veía venir y que se ha
rebalsado. Todo lo que se concentra bajo fuerte presión durante mucho tiempo ha
de liberarse abruptamente por acción natural, por ley física; por tanto, ningún
chileno ha negado la fuerza de poderosos mensajes acontecidos desde el 18 de
octubre del año 2019, ya que es algo que se albergaba en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad. Estas sensaciones se sabían reales, de donde la
ficción no fue más que mera ilusión, es entonces la desigualdad social el punto
de ebullición.
Esto
se ha evidenciado en diversos sectores de la sociedad, bajo distintas
necesidades que no han logrado ser satisfechas, otras que han sido directamente
ignoradas, como es el caso de las peticiones de los pueblos
originarios/indígenas en Chile, tema que es de suma relevancia ante las nuevas peticiones
sociales, va más allá de un mero ideal o de un inocente símbolo, es algo que no
debería dejar indiferente a nadie, ya que quien posea mínima noción de nuestra
historia estará al tanto de las diversas y desgraciadas opresiones que aquellos
han vivido, desde el comienzo del “descubrimiento”, pasando por la
colonización, extendido a la etapa republicana de Chile, y así hasta nuestros
tiempos actuales, fatídicamente muy actuales.
Este
país y nuestro continente no fueron descubiertos, sino que existían
civilizaciones muy bien constituidas, imperios, pueblos completamente ricos en
organizaciones políticas, sociológicas, psicológicas, religiosas, con un
completo control de la tierra que les pertenece. Lo religioso poseía su propia
e íntima conexión con el cosmos, visiones celebradas por medio de liturgias,
ritos y rituales que reflejan el extraordinario sustento teórico cosmogónico; nuestros
pueblos, indistintamente, poseían sus propios ideales referentes a cosmogénesis,
biogénesis, antropogénesis, lo que otorga suficiente carácter como a cualquier
otro pueblo occidental-europeo u oriental. Esto fue incomprensible para los
ambiciosos conquistadores, el combustible que alimentó el motor de sus acciones
estaba justificado más por afán egocéntrico que por otro motivo; esto en razón del
deseo impetuoso de quedar plasmados en el registro histórico de la humanidad por
sus supuestos hallazgos; necesidad arraigada en la fantasía de muchos europeos.
Esto primó que, en lugar de desear comprender el valor de lo que se llegó a
visitar, porque esa es más la palabra correcta, una ‘visita’, fue en cambio irrespetuoso
con sus deidades, con sus antepasados, con el espíritu de la sangre y la tierra
que en estos territorios dominaba; blasfemó a sus dioses y los declararon
herejes por no compartir o seguir plenamente ideas que venían del otro lado del
mundo. Los jesuitas son parte de esta empresa, trayendo sin permiso sus
iglesias e ideologías. Este deseo de ambición es propio de la Europa al
imaginarse como foco central del mundo, adoptando como suyas las injusticias
geopolíticas, con ello se creyó capaz de colonizar África, Medio-Oriente,
Oriente y América, como si nada, y así lo hizo.
Es
por eso que en este ensayo seguimos esta línea, además de profundizar en las
demandas del pueblo indígena desde la visión política y social actual, veremos
qué es lo que se debería cambiar e implementar al margen de una nueva
constitución política para ser verdaderamente justos con aquellos, dueños
originarios de estas tierras en las cuales sostenemos nuestras casas, nuestros
templos, nuestros empleos, nuestras ciudades; todos estos son contemporáneos, resultado
de una legislación implantada. Estos cambios deben ser reales, concretos; no
sólo emblemas a conveniencia, ni meras propuestas figurativas.
DESARROLLO
Los
impactantes sucesos que ocurren desde el 18 de octubre del año 2019 nos hacen
reflexionar profundamente, formar constantes interrogantes que, si bien aún no
tienen una respuesta óptima, nos permiten visualizar un futuro diferente. Este
futuro está fundamentado en la reducción de la desigualdad social, foco nuclear
del espíritu que anima la llamada “revolución” que hemos experimentado, que si
bien ahora se encuentra pausada por razón de la pandemia universal, pronto se
reactivará nuevamente. Las múltiples necesidades que nosotros, habitantes de
esta larga franja territorial que llamamos Chile, compatriotas, hermanos de una
misma patria, hemos vivenciado, nos unen en un solo corazón, retroalimentado
constantemente de esperanzas y deseos para el mañana. Este fenómeno logra
forjar un particular “apoyo mutuo” que genera unión colectiva, todo en virtud
de modificar la constitución política, pero no en reformas, sino en sustitución
por una nueva, una que vaya de la mano con el supuesto progreso democrático que
pregona la política chilena. Para ello, en este ensayo exponemos los siguientes
puntos:
Sobre la
constitución actual de Chile (1980)
Sobre
nuestra constitución actual, podemos resumir que forma parte de un modelo
antimayoritario de democracia protegida que otorga a la minoría política un
excesivo poder de veto en la toma de decisiones, afectando con ello al
principio de Igualdad, lo que impide la modificación del statu quo heredado. La actual constitución se redactó en el período
autoritario, mediante un proceso cerrado y excluyente, que culminó en un
plebiscito fraudulento. El golpe de estado de 1973 interrumpió un proceso de
democratización institucional que venía desarrollándose gradualmente desde la
instauración de la República. Al suspender la Constitución de 1925 y
reemplazarla por la de 1980, la dictadura militar buscó imponer un nuevo modelo
de “democracia protegida” que daba la espalda al principio de soberanía popular
e instalaba una nueva forma de presidencialismo, tutelado por las Fuerzas
Armadas como cuarto poder.
El
actual modelo centralizado de toma de decisiones políticas, administrativas,
fiscales, y el débil rol del Estado en materia económica son insuficientes para
satisfacer las necesidades y prioridades de la sociedad chilena.
La
concepción reduccionista de la democracia que refleja la Constitución de 1980
se acompaña de una concepción maximalista de la economía liberal de mercado,
que garantiza la primacía de la propiedad privada y la libre (y casi ilimitada)
iniciativa económica, vastas desigualdades socioeconómicas, y el acceso
reducido a derechos económicos, sociales, culturales.
Debe
haber plena coherencia del sistema político con el principio democrático. El
éxito de esta tarea dependerá, en una medida importante, del papel que jueguen
los partidos políticos y de la capacidad de incorporar a la opinión pública y a
la sociedad civil en el proceso de cambio constitucional.
Estos
últimos meses no han dejado indiferente a ningún chileno, han ocurrido múltiples
acontecimientos impactantes y dolorosos en donde la incertidumbre parece ser la
única vía de asimilación. Hemos visto al fuego arrasar, hemos apreciado
destrucción y creación, hemos sentido el espíritu de las movilizaciones
sociales a flor de piel. Las distintas demandas esperan una respuesta
satisfactoria, por lo cual es de suma relevancia el poder estar al tanto - ya
sea desde lo teórico como de lo pragmático - de las importantes fechas que se
avecinan. La posibilidad de crear una nueva constitución política podría
generar las debidas transformaciones que nos permitan la unión entre los
ciudadanos, entre las distintas ideologías y formas de apreciar nuestro país,
pudiendo forjar el reconocimiento de los derechos que - por naturaleza - nos
pertenecen.
Los
sucesos ocurridos desde el 18 de octubre manifiestan el fuerte descontento de
numerosos sectores, de ahí que se han evidenciado profundas injusticias que
inducen a que seamos un país inarmónico, injusto e indiferente ante las
demandas del pueblo. Por ello, es necesario que podamos revisar en conjunto, a
través de la ciudadanía como desde la clase política, la opción de cambiar la
constitución política, promover la estructuración de artículos y principios actualizados
en beneficio de todos los chilenos, y no solo de grupos particulares,
pertenecientes a las distintas esferas de poder económicas, políticas y
rectoras del curso del país.
Este
es un proceso en el cual debemos participar todos los chilenos, todos los que
tengan el interés y el anhelo de hacer de este un país mejor, más inclusivo e
integrado; con ello ser parte del cambio y de la motivación que implica tomar
el peso al asunto, en base al uso adecuado de la información, al estudio, al
repaso de la constitución de 1980, buscando los puntos débiles, logrando
identificarlos y así poder sugerir restablecer lo que consideremos conveniente.
Nadie debería quedar fuera de este momento, es de responsabilidad ciudadana la
participación. También, si poseemos ciertos conocimientos sobre estas
dinámicas, poder instruir a los demás e incentivar a que sean parte del
proceso, en donde – al unísono – crearemos un nuevo texto de constitución política,
diferente, renovado bajo una visión humanitaria.
Atrás
han quedado los juicios de hace cuatro décadas, estamos en tiempos diferentes,
la óptica con la cual apreciamos la realidad se ha modificado, ha evolucionado,
y Chile puede ser parte de esto, puede contribuir en la construcción de un
modelo mejor que sirva de ejemplo a otros Estados que están en vías de
crecimiento y desarrollo como nosotros. Por eso, a modo de ejemplo internacional,
es conveniente que repensemos la importancia del rol individual en sociedad y
en la contribución que cada pensamiento u opinión tiene en el colectivo, ya que
todo microproceso repercute en un macroresultado. Pero para un cambio de esta
magnitud, es necesario que el chileno tome conciencia y no se mantenga
indiferente, debe trabajar arduamente en otorgar sentido a este proceso, porque
todo cambio masivo implica también una transformación interna y un esfuerzo
adicional de su parte.
Sobre
los pueblos originarios
Las
demandas de los pueblos indígenas son antiguas, es decir, no son recientes. Los
pueblos indígenas ya llevan mucho tiempo solicitando una nueva constitución,
reconocimiento constitucional en la lógica de un nuevo texto en donde los
derechos del pueblo indígena se realicen en plenitud. En definitiva, debe ser una
constitución completamente diferente de la actual.
Con
ello, debemos superar la saturación de aquellos discursos basados en consignas,
pero vacías de contenido, de forma y proyección, estos mensajes deben ser
expuestos con claridad y congruencia, esto en caso de que queramos apoyar la
causa indígena y ser parte de ella. Los emblemas y consignas deben albergar la
intención de entregar un mensaje coherente, que posea una estructura suficiente
que respalde una propuesta, un punto de vista que no quede en la “mera” frase
popular. Los pueblos indígenas han dedicado su vida por generaciones para
alcanzar esta empresa, muchos se han rendido en el camino, acoplándose al
sistema; otros siguen luchando, y de ahí nuestra motivación.
El escuchar, averiguar, comunicar, el ser parte,
esto y más fortalece la unidad social y política que, en efecto, se ha dado hoy
de forma natural, sin intervención de supuestos líderes. Esto pone las cartas
sobre la mesa, dejando de manifiesto que estando en democracia no se han
resuelto los problemas esenciales de los pueblos originarios. Los alegatos de
los líderes públicos que apoyan la causa son finalmente opacados por la fuerza
de las máquinas y de la economía. Esto toma una mayor importancia hoy en que el
pueblo de Chile ha reconocido, se ha acercado a la necesidad de los pueblos
indígenas, tomándola también como suya. De esto hay innumerables evidencias,
sobre todo desde el estallido social. El pueblo en general ha tomado conciencia
de sus peticiones y alegatos, luchando también por ellos, cantando el himno en
mapudungun de «Marichiweu!» “¡Diez y mil veces venceremos!”,
adoptando de antemano la victoria, predestinada por los antiguos héroes y
dioses mapuches, como de los pueblos indígenas en general, espíritus
ancestrales que demandan soberanía sobre lo que les pertenece.
El
pueblo se ha acercado a la demanda centenaria de los pueblos originarios, toman
sus símbolos, siguen su filosofía, apoyan sus demandas y valoran sus luchas.
Nos hemos encontrado cegados durante mucho tiempo, la falta de información
fiable es sumamente abundante, los medios de comunicación masivos (la prensa
escrita, audiovisual) suele estar al servicio de las cúspides más poderosas. Ejemplos
de prensa internacional nos han dejado estupefactos, por tan alto nivel de
certeza y objetividad, de la que muchos al servicio del periodismo chileno
deberían imitar. Los medios locales de comunicación masiva nunca revelan del
todo la verdad… el que está interesado en el tema debe averiguar más a fondo,
investigar como si no existiera un fin, percatándose el investigador que sin recorrer
mucho camino hallará respuestas a sus inquietudes.
Hoy
nos encontramos vivenciando un especial «apoyo mutuo» entre la nación mestiza y la nación indígena. Esta
última no ha podido aún restablecerse formalmente debido a la falta de atención
seria de parte de aquellos “líderes” políticos, sean populistas o retraídos,
ninguno ha aportado el grano de arena suficiente como para llevar la causa
indígena al plano constitucional, esta es una deuda. Bajo este prisma, empero,
exceptuamos a sus representantes y dirigentes directos, el rostro visible de la
causa llana. Por ello, es necesario modificar la constitución, crear una
absolutamente nueva, fresca, rejuvenecida para los tiempos venideros. Hay que
pensar en el mañana de Chile, sino
nos quedaremos atrás como Estado, sino es probable que el caos reine en la
conciencia colectiva, rebalsando su caudal
de dolor en dirección a los túneles que llevan al centro de la tierra,
aquellos que inician en la columna vertebral de la serpiente arcaica, esa que
sostiene a Los Andes. Somos dos naciones en un mismo Estado frente a un
adversario común: la supremacía de la casta política y económica que lo
administra, transformándolo en negligente ante su – ahora - impávido pueblo. La
democracia está incompleta, esto para sostener y proyectar sus privilegios en
vastas suntuosidades, a costa de gran parte de sus compatriotas que quedan
fuera de este modelo de desarrollo y de la “empresa” que es ahora Chile; esto
solo aumenta las riquezas de ciertos sectores, en detrimento de gran parte de
los nacionales.
Como
menciona con gran belleza Z. Mora (2019): “Cada
chileno/a desde la tradición del respeto y equilibrio mapuche por el az mapu «costumbre armoniosa de la tierra» y desde
el itrofill mongen «biodiversidad de la vida natural», debemos
cuestionarnos a fondo estas preguntas: ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿cómo
es que nos hemos olvidado de la belleza y pisoteado lo sagrado?, ¿cómo es que
nos perdimos tanto como para pensar que sólo existe lo que brilla y se compra?
¿Acaso nuestros bienes son más importantes que el respeto por la vida misma y
el espíritu divino que la anima? ¿Cómo es que el interés quiso segar de cuajo
los árboles y apresar la fuerza alegre y vivificadora de los ríos? ¿Cómo es que
hicimos avanzar sin misericordia el desierto, a tal punto que la fauna hoy nos
teme, nos huye y el bosque quisiera volverse piedra para salvarse de nuestras
manos?”
A
partir de estas palabras y continuando nuestra idea fuerza, es cierto que
nuestro país actualmente está sufriendo no solo una crisis a nivel político, social,
económico; sino que también una severa crisis espiritual. Este país está
realmente dividido, digamos que la lucha entre el «bien y el mal», la ya milenaria
dialéctica de la existencia es algo más que simbólico en este territorio, pues
alcanza su máxima plenitud. Con esto no estamos hablando ni de “derechas” ni de
“izquierdas”, aunque harta incidencia tienen, más nos referimos a una verdadera
guerra espiritual que está aconteciendo en nuestro país, que va más allá de una
comprensión racional, inundándose ya en un establecimiento de orden mítico.
Como bien hemos recalcado, muchos se culparán los unos a los otros, otros
culparán a un partido político, otros culparan a ciertos líderes… Todas estas
impresiones son verídicas, pero también recalcamos la existencia de otra lucha,
una que está más allá del espacio y del tiempo, palpitando ahora en este
presente, hoy en día, más que nunca, en el terreno salvaje del Espíritu puro.
No obstante, de todo «caos» siempre retorna un «orden» ancestral: el
resurgimiento de una nueva época dorada.
No
debemos temer, sino tener confianza en que Chile volverá a recuperar su
identidad, su amor a la patria; particularmente, nosotros, los ciudadanos
mestizos podremos encontrar un puente
cercano que nos llevará a nuestros orígenes allá en lo más profundo del
espíritu de Chile, en la ígnea zona campal, junto a nuestros pueblos
antecesores, por la honra de nuestros antepasados, un puente de carne y espíritu. Esta conexión será objetiva y
subjetiva, será introspectiva, abstractiva y real, con esto, concreta:
derechos, plurinacionalidad, reconocimiento constitucional, derecho a la
consulta indígena, derechos sobre la tierra y territorio, a la propiedad
cultural, intelectual, autonomía, reconocimiento de derechos colectivos, libre
determinación, protección de sistemas normativos de los indígenas, entre muchos
otros. Esta es la antesala a un nuevo escenario, de donde podremos unirnos
efectivamente en las decisiones que atañen a nuestro país, podremos visitarnos
los unos a los otros, aprender de ustedes. Hay que edificar un santuario simbólico de esta unión, lugar
donde nuestros pensamientos hallarán regocijo, y se unirán en una misma
tendencia.
Es
por ello que los chilenos tenemos un compromiso pendiente: que es acercarnos a
los pueblos indígenas, buscando la catarsis
mutua, que es su vez socio-psicológica; esto con humildad, para poder compartir
las llaves que nos contacten con ese Chile místico, allá en la esfera interna, que es la fuente que
podrá nutrir nuestras relaciones, unir nuestros propósitos en un fin. Crecer el
uno con el otro, pues, nunca hemos estado separados, es la mal maniobrada
política la que nos ha distanciado, más la atmósfera convoca, en un ir y venir
eterno, hasta el fin de esta Era.
Debemos
acercarnos a la mitología de nuestros pueblos, vivirla y experimentarla como
nuestra, caer de lleno en el estudio e investigación académica de estas.
Debemos abandonar el repetido y sin sentido chance a los estudios y vanaglorias
extranjeras, sean estas antropológicas, sean estas arqueológicas, sean estas
históricas; es más que digno nuestro territorio de entregarnos todas las
herramientas para la completitud académica. Debemos nacionalizar nuestros
productos, debemos nacionalizar nuestras reservas y nuestra maravillosa
naturaleza nos lo agradecerá. Esperamos que con esta nueva constitución podamos
aprender a valorar lo que es nuestro: todo este vasto territorio, rico en
distintos matices, tiene todo lo que necesitamos para sobrevivir, espero
podamos destruir las cláusulas que han vendido el alma del país a los magnates
extranjeros, que solo han utilizado nuestro territorio para explotarnos, fruto
de acuerdos diplomáticos mediocres, basados en intereses egoístas de las
distintas clases políticas que desde hace décadas están ejerciendo. El cobre es
nuestro, el desierto, la observación astronómica es nuestra, debemos abrir
nuestros propios observatorios, debemos amar nuestro mar y declararlo nuestro
por derecho propio, así con nuestras montañas, nuestros campos, nuestra
agricultura, nuestras viñas y más.
Nuestra
crisis actual es de toda la Tierra, así como de todo el espacio-tiempo del
nuevo Chile, ese que ha nacido del derramamiento de sangre. El estallido social
es una consecuencia, un efecto directo en la vida de las personas por una
causa: la sistemática siembra de desequilibrios y transgresiones, todas cometidas
en los últimos tiempos del devenir humano sobre esta mapu. Todo producto del modelo de consumo, del lucro acumulador, de
la falsa democracia y de la desregulación de la economía a las “leyes de
mercado”. Como dice Z. Mora (2019), “estamos
viviendo justamente en estos días en las aguas emocionales de Kay-Kay Filu (la
serpiente de las inundaciones de las tierras bajas, incluyendo las pasiones
humanas bajas)”. Prosigue, “no
olvidar que la serpiente Filu del verbo ful´ ün, significa ‘desparramarse sin
control’, y en el antiguo idioma andino, Kay es «divinidad»”. Estas aguas emocionales se manifiestan también a
través del fuego.
La
analogía es clara, el fuego, el combustible del estallido social general, es
una expresión natural, una respuesta de los elementos de la naturaleza a través
de la conciencia humana, a través de su expresión y actuar. El poderoso binomio
“agua-fuego” (ko ka kitral) siempre
está presente, ya sea al momento de enjuiciar al alma de un difunto, como
cuando corresponde enjuiciar el tiempo de un alma colectiva. El elemento del
fuego es transformador, posee las tres fuerzas básicas de la existencia, a
saber: destrucción, conservación,
creación, inmortalizadas en otras tantas culturas sobre este globo, como la
hindú. Esto porque el fuego posee la capacidad de destruir, induce a un nuevo estado de cosas por medio de la
metamorfosis de las partículas que actúan sobre el objeto de su fuerza, lo quemado
“cambia” su forma al pasar a ser un cúmulo de cenizas; por otro lado, el fuego conserva, con ello podemos iluminar la
noche, podemos cocinar nuestros alimentos, entregar calor a nuestros hogares;
finalmente, el fuego es creador, ya
que con este se ha podido crear la civilización, ha permitido crear nuevos
estados físicos. Dada esta explicación, vemos como el fuego a partir del
estallido social de octubre ha logrado destruir una vieja máscara, una antigua
piel ya inservible, acrecentando su potencia, imponiendo su furia a lo largo de
todo el mundo, su alcance ha repercutido en la opinión pública de todos los
países. De este nuevo orden deberá nacer un nuevo producto - a partir de su
potencial creador - para preservar la naturaleza humana, a los habitantes de
Chile, a través de su conservación.
Todo
lo que se obtenga del fuego es importante, quien desee ignorar estos mensajes
solo se aleja del prístino pensamiento sensible, base sobre la que nuestra
razón se sostiene, producto del desenvolvimiento humano sobre la Tierra. El
mundo racional de las ideas concretas solo capta un espectro muy limitado de
información que ofrece el medio, lo dicho es consecuencia de la naturaleza, sus
señaléticas son el flujo de comunicación.
Z.
Mora dice: “otra definición mapuche muy
interesante para estos tiempos es el concepto de wekufe, ‘el mal’ o ‘lo maligno’,
que viene de la raíz wekun, ‘afuera’, ‘lo externo’, y en relación al malestar
que podemos traer a nuestras vidas cuando no estamos auténticamente conectados
con la fuente y raíz de quien “yo soy”. Pero que también se lee “wekufe” (we, ‘lo
nuevo’ y küfu, ‘echarse a perder’ o ‘corromperse’) como ‘el mal equilibrador’ o
aquel que ‘compone lo nuevo echando a perder”. Bajo esta indicación, el wekufe o lo maligno, no es
necesariamente “malo” desde la perspectiva temporal, pues debido a la
putrefacción y al aceleramiento del tiempo vendrían cosas nuevas, buenas e
impensadas. Por tanto, como pueblo mestizo no debemos temer a una crisis mayor
desde estos proféticos axiomas mitológicos, pues esto tiene un resultado que
permitirá equilibrar, transformar, restablecer un orden perdido.
Por ello, vemos que
la inteligencia humana ha creado un estado-estadio,
muchas veces devastador, ha pasado por encima del respeto a la naturaleza, ha
rechazado la fuente, el origen y fin de todas las cosas. En nuestro país, se
conquistó y se alude que se “descubrió”, solamente los ignaros podrán creer en
estas básicas premisas, pues ya toda persona con un mínimo de conocimientos
sobre nuestra América está al tanto de que aquí existían ya civilizaciones,
basadas en una profunda conexión con lo místico, con los portentos de la
naturaleza, índole que en nuestro país es excepcionalmente maravillosa, y que
no tiene nada que envidiar a las bellezas naturales de países extranjeros, al
contrario, el pueblo de este país - la
otra nación, la mestiza - debe valorar lo que tiene, porque con esto puede
defender su propia existencia: con el legado de su país arcaico, de su cultura,
de su arte, de su sangre, así como lo han ejemplificado nuestros pueblos,
pagando con la vida. El desarrollo económico que originó el “progreso” fue
hecho desde un egoísmo inconsciente y depredador, y eso está presente hasta hoy
en día en Chile.
Por
su parte, sobre lo socio-político, Ancalao (2020) comenta en una nota de prensa
refiriéndose a sí mismo y a su pueblo: “como
mapuche, me encuentro en el centro de fuerzas opuestas e igualmente negativas,
que actúan simultáneamente”. Bajo la clasificación de este autor está, por
un lado, un grupo de mapuches ‘complacientes’ que “sin respeto por sí mismos y resignándose a su estado de pobreza,
estiran deshonrosamente la mano a la espera de bonos y subsidios, todo a cambio
de no cuestionar o criticar a quienes administran el poder político, que les otorgan
esas prebendas”. Luego refiere sobre los ‘flagelantes’, en palabras de
Ancalao, estos están llenos de resentimiento, odio y frustración nacida de la
violencia de la discriminación institucionalizada. Muchos de ellos han llegado
al convencimiento de que la violencia es la única vía de solución a todos los males
que sufren o han sufrido. Este grupo vendría a defender las únicas opciones
radicalizadas del indigenismo fundamentalista. Según el autor, esta es la razón
que justifica que los grupos de poder militaricen y judicialicen injustamente
su causa.
Continuando
con la observación de Ancalao, desde otra arista estarían los “seguidores de la tradición judeo-cristiana”,
que muchas veces están más centrados en alcanzar la salvación personal o
individual, en detrimento de la que requiere colectivamente su pueblo como una
gran comunidad que tiene un destino común. A los ya nombrados, suma la
existencia de otro pequeño grupo que estima que para ser mapuche hay que
conservar la sangre, las tradiciones y las costumbres en su estado más puro, “esto recuerda el racismo que prioriza la
raza única, tantas veces fracasado, para ellos un mapuche debe vivir en el
campo, andar con manta y trarilonco, y criticar todo lo que no es mapuche”
(Ancalao, 2020), el autor comenta que son los mismos que utilizan teléfonos
inteligentes chinos, estadounidenses o básicamente extranjeros, escuchan música
en inglés u otros idiomas, aman la cultura coreana, norteamericana, utilizan autos
europeos, chinos, japoneses o norteamericanos, lo que evidencia pasión por la
globalización. Es muy interesante el punto que realiza este autor, hablando desde
su personal experiencia como mapuche.
Llegados
a este punto, afirmamos que el abuso a los pueblos originarios ya no tiene
nombre, hoy en día debemos revitalizar su legado y su herencia, es el verdadero
camino a la salvación de nuestro país Chile. ¿Por qué digo esto?, porque el
chileno carece de una identidad fija, siempre está buscando afuera de lo que cree carecer. Ama otras culturas, sin
embargo, no posee la más mínima apreciación por lo que ya es suyo; esto es
producto de una educación de mala calidad, los medios de comunicación masivos
pierden el tiempo constantemente en inutilidades que poco nos corresponden, se
nos ha enseñado a admirar al que está más allá de los Andes o de nuestro
desierto, al que está más allá de nuestro continente en general, y ¿para qué?,
para hacernos sentir inferiores y, por ende, consumir. Solo se llena -
momentáneamente - con superficialidades materialistas al vacío del alma, pero
esto siempre acaba en bomba de tiempo.
Si
bien un mestizo como nosotros no puede pasar a formar parte de las filas
indígenas plenamente constituidas, plenamente sanguíneas, sí debe admitir que
en su naturaleza genética existe una mezcla entre indígena y español – esta es
la combinación más básica de muchas otras, que generalmente llegan al mismo
surco -, por tanto debemos primeramente acercarnos - de forma sincera - a los
pueblos indígenas y encontrar allí la razón de nuestro existir; debemos
investigar sobre ellos, sobre sus mitologías, para armar una ruta psicológica
que repercuta en lo empírico. Es por eso que en nuestro continente hace tanta
falta una filosofía puramente sudamericana, intento que algunas pocas mentes
brillantes han alcanzado exitosamente.
Por
su parte, el mito como tal, refleja el viaje
nuestros héroes, son estos mitos y sus leyendas a través de la espesura de
nuestros terrenos, los que reflejan – como en un enigmático espejo – nuestros
rostros exaltados; este viaje es el prototipo
divino que todos los pueblos poseen. El mito es el legado cultural más profundo
y arcaico de un pueblo habitante de una determinada zona geográfica; forma
parte de la lingüística álmica, de nuestro inconsciente primitivo, por ello,
debemos acercarnos a la mitología originaria y tratar de entender los mensajes
y señaléticas que allí existen; señales que revelan un estado divino que está
dentro de nosotros, que es parte del territorio en el cual hemos nacido, y que
por eso también nos pertenece. Bajo otro orden de cosas, albergamos
inevitablemente el influjo europeo, particularmente español, de aquí viene que
debamos escoger en qué grado sus filosofías, sus religiones, sus dogmas, sus
visiones de la realidad, tendrán cabida en nosotros y en nuestras ideologías
personales. Debemos elegir o buscar un símbolo
que se sirva de ambas, así para crear algo auténticamente productivo, pero es
necesario dejar de competir; esto finalizará en una favorable repercusión
psíquica.
El
abuso ha sido sorprendente, pero aún queda camino para enmendar, aún quedan
fuerzas, esto ya que el pueblo mestizo está cada vez más cerca de reconocer a
sus pueblos originarios. Los sectores de la sociedad que no están conscientes
de estos postulados o que sean propensos al rechazo hacia los pueblos, están
simplemente desinformados, este efecto decisivo, incluso lapidario, es
precisamente lo que el opresor ha buscado concebir durante siglos. Nuestra
visión del opresor, como hemos mencionado anteriormente en este ensayo, va más
allá de banderas – aunque las incluye - pues este término lo encaminamos más
bien a lo sobrenatural. Sobre esas gentes, también podemos inferir que habitan
en ellos malas intenciones, justificadas probablemente a partir de la
ignorancia, de la ambición, o quizás por cuál otro motivo.
Sin
embargo, pese a estos cuatro tipos de
personas mapuches - que podemos perfectamente extender a los otros pueblos
indígenas, ya que es una opinión que permite dotarse de amplitud – observamos
que sus antepasados han intentado ‘quedar bien’ con todos los sectores para
conducir el proceso de emancipación del pueblo, sufriendo las más terribles
desgracias a modo de respuesta. El líder Mapuche que venció al imperio español:
Pelantaro del Purén Indómito, sirva de ejemplo, debió enfrentarse a quienes se
sentían cómodos trabajando como amigos de los españoles - los llamados
Mareguanos de Santa Cruz -, además fue capaz de trazar una estrategia firme,
disciplinada y clara, de la cual debemos aprender hoy.
Este
párrafo basta para ilustrar mejor lo dicho: las propuestas van desde los
indígenas que aceptan y apoyan los dictámenes del Gobierno; los que tratan que
un indígena sea hoy electo para incorporarse a los delegados; otros más osados
proponen asambleas indígenas para proponer sus temas en la constitución; y
otros apoyan la idea de tener su propia Constitución y Nación dentro de este
Estado que es Chile.
Considera
Ancalao que lo más claro y justo es que los pueblos originarios,
particularmente los mapuches “creen sus
propias asambleas, pero para firmar un pacto social y político con el pueblo de
Chile y el Estado, que incorpore claramente el reconocimiento como nación indígena
en la Constitución, en perfecta concordancia con la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los derechos de los pueblos”. Para ello, citamos lo siguientes: Artículo
6, que indica que “toda persona indígena tiene el derecho a una
nacionalidad”; y en el Artículo 8, que dice “los pueblos y los
individuos indígenas tienen derecho a no ser sometidos a una asimilación
forzada ni a la destrucción de su cultura”. Y fundamentalmente, el Artículo
9, que dice “los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a
pertenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las
tradiciones y costumbres de la comunidad o nación de que se trate. Del
ejercicio de ese derecho no puede resultar discriminación de ningún tipo”.
Los pueblos
originarios y una nueva constitución para Chile
Desde
el estallido-crisis, las diversas comunidades, sectores y colectivos de la
sociedad han perdido el miedo al derecho de expresar y exponer sus ideas. Sin
embargo, los pueblos indígenas llevan sus demandas desde mucho antes, podríamos
aventurar que desde las épocas en que fueron oprimidas sus – hasta entonces -
incólumes tierras y territorios. Durante estos breves siglos han manifestado
siempre sus requerimientos, pero han sido más bien ignorados. Hoy en día
existen “soluciones cosméticas”, muchas ‘palabras bonitas’, pero pobres en la
práctica.
Sobre
la presencia que tienen los pueblos indígenas en el sistema constitucional en
Chile, podemos comentar que desde la reforma social del 18 de octubre (y en la
que aún estamos) la personas y la sociedad han planteado sus más profundas
demandas de cambios, transformaciones; una de ellas es la de generar – como
sabemos – una nueva constitución. Ha surgido – o mejor dicho, resurgido – una
de las deudas más importantes que tiene pendiente la democracia en Chile, sino
desde toda la historia republicana de nuestro país – no solo de estos últimos
30 años – que es fundada en la falta de una constitución que beneficie a los
pueblos indígenas. La apelación ante una carencia basada en la falta de
definición de un estatuto constitucional que asegure que sean tratados con
completa igualdad, así como al resto de la población; con esto, ser
considerados ciudadanos y respetar sus derechos fundamentales y humanos en
plenitud tal como se entiende por los contemporáneos estándares internacionales
de derechos humanos.
Ante
esto surge un nuevo concepto: la plurinacionalidad. Entonces, sobre lo Nacional
y lo Plurinacional podemos comentar lo siguiente: la visión tradicional de la
democracia sostenía que por cada Estado debía existir una nación, esta idea del
siglo XIX no ha acompañado a nuestra estructura estatal chilena hasta el día de
hoy. Esto porque en Chile no se ha realizado la plurinacionalidad. Existe una
tendencia global que ha dado lugar a un constitucionalismo pluralista, lo que
exigen nuestros pueblos originarios es que adecuemos nuestra visión al constitucionalismo de la acomodación, es
decir, acomodar las grandes diferencias culturales que existen en nuestra
sociedad, que las tratemos sin subordinarlas, con un fondo de igualdad; el Estado
debe tratar por igual a esas naciones. El Estado en tanto a principios,
derechos e instituciones que posee, debe acomodar esta diversidad de naciones
dentro del sistema constitucional.
Siguiendo
la línea que los expertos han planteado a través del curso “Momento Constituyente: formación ciudadana para una nueva constitución
política”, particularmente por el Dr. Salvador Millaleo, voz representativa
de los pueblos indígenas durante el módulo 4, podemos establecer que, para
reconocer los derechos del pueblo indígena en plenitud, la constitución actual
debe modificarse para acatar los siguientes puntos:
-
Demanda por la plurinacionalidad:
Consiste, entonces, en la
constitución de un Estado que se basa en diversas naciones y que asegura un
tratamiento igualitario para todas ellas, es decir, que no exista la dominación
de una nación o cultura sobre otra. Asegura un pie de igualdad, para que estos
pueblos originarios (subyugados hasta entonces) puedan crear su propio proyecto
de vida, plan de vida, sin ser subordinados al proyecto de vida de la nación
mestiza que ha vivido al amparo del Estado; que puedan disfrutar de los derechos
que se consagran desde las esferas internacionales de Derechos Humanos sobre la
libre determinación.
-
Libre Determinación:
Consiste en el derecho que tienen
los pueblos originarios de definir su propia estructura, tomar sus propias
decisiones, determinar su estatus político, perseguir sus propias ideas de
bienestar, sea político, social, cultural y económico. Esto no significa la
ruptura del Estado, sino que los pueblos originarios tienen el deber de
redistribuir su propio poder, derechos y atribuciones, para así definir y
proteger sus planes de vida. De esta forma evitar los procesos de asimilación y
extinción que han ocurrido hasta el día de hoy, por tanto, es la lucha de una
sobrevivencia como indígenas, es el derecho a seguir existiendo como pueblos dentro
del orden constitucional.
Con esto, buscamos eliminar la falsa
premisa de que aquí existe una sola nación, que es homogénea, con los mismos
valores, sino que existen diversas naciones que merecen ser tratadas con
igualdad por parte de la democracia.
-
Tierra y Territorio:
Uno de los elementos básicos que
hace posible que puedan persistir los pueblos indígenas como un proyecto
colectivo de vida, es el respeto a sus derechos a la tierra y al territorio.
Estos dos conceptos no tienen el mismo significado para los indígenas que desde
las perspectivas occidentales, ya que desde estas últimas son un espacio – un
conjunto de objetos – con el cuál se ejerce un poder y que posee alguna
utilidad. Por consiguiente, son recursos para ese poder, sea un poder político
o económico.
La tierra y el territorio son para
los pueblos originarios los fundamentos mismos de su existencia, porque la
tierra no es simplemente materia inerte, la tierra es un conjunto de seres
animados, un conjunto de sujetos con los cuales convive el ser humano, es un sujeto entre otros sujetos, esa es la
forma de existir dentro de las diversas culturas indígenas que habitan nuestro
país. Esto quiere decir que la tierra no es un problema de dominio, sino un
problema de convivencia con la tierra; esta visión tan característica de los
pueblos originarios amerita que a nivel del Sistema Internacional de los
Derechos Humanos se protejan sus vínculos espirituales con la tierra. Es por
esta razón que los indígenas la reclaman, no solo por querer dejar a un lado la
pobreza – a la que los condenó el Estado cuando les quitó sus tierras -, sino
que quieren sobre todas las cosas cuidar la tierra, cumplir sus deberes de
convivencia con los distintos elementos de la naturaleza, de la biodiversidad.
Ante esta filosofía de vida, el ser
humano tiene una serie de deberes que cumplir para con la tierra, son los derechos de la tierra que reclaman, para
cumplir con sus obligaciones primeras, de allí que este es precisamente el
conflicto que han tenido con el Estado de Chile, teniendo como uno de sus
núcleos centrales el tema de la perdida de la misma, de cómo el Estado no la ha
respetado como es debido y como este ha fallado en su deber de hacer recuperar
las tierras a los indígenas. Por eso es muy importante que en la nueva constitución
este derecho quede muy claramente establecido.
-
Cultura y Lengua:
Otro ámbito fundamental de derechos
que tiene que replegarse en una nueva constitución son los derechos culturales
y lingüísticos del pueblo indígena. Todos los derechos culturales van en el
sentido de proteger directamente la identidad cultural de los pueblos, con ello
impiden que esta identidad sea manipulada por agentes externos. Se debe
respetar el derecho a la integridad cultural.
Los partícipes de estas culturas
determinarán cómo esta debe cambiar o cómo debe permanecer. El derecho a la
propia lengua pide que los indígenas puedan hablar las suyas propias. Debe
protegerse a la lengua, a los cultores de la lengua, fomentar sus usos y la
oficialización de las mismas como ocurre en muchos otros países. Que el aymará,
la lengua mapuche o el mapudungun sean lenguas oficiales del Estado de Chile,
que sea obligatorio usarlas y que nadie pueda denegar su uso en los trámites
ante el Estado.
Por lo que se refiere a la
educación, los pueblos deben tener derecho a mantener su propio sistema
educativo; también, a nivel general se debe brindar educación de manera
intercultural y plurilingüe, sea esta estatal o privada, para que todos
tengamos acceso a las lenguas de nuestros pueblos. En muchos países la
educación intercultural y plurilingüe no es solo para los indígenas sino
también para los no indígenas, de tal manera que todos los demás aprendan a
valorar la interculturalidad que existe en el país. Esto con el derecho al
propio sistema de pensamiento, propia espiritualidad y a la propiedad
intelectual.
- Reconocimiento Internacional:
Otro elemento relevante del reconocimiento
institucional es que este tiene que adecuarse a los instrumentos
internacionales vigentes de derechos humanos, no es un reconocimiento que opera
en el vacío, sino que los indígenas demandan que tiene que ser al margen del
derecho internacional, ya que este último explicita los derechos
internacionales de D.D.H.H. sobre los indígenas. Por citar algunos: Convenio
169 de la OIT, Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas de 2017 (ONU), la Declaración Americana sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas de 2016 (OEA), Convenio sobre la Diversidad Biológica de
1992 (CDB), Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la
Alimentación y la Agricultura de 2001 (FAO), también el Acuerdo de París sobre
el Cambio Climático de 2015, ya que define roles importantes para los pueblos indígenas
en la conservación de la naturaleza. Todos estos forman parte de un marco
internacional al cual debe adecuarse la constitución chilena.
-
Importancia de los Escaños:
En el marco de esta nueva
constitución, deben existir escaños reservados para los pueblos indígenas,
estos sustentan los derechos a la participación política. Los pueblos indígenas
piden que se asegure de que ellos forman parte, porque es la única manera de
que todas estas transformaciones puedan tomar lugar correctamente - además es
un derecho - porque los pueblos indígenas forman parte del conjunto de pueblos
de Chile, y estos deben estar presentes.
Estas
son las exigencias más importantes, puesto que existen muchas otras que logran
derivarse, y que deberán ser detalladas en su debido momento. En virtud de la
brevedad de este ensayo, así lo hemos también escogido.
CONCLUSIONES
El
desarrollo económico, el capitalismo, el materialismo que originó este progreso
de avanzada hostil en nuestro planeta es claramente evidenciable en la
particularidad del caso chileno, este fenómeno posee vestigios de haber sido
implantado desde un egoísmo inconsciente y depredador; lo mismo ocurre con las
políticas dictatoriales que han provocado terribles efectos en la población
oprimida latinoamericana. La democracia está incompleta, y es nuestro deber
como ciudadanos exigir su faceta restante. Ante esto ha existido un
contrataque: las barricadas, las que junto
a antorchas de fuego son igualmente inconscientes como violentas, estas son
respuestas naturales, inevitables, de parte de la médula biológica y mítica del
mundo. Flujo y reflujo, el ir y venir de las energías, sean estas
centrifugas o centrípetas, sea por una ley de correspondencia o de
causa-efecto, las fuerzas vuelven de la misma forma en que fueron generadas. El
flujo universal característico de los impulsos del Espíritu tiene su cabida
tanto a nivel macrocósmico como microcósmico.
Pudiendo
tener una mirada más profunda y simbólica de los importantes hechos que han
acontecido en los últimos meses a Chile, aseguramos que desde el inconsciente
colectivo de nuestra sociedad se acumularon señales de dolor, sufrimiento,
resentimiento, descontento, miedo y enojo de sus habitantes durante largas
décadas, producto de una sociedad construida en el paradigma del abuso y del
poder.
Chile
necesita crecer para todos, con dignidad, autonomía, y no solo para ciertos
grupos de poder. Somos el colectivo,
somos nosotros, somos todos en un mismo cuerpo e identidad, es aquello que por
años se escondió, no visible, en la sombra del inconsciente. Es la intensidad
volcánica de ese inconsciente colectivo la que ha irrumpido desde las vísperas del
estallido social de octubre, con un grito de rebeldía, desde nuestra juventud
dionisíaca que nada teme y que aún tiene esperanza en la sociedad. Para ello,
la energía del “agua-fuego”, el Ko Ka
Kitral, trae en sí misma la energía destructiva y con ello, regeneradora. Por
esto, nuestros pueblos originarios tienen el derecho a vivir con igualdad,
dignidad y ser parte activa del tejido social, promoviendo la realización de su
nación anhelada, que hoy en día está atrapada en un tiempo paralelo.
La
gente de estas tierras nacionales, tanto proletarios como poderosos, han estado
ambos desarraigados de su fuente espiritual y sabiduría ancestral, obedeciendo
a energías e influencias negativas inconscientes, por lo que desde una
perspectiva arquetípico-simbólica el fuego se ha abierto paso para purificar
antiguas fuerzas de pensamiento, creaciones artificiales obsoletas, negativas,
acumuladas durante siglos. Pronto el equilibrio de la Mapu Ñuke – Tierra Madre
– se instaurará nuevamente sobre estos terrenos, generando justicia implacable,
ya que no hay nada más poderoso que la misma Naturaleza.
Por
ello, desde la tradición del respeto y equilibrio mapuche, por el «az mapu» “costumbre armoniosa de la tierra” y desde el «itrofill mongen» “biodiversidad de la vida natural”
debemos rehacer los parámetros constitucionales que rigen a Chile, iluminado
por la experiencia de potencias extranjeras en materia de pueblos indígenas, en
base a los acuerdos universales, para dar luz a este proceso, para que así esté
amparado por organismos superiores que resguarden, den protección a través de
sus leyes y derechos a nuestros pueblos originarios, los pueblos de Chile.
Haciendo de estos principios parte de nosotros, de nuestra constitución material
como espiritual, sobre todo desde los que formamos la nación mestiza,
compañeros de angustias como de esperanzas, hijos de un mismo Estado, para
crecer juntos y llegar a puertos mejores. Siguiendo el camino de los dioses, el
legado de los antiguos héroes del territorio.
BIBLIOGRAFÍA
Momento Constituyente: Formación ciudadana
para una nueva Constitución Política (2020). Clase de Salvador Millaleo,
titulada “Nueva constitución, pueblos
originarios y Estado plurinacional”. Curso dictado por la Universidad de
Chile.
AGRADECIMIENTOS
A
la comunidad de EduAbierta de la Universidad de Chile por las interactivas
clases, video-conferencias, temáticas de estudio y entrevistas, así como por la
comprensión a sus alumnos ante los desafortunados hechos que ocurren en nuestro
país, por la pandemia y por más.
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