miércoles, 17 de junio de 2020

NUEVA CONSTITUCIÓN: RESTABLECIMIENTO DE LOS DERECHOS INHERENTES DEL PUEBLO MAPUCHE Y DE TODOS LOS ORIGINARIOS.


ENSAYO

TÍTULO: NUEVA CONSTITUCIÓN: RESTABLECIMIENTO DE LOS DERECHOS INHERENTES DEL PUEBLO MAPUCHE Y DE TODOS LOS ORIGINARIOS.

FELIPE I. DE LUCAS A.





 “Somos noticia, pero no pararemos hasta que seamos historia, todo por una Asamblea Constituyente”

28-05-2020




RESUMEN

Este ensayo tiene por objetivo dar a conocer la problemática constitucional actual, junto a la relación que tiene con los pueblos originarios/indígenas de Chile, las limitantes que genera en ellos y los cambios que deberían estructurarse en la nueva constitución, fecha que está por avecinarse, y a la que debemos estar preparados. El respeto por la importancia de los pueblos originarios, la multiculturalidad ancestral, sus derechos y rol en sociedad son ítems que tratamos. Centramos este ensayo en todos los pueblos, pero particularmente hacemos mención del pueblo Mapuche, solo por esta ocasión. Los pueblos están muy al tanto de lo que exigen, demandan y necesitan; por tanto, tenemos la necesidad de instruir a los que tengan acceso a esta irradiación, generando conocimiento, comprensión, análisis y conciencia. Aquí se explica someramente esta problemática para que llegue de forma pedagógica a personas interesadas que deseen aprender. Abordamos el fenómeno de estudio a través de una reflexión sustentada en datos comprobables, históricos y contemporáneos sobre la constitución actual y el por qué debemos abandonarla en beneficio de los pueblos originarios.
            Este abordaje se complementa con una visión espiritual y mitológica desde la cosmogonía mapuche, resaltando una visión mística de la naturaleza, del ser humano y los hechos que hemos vivido desde octubre de 2019.
            Este texto ha nacido como una iniciativa del curso “Momento Constituyente: Formación ciudadana para una nueva constitución política”, a través de la plataforma EduAbierta de la Universidad de Chile. Está dirigido a: compañeros de trabajo, ex compañeros de universidad con los que mantengo cercanías, familia, amigos y vecinos de mi sector a través de la red social vecinal (Cerro Santa Elena, Valparaíso). También lo subiré a mis cinco páginas blogger, cada una de ellas ha llegado a cerca de cinco mil visitas. Y a todos los que puedan llegar a tener acceso a este documento.

Palabras clave:
Nueva-constitución, estallido-social, pueblos-originarios, pueblo-mapuche, Chile.


INTRODUCCIÓN

            Han pasado largas décadas de profundo descontento por la forma en cómo se han llevado a cabo los procesos de nuestro país, la estructura que justifica la organización de los asuntos civiles, sociales, políticos, económicos, culturales, etcétera, encuentra su punto de unión, núcleo y propósito desde la constitución (1980) que lo rige. Se ha dado mayor énfasis a la esfera económica, particularmente privada, dejando de lado las necesidades de sus habitantes; han surgido reformas, pero escasos han sido los cambios auténticos. Los problemas se arrastran desde distintos gobiernos y administraciones. Sin embargo, este descontento e incertidumbre generalizadas se han venido incrementando paulatinamente en estos últimos años, llegando a detonar en la importante crisis social que ha acontecido en octubre. Por mucho tiempo pensamos que estábamos lejos de esos potentes ejemplos de crisis sociales que muchas veces incidieron en países vecinos, así como en otros sectores del globo, pero ahora es una realidad para nosotros. Es así que, la idea del paraíso de perfección que muchas veces nos hicieron creer perdió los pocos cimientos que la sostenían, esto para vivenciar ahora una lamentable faceta de derrumbamiento.
            Pero esto es solo la punta del iceberg, manifestación que poco a poco ha ido ganando superficie, pero que posee todo un universo de pormenores, detalles y necesidades que la animan, presentes en la cara oculta del iceberg que lentamente estuvo asomándose a la luz solar, hasta que de repentino ha explotado, generando gran expectación a nivel nacional como internacional. Todo el mundo está al tanto de lo que ocurre en Chile, o al menos los que se compadecen ante las precariedades o injusticias de los sistemas dominantes sobre los pueblos llanos, los interesados en política, economía, revisionismo histórico, entre otros. Aquellos observan objetivamente que esta detonación es neto producto del descontento social, una realidad ya insoportable que se veía venir y que se ha rebalsado. Todo lo que se concentra bajo fuerte presión durante mucho tiempo ha de liberarse abruptamente por acción natural, por ley física; por tanto, ningún chileno ha negado la fuerza de poderosos mensajes acontecidos desde el 18 de octubre del año 2019, ya que es algo que se albergaba en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad. Estas sensaciones se sabían reales, de donde la ficción no fue más que mera ilusión, es entonces la desigualdad social el punto de ebullición.
            Esto se ha evidenciado en diversos sectores de la sociedad, bajo distintas necesidades que no han logrado ser satisfechas, otras que han sido directamente ignoradas, como es el caso de las peticiones de los pueblos originarios/indígenas en Chile, tema que es de suma relevancia ante las nuevas peticiones sociales, va más allá de un mero ideal o de un inocente símbolo, es algo que no debería dejar indiferente a nadie, ya que quien posea mínima noción de nuestra historia estará al tanto de las diversas y desgraciadas opresiones que aquellos han vivido, desde el comienzo del “descubrimiento”, pasando por la colonización, extendido a la etapa republicana de Chile, y así hasta nuestros tiempos actuales, fatídicamente muy actuales.
            Este país y nuestro continente no fueron descubiertos, sino que existían civilizaciones muy bien constituidas, imperios, pueblos completamente ricos en organizaciones políticas, sociológicas, psicológicas, religiosas, con un completo control de la tierra que les pertenece. Lo religioso poseía su propia e íntima conexión con el cosmos, visiones celebradas por medio de liturgias, ritos y rituales que reflejan el extraordinario sustento teórico cosmogónico; nuestros pueblos, indistintamente, poseían sus propios ideales referentes a cosmogénesis, biogénesis, antropogénesis, lo que otorga suficiente carácter como a cualquier otro pueblo occidental-europeo u oriental. Esto fue incomprensible para los ambiciosos conquistadores, el combustible que alimentó el motor de sus acciones estaba justificado más por afán egocéntrico que por otro motivo; esto en razón del deseo impetuoso de quedar plasmados en el registro histórico de la humanidad por sus supuestos hallazgos; necesidad arraigada en la fantasía de muchos europeos. Esto primó que, en lugar de desear comprender el valor de lo que se llegó a visitar, porque esa es más la palabra correcta, una ‘visita’, fue en cambio irrespetuoso con sus deidades, con sus antepasados, con el espíritu de la sangre y la tierra que en estos territorios dominaba; blasfemó a sus dioses y los declararon herejes por no compartir o seguir plenamente ideas que venían del otro lado del mundo. Los jesuitas son parte de esta empresa, trayendo sin permiso sus iglesias e ideologías. Este deseo de ambición es propio de la Europa al imaginarse como foco central del mundo, adoptando como suyas las injusticias geopolíticas, con ello se creyó capaz de colonizar África, Medio-Oriente, Oriente y América, como si nada, y así lo hizo.  
            Es por eso que en este ensayo seguimos esta línea, además de profundizar en las demandas del pueblo indígena desde la visión política y social actual, veremos qué es lo que se debería cambiar e implementar al margen de una nueva constitución política para ser verdaderamente justos con aquellos, dueños originarios de estas tierras en las cuales sostenemos nuestras casas, nuestros templos, nuestros empleos, nuestras ciudades; todos estos son contemporáneos, resultado de una legislación implantada. Estos cambios deben ser reales, concretos; no sólo emblemas a conveniencia, ni meras propuestas figurativas.


DESARROLLO

            Los impactantes sucesos que ocurren desde el 18 de octubre del año 2019 nos hacen reflexionar profundamente, formar constantes interrogantes que, si bien aún no tienen una respuesta óptima, nos permiten visualizar un futuro diferente. Este futuro está fundamentado en la reducción de la desigualdad social, foco nuclear del espíritu que anima la llamada “revolución” que hemos experimentado, que si bien ahora se encuentra pausada por razón de la pandemia universal, pronto se reactivará nuevamente. Las múltiples necesidades que nosotros, habitantes de esta larga franja territorial que llamamos Chile, compatriotas, hermanos de una misma patria, hemos vivenciado, nos unen en un solo corazón, retroalimentado constantemente de esperanzas y deseos para el mañana. Este fenómeno logra forjar un particular “apoyo mutuo” que genera unión colectiva, todo en virtud de modificar la constitución política, pero no en reformas, sino en sustitución por una nueva, una que vaya de la mano con el supuesto progreso democrático que pregona la política chilena. Para ello, en este ensayo exponemos los siguientes puntos:

Sobre la constitución actual de Chile (1980)

            Sobre nuestra constitución actual, podemos resumir que forma parte de un modelo antimayoritario de democracia protegida que otorga a la minoría política un excesivo poder de veto en la toma de decisiones, afectando con ello al principio de Igualdad, lo que impide la modificación del statu quo heredado. La actual constitución se redactó en el período autoritario, mediante un proceso cerrado y excluyente, que culminó en un plebiscito fraudulento. El golpe de estado de 1973 interrumpió un proceso de democratización institucional que venía desarrollándose gradualmente desde la instauración de la República. Al suspender la Constitución de 1925 y reemplazarla por la de 1980, la dictadura militar buscó imponer un nuevo modelo de “democracia protegida” que daba la espalda al principio de soberanía popular e instalaba una nueva forma de presidencialismo, tutelado por las Fuerzas Armadas como cuarto poder.
            El actual modelo centralizado de toma de decisiones políticas, administrativas, fiscales, y el débil rol del Estado en materia económica son insuficientes para satisfacer las necesidades y prioridades de la sociedad chilena.
            La concepción reduccionista de la democracia que refleja la Constitución de 1980 se acompaña de una concepción maximalista de la economía liberal de mercado, que garantiza la primacía de la propiedad privada y la libre (y casi ilimitada) iniciativa económica, vastas desigualdades socioeconómicas, y el acceso reducido a derechos económicos, sociales, culturales.
            Debe haber plena coherencia del sistema político con el principio democrático. El éxito de esta tarea dependerá, en una medida importante, del papel que jueguen los partidos políticos y de la capacidad de incorporar a la opinión pública y a la sociedad civil en el proceso de cambio constitucional.
            Estos últimos meses no han dejado indiferente a ningún chileno, han ocurrido múltiples acontecimientos impactantes y dolorosos en donde la incertidumbre parece ser la única vía de asimilación. Hemos visto al fuego arrasar, hemos apreciado destrucción y creación, hemos sentido el espíritu de las movilizaciones sociales a flor de piel. Las distintas demandas esperan una respuesta satisfactoria, por lo cual es de suma relevancia el poder estar al tanto - ya sea desde lo teórico como de lo pragmático - de las importantes fechas que se avecinan. La posibilidad de crear una nueva constitución política podría generar las debidas transformaciones que nos permitan la unión entre los ciudadanos, entre las distintas ideologías y formas de apreciar nuestro país, pudiendo forjar el reconocimiento de los derechos que - por naturaleza - nos pertenecen.
            Los sucesos ocurridos desde el 18 de octubre manifiestan el fuerte descontento de numerosos sectores, de ahí que se han evidenciado profundas injusticias que inducen a que seamos un país inarmónico, injusto e indiferente ante las demandas del pueblo. Por ello, es necesario que podamos revisar en conjunto, a través de la ciudadanía como desde la clase política, la opción de cambiar la constitución política, promover la estructuración de artículos y principios actualizados en beneficio de todos los chilenos, y no solo de grupos particulares, pertenecientes a las distintas esferas de poder económicas, políticas y rectoras del curso del país.
            Este es un proceso en el cual debemos participar todos los chilenos, todos los que tengan el interés y el anhelo de hacer de este un país mejor, más inclusivo e integrado; con ello ser parte del cambio y de la motivación que implica tomar el peso al asunto, en base al uso adecuado de la información, al estudio, al repaso de la constitución de 1980, buscando los puntos débiles, logrando identificarlos y así poder sugerir restablecer lo que consideremos conveniente. Nadie debería quedar fuera de este momento, es de responsabilidad ciudadana la participación. También, si poseemos ciertos conocimientos sobre estas dinámicas, poder instruir a los demás e incentivar a que sean parte del proceso, en donde – al unísono – crearemos un nuevo texto de constitución política, diferente, renovado bajo una visión humanitaria.
            Atrás han quedado los juicios de hace cuatro décadas, estamos en tiempos diferentes, la óptica con la cual apreciamos la realidad se ha modificado, ha evolucionado, y Chile puede ser parte de esto, puede contribuir en la construcción de un modelo mejor que sirva de ejemplo a otros Estados que están en vías de crecimiento y desarrollo como nosotros. Por eso, a modo de ejemplo internacional, es conveniente que repensemos la importancia del rol individual en sociedad y en la contribución que cada pensamiento u opinión tiene en el colectivo, ya que todo microproceso repercute en un macroresultado. Pero para un cambio de esta magnitud, es necesario que el chileno tome conciencia y no se mantenga indiferente, debe trabajar arduamente en otorgar sentido a este proceso, porque todo cambio masivo implica también una transformación interna y un esfuerzo adicional de su parte.


Sobre los pueblos originarios

            Las demandas de los pueblos indígenas son antiguas, es decir, no son recientes. Los pueblos indígenas ya llevan mucho tiempo solicitando una nueva constitución, reconocimiento constitucional en la lógica de un nuevo texto en donde los derechos del pueblo indígena se realicen en plenitud. En definitiva, debe ser una constitución completamente diferente de la actual.
            Con ello, debemos superar la saturación de aquellos discursos basados en consignas, pero vacías de contenido, de forma y proyección, estos mensajes deben ser expuestos con claridad y congruencia, esto en caso de que queramos apoyar la causa indígena y ser parte de ella. Los emblemas y consignas deben albergar la intención de entregar un mensaje coherente, que posea una estructura suficiente que respalde una propuesta, un punto de vista que no quede en la “mera” frase popular. Los pueblos indígenas han dedicado su vida por generaciones para alcanzar esta empresa, muchos se han rendido en el camino, acoplándose al sistema; otros siguen luchando, y de ahí nuestra motivación.
             El escuchar, averiguar, comunicar, el ser parte, esto y más fortalece la unidad social y política que, en efecto, se ha dado hoy de forma natural, sin intervención de supuestos líderes. Esto pone las cartas sobre la mesa, dejando de manifiesto que estando en democracia no se han resuelto los problemas esenciales de los pueblos originarios. Los alegatos de los líderes públicos que apoyan la causa son finalmente opacados por la fuerza de las máquinas y de la economía. Esto toma una mayor importancia hoy en que el pueblo de Chile ha reconocido, se ha acercado a la necesidad de los pueblos indígenas, tomándola también como suya. De esto hay innumerables evidencias, sobre todo desde el estallido social. El pueblo en general ha tomado conciencia de sus peticiones y alegatos, luchando también por ellos, cantando el himno en mapudungun de «Marichiweu!» “¡Diez y mil veces venceremos!”, adoptando de antemano la victoria, predestinada por los antiguos héroes y dioses mapuches, como de los pueblos indígenas en general, espíritus ancestrales que demandan soberanía sobre lo que les pertenece.
            El pueblo se ha acercado a la demanda centenaria de los pueblos originarios, toman sus símbolos, siguen su filosofía, apoyan sus demandas y valoran sus luchas. Nos hemos encontrado cegados durante mucho tiempo, la falta de información fiable es sumamente abundante, los medios de comunicación masivos (la prensa escrita, audiovisual) suele estar al servicio de las cúspides más poderosas. Ejemplos de prensa internacional nos han dejado estupefactos, por tan alto nivel de certeza y objetividad, de la que muchos al servicio del periodismo chileno deberían imitar. Los medios locales de comunicación masiva nunca revelan del todo la verdad… el que está interesado en el tema debe averiguar más a fondo, investigar como si no existiera un fin, percatándose el investigador que sin recorrer mucho camino hallará respuestas a sus inquietudes.
            Hoy nos encontramos vivenciando un especial «apoyo mutuo» entre la nación mestiza y la nación indígena. Esta última no ha podido aún restablecerse formalmente debido a la falta de atención seria de parte de aquellos “líderes” políticos, sean populistas o retraídos, ninguno ha aportado el grano de arena suficiente como para llevar la causa indígena al plano constitucional, esta es una deuda. Bajo este prisma, empero, exceptuamos a sus representantes y dirigentes directos, el rostro visible de la causa llana. Por ello, es necesario modificar la constitución, crear una absolutamente nueva, fresca, rejuvenecida para los tiempos venideros. Hay que pensar en el mañana de Chile, sino nos quedaremos atrás como Estado, sino es probable que el caos reine en la conciencia colectiva, rebalsando su caudal de dolor en dirección a los túneles que llevan al centro de la tierra, aquellos que inician en la columna vertebral de la serpiente arcaica, esa que sostiene a Los Andes. Somos dos naciones en un mismo Estado frente a un adversario común: la supremacía de la casta política y económica que lo administra, transformándolo en negligente ante su – ahora - impávido pueblo. La democracia está incompleta, esto para sostener y proyectar sus privilegios en vastas suntuosidades, a costa de gran parte de sus compatriotas que quedan fuera de este modelo de desarrollo y de la “empresa” que es ahora Chile; esto solo aumenta las riquezas de ciertos sectores, en detrimento de gran parte de los nacionales.
            Como menciona con gran belleza Z. Mora (2019): “Cada chileno/a desde la tradición del respeto y equilibrio mapuche por el az mapu «costumbre armoniosa de la tierra» y desde el itrofill mongen «biodiversidad de la vida natural», debemos cuestionarnos a fondo estas preguntas: ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿cómo es que nos hemos olvidado de la belleza y pisoteado lo sagrado?, ¿cómo es que nos perdimos tanto como para pensar que sólo existe lo que brilla y se compra? ¿Acaso nuestros bienes son más importantes que el respeto por la vida misma y el espíritu divino que la anima? ¿Cómo es que el interés quiso segar de cuajo los árboles y apresar la fuerza alegre y vivificadora de los ríos? ¿Cómo es que hicimos avanzar sin misericordia el desierto, a tal punto que la fauna hoy nos teme, nos huye y el bosque quisiera volverse piedra para salvarse de nuestras manos?”
            A partir de estas palabras y continuando nuestra idea fuerza, es cierto que nuestro país actualmente está sufriendo no solo una crisis a nivel político, social, económico; sino que también una severa crisis espiritual. Este país está realmente dividido, digamos que la lucha entre el «bien y el mal», la ya milenaria dialéctica de la existencia es algo más que simbólico en este territorio, pues alcanza su máxima plenitud. Con esto no estamos hablando ni de “derechas” ni de “izquierdas”, aunque harta incidencia tienen, más nos referimos a una verdadera guerra espiritual que está aconteciendo en nuestro país, que va más allá de una comprensión racional, inundándose ya en un establecimiento de orden mítico. Como bien hemos recalcado, muchos se culparán los unos a los otros, otros culparán a un partido político, otros culparan a ciertos líderes… Todas estas impresiones son verídicas, pero también recalcamos la existencia de otra lucha, una que está más allá del espacio y del tiempo, palpitando ahora en este presente, hoy en día, más que nunca, en el terreno salvaje del Espíritu puro. No obstante, de todo «caos» siempre retorna un «orden» ancestral: el resurgimiento de una nueva época dorada.
            No debemos temer, sino tener confianza en que Chile volverá a recuperar su identidad, su amor a la patria; particularmente, nosotros, los ciudadanos mestizos podremos encontrar un puente cercano que nos llevará a nuestros orígenes allá en lo más profundo del espíritu de Chile, en la ígnea zona campal, junto a nuestros pueblos antecesores, por la honra de nuestros antepasados, un puente de carne y espíritu. Esta conexión será objetiva y subjetiva, será introspectiva, abstractiva y real, con esto, concreta: derechos, plurinacionalidad, reconocimiento constitucional, derecho a la consulta indígena, derechos sobre la tierra y territorio, a la propiedad cultural, intelectual, autonomía, reconocimiento de derechos colectivos, libre determinación, protección de sistemas normativos de los indígenas, entre muchos otros. Esta es la antesala a un nuevo escenario, de donde podremos unirnos efectivamente en las decisiones que atañen a nuestro país, podremos visitarnos los unos a los otros, aprender de ustedes. Hay que edificar un santuario simbólico de esta unión, lugar donde nuestros pensamientos hallarán regocijo, y se unirán en una misma tendencia.
            Es por ello que los chilenos tenemos un compromiso pendiente: que es acercarnos a los pueblos indígenas, buscando la catarsis mutua, que es su vez socio-psicológica; esto con humildad, para poder compartir las llaves que nos contacten con ese Chile místico, allá en la esfera interna, que es la fuente que podrá nutrir nuestras relaciones, unir nuestros propósitos en un fin. Crecer el uno con el otro, pues, nunca hemos estado separados, es la mal maniobrada política la que nos ha distanciado, más la atmósfera convoca, en un ir y venir eterno, hasta el fin de esta Era.
            Debemos acercarnos a la mitología de nuestros pueblos, vivirla y experimentarla como nuestra, caer de lleno en el estudio e investigación académica de estas. Debemos abandonar el repetido y sin sentido chance a los estudios y vanaglorias extranjeras, sean estas antropológicas, sean estas arqueológicas, sean estas históricas; es más que digno nuestro territorio de entregarnos todas las herramientas para la completitud académica. Debemos nacionalizar nuestros productos, debemos nacionalizar nuestras reservas y nuestra maravillosa naturaleza nos lo agradecerá. Esperamos que con esta nueva constitución podamos aprender a valorar lo que es nuestro: todo este vasto territorio, rico en distintos matices, tiene todo lo que necesitamos para sobrevivir, espero podamos destruir las cláusulas que han vendido el alma del país a los magnates extranjeros, que solo han utilizado nuestro territorio para explotarnos, fruto de acuerdos diplomáticos mediocres, basados en intereses egoístas de las distintas clases políticas que desde hace décadas están ejerciendo. El cobre es nuestro, el desierto, la observación astronómica es nuestra, debemos abrir nuestros propios observatorios, debemos amar nuestro mar y declararlo nuestro por derecho propio, así con nuestras montañas, nuestros campos, nuestra agricultura, nuestras viñas y más.
            Nuestra crisis actual es de toda la Tierra, así como de todo el espacio-tiempo del nuevo Chile, ese que ha nacido del derramamiento de sangre. El estallido social es una consecuencia, un efecto directo en la vida de las personas por una causa: la sistemática siembra de desequilibrios y transgresiones, todas cometidas en los últimos tiempos del devenir humano sobre esta mapu. Todo producto del modelo de consumo, del lucro acumulador, de la falsa democracia y de la desregulación de la economía a las “leyes de mercado”. Como dice Z. Mora (2019), “estamos viviendo justamente en estos días en las aguas emocionales de Kay-Kay Filu (la serpiente de las inundaciones de las tierras bajas, incluyendo las pasiones humanas bajas)”. Prosigue, “no olvidar que la serpiente Filu del verbo ful´ ün, significa ‘desparramarse sin control’, y en el antiguo idioma andino, Kay es «divinidad»”. Estas aguas emocionales se manifiestan también a través del fuego.
            La analogía es clara, el fuego, el combustible del estallido social general, es una expresión natural, una respuesta de los elementos de la naturaleza a través de la conciencia humana, a través de su expresión y actuar. El poderoso binomio “agua-fuego” (ko ka kitral) siempre está presente, ya sea al momento de enjuiciar al alma de un difunto, como cuando corresponde enjuiciar el tiempo de un alma colectiva. El elemento del fuego es transformador, posee las tres fuerzas básicas de la existencia, a saber: destrucción, conservación, creación, inmortalizadas en otras tantas culturas sobre este globo, como la hindú. Esto porque el fuego posee la capacidad de destruir, induce a un nuevo estado de cosas por medio de la metamorfosis de las partículas que actúan sobre el objeto de su fuerza, lo quemado “cambia” su forma al pasar a ser un cúmulo de cenizas; por otro lado, el fuego conserva, con ello podemos iluminar la noche, podemos cocinar nuestros alimentos, entregar calor a nuestros hogares; finalmente, el fuego es creador, ya que con este se ha podido crear la civilización, ha permitido crear nuevos estados físicos. Dada esta explicación, vemos como el fuego a partir del estallido social de octubre ha logrado destruir una vieja máscara, una antigua piel ya inservible, acrecentando su potencia, imponiendo su furia a lo largo de todo el mundo, su alcance ha repercutido en la opinión pública de todos los países. De este nuevo orden deberá nacer un nuevo producto - a partir de su potencial creador - para preservar la naturaleza humana, a los habitantes de Chile, a través de su conservación.
            Todo lo que se obtenga del fuego es importante, quien desee ignorar estos mensajes solo se aleja del prístino pensamiento sensible, base sobre la que nuestra razón se sostiene, producto del desenvolvimiento humano sobre la Tierra. El mundo racional de las ideas concretas solo capta un espectro muy limitado de información que ofrece el medio, lo dicho es consecuencia de la naturaleza, sus señaléticas son el flujo de comunicación.
            Z. Mora dice: “otra definición mapuche muy interesante para estos tiempos es el concepto de wekufe, ‘el mal’ o ‘lo maligno’, que viene de la raíz wekun, ‘afuera’, ‘lo externo’, y en relación al malestar que podemos traer a nuestras vidas cuando no estamos auténticamente conectados con la fuente y raíz de quien “yo soy”. Pero que también se lee “wekufe” (we, ‘lo nuevo’ y küfu, ‘echarse a perder’ o ‘corromperse’) como ‘el mal equilibrador’ o aquel que ‘compone lo nuevo echando a perder”. Bajo esta indicación, el wekufe o lo maligno, no es necesariamente “malo” desde la perspectiva temporal, pues debido a la putrefacción y al aceleramiento del tiempo vendrían cosas nuevas, buenas e impensadas. Por tanto, como pueblo mestizo no debemos temer a una crisis mayor desde estos proféticos axiomas mitológicos, pues esto tiene un resultado que permitirá equilibrar, transformar, restablecer un orden perdido.
            Por ello, vemos que la inteligencia humana ha creado un estado-estadio, muchas veces devastador, ha pasado por encima del respeto a la naturaleza, ha rechazado la fuente, el origen y fin de todas las cosas. En nuestro país, se conquistó y se alude que se “descubrió”, solamente los ignaros podrán creer en estas básicas premisas, pues ya toda persona con un mínimo de conocimientos sobre nuestra América está al tanto de que aquí existían ya civilizaciones, basadas en una profunda conexión con lo místico, con los portentos de la naturaleza, índole que en nuestro país es excepcionalmente maravillosa, y que no tiene nada que envidiar a las bellezas naturales de países extranjeros, al contrario, el pueblo de este país - la otra nación, la mestiza - debe valorar lo que tiene, porque con esto puede defender su propia existencia: con el legado de su país arcaico, de su cultura, de su arte, de su sangre, así como lo han ejemplificado nuestros pueblos, pagando con la vida. El desarrollo económico que originó el “progreso” fue hecho desde un egoísmo inconsciente y depredador, y eso está presente hasta hoy en día en Chile.
            Por su parte, sobre lo socio-político, Ancalao (2020) comenta en una nota de prensa refiriéndose a sí mismo y a su pueblo: “como mapuche, me encuentro en el centro de fuerzas opuestas e igualmente negativas, que actúan simultáneamente”. Bajo la clasificación de este autor está, por un lado, un grupo de mapuches ‘complacientes’ que “sin respeto por sí mismos y resignándose a su estado de pobreza, estiran deshonrosamente la mano a la espera de bonos y subsidios, todo a cambio de no cuestionar o criticar a quienes administran el poder político, que les otorgan esas prebendas”. Luego refiere sobre los ‘flagelantes’, en palabras de Ancalao, estos están llenos de resentimiento, odio y frustración nacida de la violencia de la discriminación institucionalizada. Muchos de ellos han llegado al convencimiento de que la violencia es la única vía de solución a todos los males que sufren o han sufrido. Este grupo vendría a defender las únicas opciones radicalizadas del indigenismo fundamentalista. Según el autor, esta es la razón que justifica que los grupos de poder militaricen y judicialicen injustamente su causa.
            Continuando con la observación de Ancalao, desde otra arista estarían los “seguidores de la tradición judeo-cristiana”, que muchas veces están más centrados en alcanzar la salvación personal o individual, en detrimento de la que requiere colectivamente su pueblo como una gran comunidad que tiene un destino común. A los ya nombrados, suma la existencia de otro pequeño grupo que estima que para ser mapuche hay que conservar la sangre, las tradiciones y las costumbres en su estado más puro, “esto recuerda el racismo que prioriza la raza única, tantas veces fracasado, para ellos un mapuche debe vivir en el campo, andar con manta y trarilonco, y criticar todo lo que no es mapuche” (Ancalao, 2020), el autor comenta que son los mismos que utilizan teléfonos inteligentes chinos, estadounidenses o básicamente extranjeros, escuchan música en inglés u otros idiomas, aman la cultura coreana, norteamericana, utilizan autos europeos, chinos, japoneses o norteamericanos, lo que evidencia pasión por la globalización. Es muy interesante el punto que realiza este autor, hablando desde su personal experiencia como mapuche.
            Llegados a este punto, afirmamos que el abuso a los pueblos originarios ya no tiene nombre, hoy en día debemos revitalizar su legado y su herencia, es el verdadero camino a la salvación de nuestro país Chile. ¿Por qué digo esto?, porque el chileno carece de una identidad fija, siempre está buscando afuera de lo que cree carecer. Ama otras culturas, sin embargo, no posee la más mínima apreciación por lo que ya es suyo; esto es producto de una educación de mala calidad, los medios de comunicación masivos pierden el tiempo constantemente en inutilidades que poco nos corresponden, se nos ha enseñado a admirar al que está más allá de los Andes o de nuestro desierto, al que está más allá de nuestro continente en general, y ¿para qué?, para hacernos sentir inferiores y, por ende, consumir. Solo se llena - momentáneamente - con superficialidades materialistas al vacío del alma, pero esto siempre acaba en bomba de tiempo.
            Si bien un mestizo como nosotros no puede pasar a formar parte de las filas indígenas plenamente constituidas, plenamente sanguíneas, sí debe admitir que en su naturaleza genética existe una mezcla entre indígena y español – esta es la combinación más básica de muchas otras, que generalmente llegan al mismo surco -, por tanto debemos primeramente acercarnos - de forma sincera - a los pueblos indígenas y encontrar allí la razón de nuestro existir; debemos investigar sobre ellos, sobre sus mitologías, para armar una ruta psicológica que repercuta en lo empírico. Es por eso que en nuestro continente hace tanta falta una filosofía puramente sudamericana, intento que algunas pocas mentes brillantes han alcanzado exitosamente.
            Por su parte, el mito como tal, refleja el viaje nuestros héroes, son estos mitos y sus leyendas a través de la espesura de nuestros terrenos, los que reflejan – como en un enigmático espejo – nuestros rostros exaltados; este viaje es el prototipo divino que todos los pueblos poseen. El mito es el legado cultural más profundo y arcaico de un pueblo habitante de una determinada zona geográfica; forma parte de la lingüística álmica, de nuestro inconsciente primitivo, por ello, debemos acercarnos a la mitología originaria y tratar de entender los mensajes y señaléticas que allí existen; señales que revelan un estado divino que está dentro de nosotros, que es parte del territorio en el cual hemos nacido, y que por eso también nos pertenece. Bajo otro orden de cosas, albergamos inevitablemente el influjo europeo, particularmente español, de aquí viene que debamos escoger en qué grado sus filosofías, sus religiones, sus dogmas, sus visiones de la realidad, tendrán cabida en nosotros y en nuestras ideologías personales. Debemos elegir o buscar un símbolo que se sirva de ambas, así para crear algo auténticamente productivo, pero es necesario dejar de competir; esto finalizará en una favorable repercusión psíquica.
            El abuso ha sido sorprendente, pero aún queda camino para enmendar, aún quedan fuerzas, esto ya que el pueblo mestizo está cada vez más cerca de reconocer a sus pueblos originarios. Los sectores de la sociedad que no están conscientes de estos postulados o que sean propensos al rechazo hacia los pueblos, están simplemente desinformados, este efecto decisivo, incluso lapidario, es precisamente lo que el opresor ha buscado concebir durante siglos. Nuestra visión del opresor, como hemos mencionado anteriormente en este ensayo, va más allá de banderas – aunque las incluye - pues este término lo encaminamos más bien a lo sobrenatural. Sobre esas gentes, también podemos inferir que habitan en ellos malas intenciones, justificadas probablemente a partir de la ignorancia, de la ambición, o quizás por cuál otro motivo.
            Sin embargo, pese a estos cuatro tipos de personas mapuches - que podemos perfectamente extender a los otros pueblos indígenas, ya que es una opinión que permite dotarse de amplitud – observamos que sus antepasados han intentado ‘quedar bien’ con todos los sectores para conducir el proceso de emancipación del pueblo, sufriendo las más terribles desgracias a modo de respuesta. El líder Mapuche que venció al imperio español: Pelantaro del Purén Indómito, sirva de ejemplo, debió enfrentarse a quienes se sentían cómodos trabajando como amigos de los españoles - los llamados Mareguanos de Santa Cruz -, además fue capaz de trazar una estrategia firme, disciplinada y clara, de la cual debemos aprender hoy.
            Este párrafo basta para ilustrar mejor lo dicho: las propuestas van desde los indígenas que aceptan y apoyan los dictámenes del Gobierno; los que tratan que un indígena sea hoy electo para incorporarse a los delegados; otros más osados proponen asambleas indígenas para proponer sus temas en la constitución; y otros apoyan la idea de tener su propia Constitución y Nación dentro de este Estado que es Chile.
            Considera Ancalao que lo más claro y justo es que los pueblos originarios, particularmente los mapuches “creen sus propias asambleas, pero para firmar un pacto social y político con el pueblo de Chile y el Estado, que incorpore claramente el reconocimiento como nación indígena en la Constitución, en perfecta concordancia con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos”.  Para ello, citamos lo siguientes: Artículo 6, que indica que “toda persona indígena tiene el derecho a una nacionalidad”; y en el Artículo 8, que dice “los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a no ser sometidos a una asimilación forzada ni a la destrucción de su cultura”. Y fundamentalmente, el Artículo 9, que dice “los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a pertenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las tradiciones y costumbres de la comunidad o nación de que se trate. Del ejercicio de ese derecho no puede resultar discriminación de ningún tipo”.


Los pueblos originarios y una nueva constitución para Chile

            Desde el estallido-crisis, las diversas comunidades, sectores y colectivos de la sociedad han perdido el miedo al derecho de expresar y exponer sus ideas. Sin embargo, los pueblos indígenas llevan sus demandas desde mucho antes, podríamos aventurar que desde las épocas en que fueron oprimidas sus – hasta entonces - incólumes tierras y territorios. Durante estos breves siglos han manifestado siempre sus requerimientos, pero han sido más bien ignorados. Hoy en día existen “soluciones cosméticas”, muchas ‘palabras bonitas’, pero pobres en la práctica.
            Sobre la presencia que tienen los pueblos indígenas en el sistema constitucional en Chile, podemos comentar que desde la reforma social del 18 de octubre (y en la que aún estamos) la personas y la sociedad han planteado sus más profundas demandas de cambios, transformaciones; una de ellas es la de generar – como sabemos – una nueva constitución. Ha surgido – o mejor dicho, resurgido – una de las deudas más importantes que tiene pendiente la democracia en Chile, sino desde toda la historia republicana de nuestro país – no solo de estos últimos 30 años – que es fundada en la falta de una constitución que beneficie a los pueblos indígenas. La apelación ante una carencia basada en la falta de definición de un estatuto constitucional que asegure que sean tratados con completa igualdad, así como al resto de la población; con esto, ser considerados ciudadanos y respetar sus derechos fundamentales y humanos en plenitud tal como se entiende por los contemporáneos estándares internacionales de derechos humanos.
            Ante esto surge un nuevo concepto: la plurinacionalidad. Entonces, sobre lo Nacional y lo Plurinacional podemos comentar lo siguiente: la visión tradicional de la democracia sostenía que por cada Estado debía existir una nación, esta idea del siglo XIX no ha acompañado a nuestra estructura estatal chilena hasta el día de hoy. Esto porque en Chile no se ha realizado la plurinacionalidad. Existe una tendencia global que ha dado lugar a un constitucionalismo pluralista, lo que exigen nuestros pueblos originarios es que adecuemos nuestra visión al constitucionalismo de la acomodación, es decir, acomodar las grandes diferencias culturales que existen en nuestra sociedad, que las tratemos sin subordinarlas, con un fondo de igualdad; el Estado debe tratar por igual a esas naciones. El Estado en tanto a principios, derechos e instituciones que posee, debe acomodar esta diversidad de naciones dentro del sistema constitucional.
            Siguiendo la línea que los expertos han planteado a través del curso “Momento Constituyente: formación ciudadana para una nueva constitución política”, particularmente por el Dr. Salvador Millaleo, voz representativa de los pueblos indígenas durante el módulo 4, podemos establecer que, para reconocer los derechos del pueblo indígena en plenitud, la constitución actual debe modificarse para acatar los siguientes puntos:


-         Demanda por la plurinacionalidad:

            Consiste, entonces, en la constitución de un Estado que se basa en diversas naciones y que asegura un tratamiento igualitario para todas ellas, es decir, que no exista la dominación de una nación o cultura sobre otra. Asegura un pie de igualdad, para que estos pueblos originarios (subyugados hasta entonces) puedan crear su propio proyecto de vida, plan de vida, sin ser subordinados al proyecto de vida de la nación mestiza que ha vivido al amparo del Estado; que puedan disfrutar de los derechos que se consagran desde las esferas internacionales de Derechos Humanos sobre la libre determinación.


-         Libre Determinación:

            Consiste en el derecho que tienen los pueblos originarios de definir su propia estructura, tomar sus propias decisiones, determinar su estatus político, perseguir sus propias ideas de bienestar, sea político, social, cultural y económico. Esto no significa la ruptura del Estado, sino que los pueblos originarios tienen el deber de redistribuir su propio poder, derechos y atribuciones, para así definir y proteger sus planes de vida. De esta forma evitar los procesos de asimilación y extinción que han ocurrido hasta el día de hoy, por tanto, es la lucha de una sobrevivencia como indígenas, es el derecho a seguir existiendo como pueblos dentro del orden constitucional.

            Con esto, buscamos eliminar la falsa premisa de que aquí existe una sola nación, que es homogénea, con los mismos valores, sino que existen diversas naciones que merecen ser tratadas con igualdad por parte de la democracia.


-         Tierra y Territorio:

            Uno de los elementos básicos que hace posible que puedan persistir los pueblos indígenas como un proyecto colectivo de vida, es el respeto a sus derechos a la tierra y al territorio. Estos dos conceptos no tienen el mismo significado para los indígenas que desde las perspectivas occidentales, ya que desde estas últimas son un espacio – un conjunto de objetos – con el cuál se ejerce un poder y que posee alguna utilidad. Por consiguiente, son recursos para ese poder, sea un poder político o económico.

            La tierra y el territorio son para los pueblos originarios los fundamentos mismos de su existencia, porque la tierra no es simplemente materia inerte, la tierra es un conjunto de seres animados, un conjunto de sujetos con los cuales convive el ser humano, es un sujeto entre otros sujetos, esa es la forma de existir dentro de las diversas culturas indígenas que habitan nuestro país. Esto quiere decir que la tierra no es un problema de dominio, sino un problema de convivencia con la tierra; esta visión tan característica de los pueblos originarios amerita que a nivel del Sistema Internacional de los Derechos Humanos se protejan sus vínculos espirituales con la tierra. Es por esta razón que los indígenas la reclaman, no solo por querer dejar a un lado la pobreza – a la que los condenó el Estado cuando les quitó sus tierras -, sino que quieren sobre todas las cosas cuidar la tierra, cumplir sus deberes de convivencia con los distintos elementos de la naturaleza, de la biodiversidad.

            Ante esta filosofía de vida, el ser humano tiene una serie de deberes que cumplir para con la tierra, son los derechos de la tierra que reclaman, para cumplir con sus obligaciones primeras, de allí que este es precisamente el conflicto que han tenido con el Estado de Chile, teniendo como uno de sus núcleos centrales el tema de la perdida de la misma, de cómo el Estado no la ha respetado como es debido y como este ha fallado en su deber de hacer recuperar las tierras a los indígenas. Por eso es muy importante que en la nueva constitución este derecho quede muy claramente establecido.


-         Cultura y Lengua:

            Otro ámbito fundamental de derechos que tiene que replegarse en una nueva constitución son los derechos culturales y lingüísticos del pueblo indígena. Todos los derechos culturales van en el sentido de proteger directamente la identidad cultural de los pueblos, con ello impiden que esta identidad sea manipulada por agentes externos. Se debe respetar el derecho a la integridad cultural.

            Los partícipes de estas culturas determinarán cómo esta debe cambiar o cómo debe permanecer. El derecho a la propia lengua pide que los indígenas puedan hablar las suyas propias. Debe protegerse a la lengua, a los cultores de la lengua, fomentar sus usos y la oficialización de las mismas como ocurre en muchos otros países. Que el aymará, la lengua mapuche o el mapudungun sean lenguas oficiales del Estado de Chile, que sea obligatorio usarlas y que nadie pueda denegar su uso en los trámites ante el Estado.

            Por lo que se refiere a la educación, los pueblos deben tener derecho a mantener su propio sistema educativo; también, a nivel general se debe brindar educación de manera intercultural y plurilingüe, sea esta estatal o privada, para que todos tengamos acceso a las lenguas de nuestros pueblos. En muchos países la educación intercultural y plurilingüe no es solo para los indígenas sino también para los no indígenas, de tal manera que todos los demás aprendan a valorar la interculturalidad que existe en el país. Esto con el derecho al propio sistema de pensamiento, propia espiritualidad y a la propiedad intelectual.


-         Reconocimiento Internacional:

            Otro elemento relevante del reconocimiento institucional es que este tiene que adecuarse a los instrumentos internacionales vigentes de derechos humanos, no es un reconocimiento que opera en el vacío, sino que los indígenas demandan que tiene que ser al margen del derecho internacional, ya que este último explicita los derechos internacionales de D.D.H.H. sobre los indígenas. Por citar algunos: Convenio 169 de la OIT, Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2017 (ONU), la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2016 (OEA), Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992 (CDB), Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura de 2001 (FAO), también el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático de 2015, ya que define roles importantes para los pueblos indígenas en la conservación de la naturaleza. Todos estos forman parte de un marco internacional al cual debe adecuarse la constitución chilena.

-         Importancia de los Escaños:

            En el marco de esta nueva constitución, deben existir escaños reservados para los pueblos indígenas, estos sustentan los derechos a la participación política. Los pueblos indígenas piden que se asegure de que ellos forman parte, porque es la única manera de que todas estas transformaciones puedan tomar lugar correctamente - además es un derecho - porque los pueblos indígenas forman parte del conjunto de pueblos de Chile, y estos deben estar presentes.
           
            Estas son las exigencias más importantes, puesto que existen muchas otras que logran derivarse, y que deberán ser detalladas en su debido momento. En virtud de la brevedad de este ensayo, así lo hemos también escogido.




CONCLUSIONES

            El desarrollo económico, el capitalismo, el materialismo que originó este progreso de avanzada hostil en nuestro planeta es claramente evidenciable en la particularidad del caso chileno, este fenómeno posee vestigios de haber sido implantado desde un egoísmo inconsciente y depredador; lo mismo ocurre con las políticas dictatoriales que han provocado terribles efectos en la población oprimida latinoamericana. La democracia está incompleta, y es nuestro deber como ciudadanos exigir su faceta restante. Ante esto ha existido un contrataque: las barricadas, las que junto a antorchas de fuego son igualmente inconscientes como violentas, estas son respuestas naturales, inevitables, de parte de la médula biológica y mítica del mundo. Flujo y reflujo, el ir y venir de las energías, sean estas centrifugas o centrípetas, sea por una ley de correspondencia o de causa-efecto, las fuerzas vuelven de la misma forma en que fueron generadas. El flujo universal característico de los impulsos del Espíritu tiene su cabida tanto a nivel macrocósmico como microcósmico.
            Pudiendo tener una mirada más profunda y simbólica de los importantes hechos que han acontecido en los últimos meses a Chile, aseguramos que desde el inconsciente colectivo de nuestra sociedad se acumularon señales de dolor, sufrimiento, resentimiento, descontento, miedo y enojo de sus habitantes durante largas décadas, producto de una sociedad construida en el paradigma del abuso y del poder.
            Chile necesita crecer para todos, con dignidad, autonomía, y no solo para ciertos grupos de poder. Somos el colectivo, somos nosotros, somos todos en un mismo cuerpo e identidad, es aquello que por años se escondió, no visible, en la sombra del inconsciente. Es la intensidad volcánica de ese inconsciente colectivo la que ha irrumpido desde las vísperas del estallido social de octubre, con un grito de rebeldía, desde nuestra juventud dionisíaca que nada teme y que aún tiene esperanza en la sociedad. Para ello, la energía del “agua-fuego”, el Ko Ka Kitral, trae en sí misma la energía destructiva y con ello, regeneradora. Por esto, nuestros pueblos originarios tienen el derecho a vivir con igualdad, dignidad y ser parte activa del tejido social, promoviendo la realización de su nación anhelada, que hoy en día está atrapada en un tiempo paralelo.
            La gente de estas tierras nacionales, tanto proletarios como poderosos, han estado ambos desarraigados de su fuente espiritual y sabiduría ancestral, obedeciendo a energías e influencias negativas inconscientes, por lo que desde una perspectiva arquetípico-simbólica el fuego se ha abierto paso para purificar antiguas fuerzas de pensamiento, creaciones artificiales obsoletas, negativas, acumuladas durante siglos. Pronto el equilibrio de la Mapu Ñuke – Tierra Madre – se instaurará nuevamente sobre estos terrenos, generando justicia implacable, ya que no hay nada más poderoso que la misma Naturaleza.
            Por ello, desde la tradición del respeto y equilibrio mapuche, por el «az mapu» “costumbre armoniosa de la tierra” y desde el «itrofill mongen» “biodiversidad de la vida natural” debemos rehacer los parámetros constitucionales que rigen a Chile, iluminado por la experiencia de potencias extranjeras en materia de pueblos indígenas, en base a los acuerdos universales, para dar luz a este proceso, para que así esté amparado por organismos superiores que resguarden, den protección a través de sus leyes y derechos a nuestros pueblos originarios, los pueblos de Chile. Haciendo de estos principios parte de nosotros, de nuestra constitución material como espiritual, sobre todo desde los que formamos la nación mestiza, compañeros de angustias como de esperanzas, hijos de un mismo Estado, para crecer juntos y llegar a puertos mejores. Siguiendo el camino de los dioses, el legado de los antiguos héroes del territorio.



BIBLIOGRAFÍA

Ancalao, D. (14 de enero de 2020). Cuál es la propuesta mapuche frente al estallido social chileno. El Quinto Poder. Recuperado de: https://www.elquintopoder.cl/politica/cual-es-la-propuesta-mapuche-frente-al-estallido-social-chileno/
Figueroa, V. y Millaleo, S. (19 de noviembre de 2019). Por un momento constituyente para los pueblos originarios. El Mostrador. Recuperado de: https://www.elmostrador.cl/destacado/2019/11/19/por-un-momento-constituyente-para-los-pueblos-originarios/
Momento Constituyente: Formación ciudadana para una nueva Constitución Política (2020). Clase de Salvador Millaleo, titulada “Nueva constitución, pueblos originarios y Estado plurinacional”. Curso dictado por la Universidad de Chile.
Mora, Z. (16 de noviembre 2019). Claves mapuches para entender el estallido social en Chile. El Mostrador. Recuperado de: https://www.elmostrador.cl/destacado/2019/11/16/claves-mapuche-para-entender-el-estallido-de-chile/
Organización de las Naciones Unidas (2017). Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Recuperado de: https://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/DRIPS_es.pdf




AGRADECIMIENTOS

            A la comunidad de EduAbierta de la Universidad de Chile por las interactivas clases, video-conferencias, temáticas de estudio y entrevistas, así como por la comprensión a sus alumnos ante los desafortunados hechos que ocurren en nuestro país, por la pandemia y por más.


CONTACTO

            Felipe I. De Lucas A. / felipeignaciodelucas@gmail.com / Valparaíso - Chile.




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