domingo, 10 de noviembre de 2019

EL CASO DE ANA, DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA


EL CASO DE ANA, DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

Felipe I. De Lucas A.



Para este caso se ha trabajado con terapia psicoanalítica, sustentada en Sigmund Freud y otros autores del universo del psicoanálisis, desde un enfoque clínico fenomenológico-hermenéutico gadameriano.

*Este caso se extendió desde marzo a junio del año 2019. Los nombres, localidad de origen, localidad de residencia actual, y demás datos generales sobre la paciente han sido modificados, con el fin de mantener la debida confidencialidad y protección de la identidad*



Diapositiva de datos generales sobre paciente.

Ana, de 19 años de edad, es derivada de ----- a nuestra clínica -----, específicamente por parte del director de ----- luego de reunirse con Ana y determinar que por sus bajas calificaciones y bajo estado de ánimo resultaba adecuado.
            Ya en sesiones con Ana, pudimos adentrarnos dentro de su historicidad:
            Ella se atendió en ----- durante el año 2018 con una estudiante en práctica de una Universidad, desde mayo hasta diciembre, por lo tanto, su derivación conmigo era a modo de “seguimiento”. En palabras de la paciente, este seguimiento fue encargado por la colega para “todas las semanas” y no cada quince días como suele ser regular.
            Ella proviene de la ciudad de -----, ----- Región, en donde vivía junto con otros 9 miembros de su familia. Con sus propias palabras, su ambiente familiar “no era muy bueno”, por lo tanto, deseaba desde hace un tiempo irse de allá. Actualmente ella vive sola en -----, desde febrero del 2018.
            Ella es la “mediadora” de su familia en la casa, entonces como ahora se ha ido, allá en su familia no está su presencia, por lo que existen más “peleas, discusiones, mentiras y conflictos”. Los familiares de ese hogar son del lado de su madre, ningún miembro de su padre. Allá viven sus abuelos, primos, tíos y su madre, no tiene hermanos, más sus primos son sus ‘hermanos’. La relación con su madre siempre fue difícil, ya que su madre compite con ella y tiene un carácter voluble. Actualmente, Ana va a su hogar familiar solo cuando es estrictamente necesario, lo evita y menciona en una de las últimas sesiones que “prefiere contar casi al 100% sus relaciones familiares”.
            Luego, en la -----, debido a la tendinitis crónica, decide dejar el piano y los estudios en música totalmente (alude que todos los instrumentos necesitan usar las manos, por ende, con este dolor le es imposible escoger otro); alcanzo a estar menos de un año allí (2018).
            Durante el transcurso de las sesiones estuvo haciendo un taller de barista profesional, diploma que finaliza. Alude que este fue el motivo por el cual faltó a la primera sesión conmigo.
            En este abril cumple un año con su pololo ----- (19), al que conoció en la -----, se lleva muy bien con su la familia de él, le agrada mucho esa dinámica familiar, que es casi “al contrario” de la que se da en la suya.
            Destaca el hecho de que ella aún no encuentre una idea de su vocación a futuro, lo que también puede ser comprensible dentro de los márgenes de su edad. Por muchos años creyó que lo suyo era la música, pero ahora reflexiona que no tiene hábitos de estudio y que no se encuentra preparada para la música u otra profesión, universitaria por ejemplo. Pero si tiene el ideal de trabajar y estudiar “en un futuro”.
            Sobre su padre, lo conoció a los 14 años, pero se vieron una o dos veces, ella le dijo “tú no eres mi padre”, sino que “es mi tío mi padre” y su progenitor se distanció para siempre.
            El abuso que ella sufrió a los 10 años fue por parte de un hombre mayor, pareja de su madre durante 8 años. Él no vivió en su casa, pero los fines de semana ella y su madre se iban a la casa de él. Su madre lo conoció en el trabajo. Esto es la información más profunda que se pudo tomar de su experiencia de abuso, por opción de Ana se decidió dejarlo para otras sesiones más adelante. Vale mencionar que dos años después de ese suceso, entra en una relación amorosa con un chico de su edad que dura seis años.
            Ahora Ana decide trabajar más la parte social y sus relaciones con otras personas (incluyendo de su edad), ya que opina que es lo más inmediato y relevante en estas fechas.

Motivo de consulta: En la terapia con la estudiante anterior fueron trabajados sus miedos, con sus palabras, “en un 90%”, y ahora le gustaría dominar el “10% restante”. Esto incluye principalmente el tema de sus relaciones sociales.

Objetivos terapéuticos:

-Lograr que la paciente visione los entrampados de su psiquis de acuerdo a su propia historicidad, para alcanzar conciencia y poder modificar lo no deseado.
-Trascender la inhibición.
-Fortalecer el yo trabajando con las partes disgregadas del mismo, de una forma coherente y conjunta según el motivo de consulta.
-Trabajar el autoconcepto de la paciente Ana
-Trabajar la autoestima de la paciente Ana
-Trabajar en la toma de conciencia de sus propias virtudes, capacidades y habilidades, para hacer uso de ellas en su nueva historicidad.
-Trabajar en fomentar las redes de apoyo y actividades de ocio y esparcimiento.


Diapositiva de Freud

Introducción

Por iniciativa de la paciente, se decide trabajar en este corto tiempo en la parte social (en sus relaciones sociales, libre de miedos, prejuicios, ansiedades e inhibiciones), ya que refiere esto como lo “más inmediato” en la actual temporalidad. Esto de desglosa en cómo lograr que Ana pueda relacionarse con personas de su edad, lograr afinidades y consolidar amistades. Sin embargo, el material clínico aquí expuesto se abastece de su historia de abuso para comprender mejor el caso.


I.                   INHIBICIÓN. ¿Qué se entiende por inhibición?

La inhibición se expresa de numerosas maneras. Es probablemente uno de los síntomas clínicos más comunes, así como una de las limitaciones más frecuentes con las que algunos individuos viven sin tener conciencia de ello. 
            La inhibición consiste en la imposibilidad de expresar libremente un deseo o una capacidad natural; el individuo está constreñido por ello y no puede desarrollarse plenamente. Suele conllevar una limitación importante al disfrute de vivir. 
            La inhibición es el resultado de una prohibición inconsciente que surge de la parte de la personalidad que se encarga de mantener el equilibrio moral (lo que está bien y mal) del individuo, así como su auto-estima. 
            Esta parte prohíbe la expresión de una moción de deseo, o de una capacidad natural del individuo, porque: son asociadas inconscientemente a algo moralmente reprehensible; o bien amenazan con exponer la auto-estima de la persona a una herida; y a veces las dos cosas simultáneamente. 
            El tratamiento de la inhibición pasa por un trabajo profundo sobre las exigencias excesivas, y las prohibiciones internas, para suavizar su rigor y permitir una elaboración más amplia de los deseos del sujeto. Dependiendo de la estructura de la personalidad en la cual se encuentran, las inhibiciones puras tienen a menudo un buen pronóstico terapéutico. 
            El objetivo del tratamiento es la liberación interna, que el individuo pueda sentir que es libre de expresarse en toda su complejidad, frecuentemente mayor de lo que sospechaba, y disfrutar más plenamente de sus propias capacidades y deseos.  

Inhibición desde el psicoanálisis: Historia, teoría y práctica del concepto.

            Freud pensaba que el trauma era estructural y ligado a la sexualidad. Trauma nos acompaña por nuestra manera de constituirnos.
            Para el Psicoanálisis la Inhibición es un Mecanismo de defensa del Yo que consiste en que la persona se inhibe o renuncia inconscientemente a ciertos funciones del YO para evitar entrar en conflicto con su Super-Yo.
            Sigmund Freud publicó en 1925 un libro titulado Inhibición, Síntoma y Angustia en el que escribió lo siguiente acerca de la Inhibición: “Podemos dar el nombre de inhibición de una función a una restricción normal de la misma. En cambio, síntoma vale como signo de un proceso patológico. También una inhibición puede constituir un síntoma, y siendo así, acostumbramos hablar de inhibición cuando se trata de una simple disminución de la función, y de síntoma cuando de una modificación extraordinaria de la misma o de una función nueva……La Inhibición es la expresión de una restricción funcional del Yo, restricción que puede obedecer a diversas causas………Podemos concluir que las inhibiciones son restricciones de las funciones del Yo, bien como medida de precaución, bien a consecuencia de un empobrecimiento de energía.”
            El concepto de inhibición, originalmente reservado por el uso francés al vocabulario jurídico, donde designa (generalmente en plural) la oposición a una defensa, el término «inhibición».
            El sueño, escribió Freud en el capítulo de ‘La interpretación de los sueños’ basado en el material y las fuentes del sueño, se sirve de la sensación de estar paralizado para indicar el conflicto de voluntades. Esto ocurre en los sueños de exhibición. En este caso, «según nuestro proyecto inconsciente, la exhibición debe continuar, y según las exigencias de la censura, tiene que ser interrumpida. Más en general, la sensación de no llegar a hacer algo sirve en el sueño para expresar la contradicción (Widerspruch), el no». Segunda demarcación, terminal en la carrera de Freud. En efecto, en 1938, en una nota póstuma, Freud escribirá: «En reemplazo de la envidia del pene, identificación con el clítoris, la mejor expresión de la minusvalía fuente de todas las inhibiciones (Henunungen). Con ella en los dos casos, renegación (Verleugnung) del descubrimiento de que las otras mujeres tampoco tienen pene» (12 de julio de 1938). Y, además, el 3 de agosto de 1938, «el fundamento último de todas las inhibiciones intelectuales y de las inhibiciones en el trabajo parece ser la inhibición del onanismo infantil. Pero quizás esto va más lejos: no se trataría de su inhibición por influencias exteriores, sino de su naturaleza insatisfactoria en sí.
            Siempre falta algo para que la descarga y la satisfacción sean completas... "esperando siempre algo que jamás llegaba"» (cita de Germinal de Zola). Si bien estos puntos de referencia no bastan para sostener una construcción sistemática del concepto de inhibición, no dejan de designar la característica principal de las experiencias que parecen venir al caso. Además, de la primera tópica a la segunda, los empleos sucesivos del término nos remiten a los contextos diversificados de una condena al fracaso de la capacidad de producción (Leistungsfdhigkeit) del sujeto debida a la carencia de su relación con el Otro. Desde el punto de vista clínico, un caso privilegiado es la melancolía. Pero la noción tiende igualmente a constituirse como complemento de construcciones puramente teóricas.
            En las cartas 46, 52 y 75 a Fliess, la referencia a la inhibición aparece en efecto asociada a la teoría de la represión, en la perspectiva de la estratificación de las capas de «inscripciones» en correspondencia con el desarrollo de las fuentes erógenas. Así, la carta número 46 encara el caso del exceso de excitación sexual en una de las capas como la condición de una inhibición en un estadio ulterior, por imposibilidad de transposición de la huella. De ahí la extensión del concepto a todas las formas de inhibición del desarrollo (Entwicklungshenunung) en los Tres ensayos de teoría sexual.
            Un viraje decisivo se produce cuando en el análisis del Hombre de las ratas, es reconocida la posición central, en la génesis de la inhibición, del conflicto del amor y el odio, y el rol que en su determinación adquiere el concepto de pulsión. En efecto, si se encara la inhibición en relación con una distribución de la energía psíquica, la distribución de las cargas entre el dominio narcisista, y el objeto aparecerá como característica de los fenómenos de amor y odio, y el concepto de pulsión tendrá un valor operatorio privilegiado para designar la fuente energética a cuyo desplazamiento consagra el trabajo. En esta perspectiva se podrán sistematizar sobre todo los procesos de inhibición de la histeria de angustia (suspensión de la puesta en marcha agresiva de la pulsión), de la neurosis obsesiva (suspensión del proceso agresivo por amor), de la melancolía (vuelta de la agresividad contra sí mismo).
            En efecto, lo que está en juego es la determinación de la inhibición por el superyó. Para ello se considerarán dos cuestiones. Por una parte, la génesis del deseo invocado por Freud en tanto que materia sujeta a inhibición, y por la otra, el texto mismo en el cual ese deseo se inserta.

Desglose de “INHIBICIÓN SÍNTOMA Y ANGUSTIA”. Sigmund Freud:

            El caso de Ana y sus inhibiciones, se pueden encontrar en dos obras diferentes de Freud. Hemos decidido en esta sección referirnos a “Inhibición, síntoma y angustia”, y en como el desarrollo del caso de Ana se va haciendo similar a la teoría misma.
            Libro escrito en julio de 1925. Publicado la tercera semana de 1926.
            Se distingue entre represión y defensa. Tema principal es la angustia. Diferentes clases de resistencias; relaciones entre angustia, dolor y duelo.
-       La excitación (o libido) acumulada buscaba la vía de salida transformándose en angustia.
-       La angustia es un impulso libidinoso que parte de lo inconsciente y es inhibido por el preconsciente.
            Todas estas eran las primeras tesis de Freud. Luego ya no concibe la angustia como libido transmutada, sino como una reacción frente a situaciones de peligro regida por un modelo particular. En 1933 escribe que la angustia era una reacción ante una situación traumática.
            Por 1895 creía que la neurosis de angustia, cuando ante un peligro que se avecina desde fuera se nota incapaz para reequilibrar la excitación sexual endógenamente generada; se comporta, entonces, como si ella proyectara la excitación hacia afuera. Hay afecto y neurosis (página 76). Luego hay una nueva distinción que separa una angustia automática de una angustia señal, lo que permitió que y ano hubiese una diferencia de género entre la angustia neurótica y la realista.
            Angustia en situaciones traumáticas y de peligro (p.77). Sobre la angustia señal (p.79).
            Por otro lado, está la descripción de fenómenos patológicos, pudiendo diferenciar entre síntomas e inhibiciones. La inhibición no necesariamente designa algo patológico, en ese caso sería una limitación normal de una función. Síntoma equivale a indicio de un proceso patológico. Entonces una inhibición puede ser un síntoma. Para saber si es inhibición hay que indagar las diferentes funciones del yo a fin de averiguar las formas en que se exterioriza su perturbación a raíz de cada una de las afecciones neuróticas (p.83). También muchas inhibiciones son na renuncia a cierta función porque a raíz de su ejercicio se desarrollaría una angustia.
            Síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso represivo. La represión parte del yo, quien, por un eventual encargo del superyó, no quiere acatar una investidura pulsional incitada en el ello (p.87). Represión logra coartar la conciencia. El placer de satisfacción se muda en displacer, el yo inhibe el discurso excitatorio del ello (también se puede desviar).
            En Ana no hay síntoma de histeria en la actualidad, paranoia o neurosis obsesiva. Al menos hasta el desarrollo de los análisis hasta entonces, faltaría más información para poder develar algún nuevo indicio.

            Angustia: Algo sentido, estado afectivo, carácter displacentero evidente, pero ello no agota su cualidad, no a todo displacer podemos llamarlo angustia. Posee otras particularidades también. Se ven órganos involucrados, como los de la respiración y en el corazón. Esto nos recuerda cuando Ana nos comentaba de sus antiguas palpitaciones al corazón, que luego de ser tratadas médicamente, pudieron desaparecer; más, quizás la pulsión busco otras vías de escape. Actúan inervaciones motrices, procesos de descarga y percepciones de estas (son tres características). Estas descargas siguen determinadas vías, en su base un incremento de la excitación. También habría un factor histórico que liga con firmeza entre sí las sensaciones e inervaciones de la angustia (p.126). Se genera la angustia en reacción ante un estado de peligro. El Yo es el genuino almácigo de la angustia, no hay motivos para atribuir al superyó una exteriorización de angustia. Es un intento de huida ante el peligro pulsional. Represión es un intento de huida. En ocasiones el Yo logra echar abajo las barreras de la represión y recupera su influencia sobre la moción pulsional, pero es un hecho que muy a menudo fracasa.
            En la página 45: “Cuando en el análisis prestamos al yo el auxilio que le permite cancelar sus represiones, él recupera su poder sobre el ello reprimido y puede hacer que las mociones pulsionales discurran como si ya no existieran las antiguas situaciones de peligro, esto alcanza correspondencia con la operación médica.
            En Ana no hay contrainvestidura (la moción reprimida retomaría el mismo camino en que fue esforzado a desalojar, la represión queda despojada de su éxito o deberá repetirse indefinidamente, esto es contrainvestidura. P. 147).
            La represión es inconsciente por su nexo con lo reprimido. Cuando se hace consciente la resistencia (es frecuente que ocurra*) le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y premios si abandona la resistencia. P.149.
            Hay angustia yoica o angustia pulsional (del ello) según las siguientes teorías. Puesto que el yo trabaja con energía desexualizada, en la nueva concepción se aflojó también el nexo íntimo entre angustia y libido. La angustia tiene un inequívoco vínculo con la expectativa, es angustia ante algo. Lleva adherido un carácter de indeterminación y ausencia de objeto; y hasta el uso lingüístico correcto le cambia el nombre cuando ha hallado un objeto, sustituyéndolo por el de miedo {Furcht} (pag. 154).
            Peligro realista es uno del que tomamos noticia, y angustia realista es la que sentimos frente a un peligro notorio de esta clase. La angustia neurótica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia. Por tanto, es preciso buscar primero el peligro neurótico; el análisis nos ha enseñado que es un peligro pulsional. Tan pronto como llevamos a la conciencia este peligro desconocido para el yo, borramos la diferencia entre angustia realista y angustia neurótica, y podemos tratar a esta como a aquella.
            En el peligro realista desarrollamos dos reacciones: la afectiva, el estallido de angustia y la acción protectora. Previsiblemente lo mismo ocurrirá con el peligro pulsional. El análisis muestra que al peligro realista notorio se anuda un peligro pulsional no discernido. No podemos colocar a Ana en el caso de una angustia desmedida, “más grande de lo que tendría derecho a ser a juicio nuestro” (p.155), por lo que probablemente no alcanzaría un elemento neurótico, más nos faltaría información para revelar estos indicios.
            ¿Cuál es el núcleo, la significatividad, de la situación de peligro? Evidentemente, la apreciación de nuestras fuerzas en comparación con su magnitud, la admisión de nuestro desvalimiento material en el caso del peligro realista, y psíquico en el del peligro pulsional (p.155).
           
·         Angustia, dolor y duelo

            Como se ha visto, la angustia nace como reacción frente al peligro de la pérdida del objeto, lo que nos derivaría a la concepción del duelo. En el duelo ha quedado un rasgo completamente sin entender: su carácter particularmente doliente. Parece evidente que la separación del objeto deba ser dolorosa. ¿Cuándo la separación del objeto provoca angustia, cuándo duelo y cuándo quizá sólo dolor? “Digamos enseguida que no hay perspectiva alguna de responder estas preguntas. Nos conformaremos con hallar algunos deslindes y algunas indicaciones” (P.158).
            Ana podría haber sentido, con el abuso que tuvo, que su niñez le fue arrebatada, vivenciando con ello, la imposición de una situación extraña y diferente, que genera angustia, que se ha referido al peligro de la pérdida del objeto, sea éste un objeto materializado en una persona, como un objeto de una edad y una vida simbólicas. La angustia ha traído dolor, ha generado en Ana reacciones cardíacas que, si bien hoy en día se encuentran amenguadas, buscan otra puerta de salida, las cuales, probablemente serían, la fobia social como el rechazo al género masculino, el rechazo a personas de su edad, el rechazo a su madre por no haberle prestado la suficiente atención al asunto y el rechazo a su familia por no comprenderla. No la comprendieron, ya que no la colocaron en una situación especial por lo sucedido, sino que siguieron viéndola como alguien normal dentro de su familia, al mismo nivel de todos. Continuaron las dinámicas religiosas en el hogar, los rituales, incluso las dinámicas burlescas entre miembros de la familia, y Ana se sintió dentro de todos esos lotes, como una más y no como una persona que debía estar en un estadio diferente, por la condición de abuso que tuvo.
            El dolor es, por tanto, la genuina reacción frente a la pérdida del objeto; la angustia lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva, y en ulterior desplazamiento, al peligro de la pérdida misma de objeto. El dolor nace cuando un estímulo que ataca en la periferia perfora los dispositivos de la protección antiestímulo y entonces actúa como un estímulo pulsional continuado, frente al cual permanecen impotentes las acciones musculares, en otro caso, eficaces, que sustraerían del estímulo el lugar estimulado (p.159). “… no dejará de tener sentido que el lenguaje haya creado el concepto del dolor interior, anímico, equiparando enteramente las sensaciones de la pérdida del objeto al dolor corporal” (p.159).
            A raíz del dolor corporal se genera una investidura elevada que ha de llamarse narcisista, del lugar doliente del cuerpo; esa investidura aumenta cada vez más y ejerce sobre el yo un efecto de vaciamiento. Es sabido que con motivo de dolores en órganos internos recibimos representaciones espaciales y otras de partes del cuerpo que no suelen estar subrogadas en el representar consciente.
            El paso del dolor corporal al dolor anímico corresponde a la mudanza de investidura narcisista en investidura de objeto. La representación-objeto, que recibe de la necesidad una elevada investidura, desempeña el papel del lugar del cuerpo investido por el incremento del estímulo. La continuidad del proceso de investidura y su carácter no inhibible producen idéntico estado de desvalimiento psíquico. Si la sensación de displacer que entonces nace lleva el carácter específico del dolor (no susceptible de otra descripción), en lugar de exteriorizarse en la forma de reacción de la angustia, cabe responsabilizar de ello a un factor: en el elevado nivel de las proporciones de investidura y ligazón con que se consuman estos procesos que llevan a la sensación de displacer (p.160).
            Otra reacción de sentimiento frente a la pérdida del objeto es el duelo. Este se genera bajo el influjo del examen de realidad, que exige categóricamente separarse del objeto porque él ya no existe más. Como ejercicio y práctica de la terapéutica psicoanalítica, se debe realizar el trabajo de llevar a cabo ese retiro del objeto en todas las situaciones en que el objeto {Objekt} fue asunto {Gegenstand} de una investidura elevada. El carácter doliente de esta separación armoniza con la explicación que se acaba de dar, a saber, la elevada e incumplible investidura de añoranza del objeto en el curso de la reproducción de las situaciones en que debe ser desasida la ligazón con el objeto.


II.                TRAUMA

FUENTE: Diccionario de Psicoanálisis.

Trauma es el efecto producido por un hecho particular que ha acontecido en el sujeto, y más específicamente en su dominio psíquico.
            Desde el punto de vista histórico, el trauma ocupa un lugar fundamental en el psicoanálisis, en particular el trauma de orden sexual, tal como surge de los “Estudios sobre la histeria”. Están vinculadas al trauma las nociones capitales de amnesia y represión, de a-posteriori [aprés-coup], de lo latente y lo manifiesto. Se pone el acento en el aspecto energético, económico, del proceso: las experiencias traumatizantes deben su fuerza patógena al hecho de que producen cantidades de excitación demasiado grandes como para que las asimile el aparato psíquico. El conjunto se basa en el principio de constancia.
            La terapéutica utiliza primero la idea de una «evacuación» posible del trauma, recordado y revivido en sesiones de hipnosis: la catarsis. Ante las insuficiencias y fracasos de este método, Freud inaugura un nuevo modo de tratamiento: el psicoanálisis. Más tarde, al aumentar la importancia atribuida a la actividad fantasmática, los traumas identificados se diversifican. En Inhibición, síntoma y angustia, Freud continúa subrayando el hecho de que el trauma está ligado al estado de impotencia o de desamparo del organismo receptor.
            No es menos cierto que, en lo concerniente al trauma y a medida que el psicoanálisis se desarrollaba, la atención se fue dirigiendo de manera preferencial, según las épocas y los autores, hacia los acontecimientos particulares de la historia personal, o bien hacia sus acontecimientos universales, o incluso hacia acontecimientos colectivos de la historia con sus repercusiones individuales y su transmisión a través de las generaciones; para el estudio psicoanalítico lo importante es ubicar en su justo lugar el abordaje eventual del efecto trauma, con las consideraciones terapéuticas implícitas.
            El trauma no ha dejado de atraer la atención de los autores a lo largo de la historia del psicoanálisis (desde Freud, y después Rank y Ferenczi) y la noción fue retomada desde diferentes ángulos.
            Se pueden identificar en estas investigaciones dos grandes tendencias: una atención concentrada en el acontecimiento traumatizante, en su «realidad» y su reconocimiento por el terapeuta, por un lado, y por el otro, la preferencia asignada a la actividad fantasmática, en el orden de la realidad psíquica, en tomo al hecho del que se trata. Consideraciones de naturaleza terapéutica deberían permitir hallar un término medio entre estas dos actitudes: en efecto, la repetición desempeña un papel principal en el trabajo psíquico del trauma; incluso cuando en la personalidad se producen escisiones que preservan sectores sanos, persisten fijaciones que hacen volver al sujeto al acontecimiento traumatizante y traban su desarrollo o determinan síntomas. Por lo tanto, el objetivo consistirá, no sólo en recordar y repetir para llevar a la conciencia un hecho reprimido patógeno, sino también en reelaborar (durcharbeiten) el recuerdo así reconstituido (cf. el artículo de Freud que lleva estas tres palabras como título). La situación psicoanalítica, con la transferencia que en ella se desarrolla, parece uno de los marcos en los que puede efectuarse este proceso, si se considera la transferencia como una relación que no sólo repite vínculos antiguos, sino que también introduce, gracias al análisis de la contratransferencia, el indicio de algo nuevo con lo que tropezará el trayecto neurótico. Así puede realizarse la subjetivación mediante la cual, en la actividad de su relato, el sujeto se apropia de su historia. 

·         ¿Inhibición y trauma?

Fuente: “INHIBICIÓN SÍNTOMA Y ANGUSTIA”. Sigmund Freud

            Llamemos “traumática” a una situación del desvalimiento vivenciada, se diferencia la situación traumática de la situación de peligro.
            Según Freud, “constituye un importante progreso en nuestra autopreservación no aguardar {abwarter} a que sobrevenga una de estas situaciones traumáticas de desvalimiento, sino preverla, estar esperándola {enwarter}. Llámese situación de peligro a aquella en que se contiene la condición de esa expectativa; en ella se da la señal de angustia. Esto quiere decir: yo tengo la expectativa de que se produzca una situación de desvalimiento, o la situación presente me recuerda a una de las vivencias traumáticas que antes experimenté” (p.155). Esto se revela en el rechazo, temor y ansiedad que Ana sentía ante el género masculino, debido al recuerdo traumático del abuso a los diez años de edad.
            Bajo esta premisa, es la angustia una expectativa del trauma, y por la otra, una repetición amenguada de él. Su vínculo con la expectativa atañe a la situación de peligro, su indeterminación y ausencia de objeto, a la situación traumática del desvalimiento que es anticipada en la situación de peligro.
            De acuerdo con el desarrollo de la serie Angustia – Peligro – Desvalimiento (trauma), podemos resumir: La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. La angustia es la reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro en la situación de peligro. El yo que ha vivenciado pasivamente el trauma, repite {wiederholen} ahora de manera activa una reproducción {reproduktion} morigerada de este, con la esperanza de poder guiar de manera autónoma su decurso. Lo decisivo es el primer desplazamiento de la reacción de angustia desde su origen en la situación de desvalimiento hasta su expectativa, la situación de peligro. Y de ahí se siguen los ulteriores desplazamientos del peligro a la condición de peligro, así como la pérdida de objeto y sus modificaciones (p.156).
           

Diapositiva de Ferenczi

·         Trauma desde Sándor Ferenczi

Ferenczi pensaba que el trauma era relacional. Que lo traumático se instalaba cuando era desmentido por uno mismo, cuando la percepción era desmentida por uno mismo.
            A Ana le pasa algo muy importante y es imposible contarlo, porque no hay alguien que pueda tolerar lo que Ana en un principio querría vivir o decir. Un evento puede ser muy doloroso, pero que se constituya a propósito de la lógica del trauma se constituye sólo a condición de que si uno intentarla demostrarlo, nadie lo escucha o lo desmiente. La madre de Ana desmentía la situación. Ahí se constituye como trauma, antes de eso es un evento doloroso, incluso el abuso. Un abuso sexual no necesariamente va a adquirir la forma de un trauma, el abuso puede ser una situación muy incómoda, sufrimiento, pero sufrimiento e incomodidad no es lo mismo que trauma.
           
FACTORES QUE DETERMINAN LA BASE PARA EL TRAUMA

            “Lo que es traumático es lo imprevisto, lo insondable, lo incalculable... Lo inesperado, la amenaza externa, la sensación de que no se puede comprender, es insoportable”. Hay dos elementos relacionados aquí. El primero es que el trauma es incomprensible. El otro es que viene sin previo aviso. Con respecto al segundo, Ferenczi, dijo que al momento del trauma la persona está vulnerable, indefensa, y se siente confiada. En este sentido, el trauma es “particularmente peligroso” cuando ocurre en un estado de inconsciencia u otro estado excepcional de conciencia como el estado de trance, es decir, cuando la persona está o muy desprevenida o cuando es incapaz de defenderse a sí misma.           Después del trauma, la confianza en la benevolencia del mundo exterior se destruye y uno se siente engañado. Ferenczi creía que, si bien los factores de la infancia pueden predisponer a alguien a una reacción traumática particular más adelante en la vida, la predisposición no era necesaria para tener una reacción psicótica cuando un traumatismo era muy extremo. Asimismo, para que un trauma tenga un efecto destructivo y no una acción “aloplástica” efectiva, o sea, una modificación de la amenaza ambiental, es posible, por lo tanto, que la adaptación “autoplástica” de uno mismo sea necesaria.
            Ferenczi creía que la agresión sexual es aún más perjudicial que la simple violencia. Pero incluso al margen del abuso sexual y violación manifiesta, la erotización de los adultos de su relación con los niños, incluidos el erotismo encubierto y la pasión secreta hacia el niño, son traumáticos.
            Otras formas de comportamiento parental también contienen agresión y pueden ser traumáticos de acuerdo con Ferenczi. Una excesiva ternura dirigida a los niños contiene sentimientos eróticos encubiertos y agresión encubierta - es una “bondad violentamente excesiva” - y lleva al niño a sentirse sofocado. Ferenczi también creía que el que un adulto demandara “súper desempeño[s]” de parte del niño, -es decir, logros precoces- era equivalente a que el niño fuese atacado.
            Adicionalmente, Ferenczi habló del “terrorismo del sufrimiento”: “Una madre que se queja constantemente de sus miserias” puede ser una carga terrible en su hijo y lo ata a ella, creando un “enfermero de por vida”, un papel que el niño puede asumir con el fin de hacer que los progenitores sean capaces de cuidarlo a él.
            Sin embargo, la primera situación traumática en que Ferenczi se centró, cuando hizo del trauma su principal preocupación y que pareció creer, finalmente, la más destructiva, fue el abandono emocional por parte de los padres (que, por supuesto, está implícito en los demás actos traumáticos hacia el niño). Además de los padres que odian o abandonan emocionalmente al niño, habló sobre los padres que no desean ni quieren al niño (1929). En un momento, dijo que la retirada de amor era un trauma mayor que la violación. Los efectos traumáticos para un niño, que ve la escena primaria, según Ferenczi, eran el resultado de que el niño estuvieses solo en ese momento, sin nadie en quien pensar o que lo ayudase. Una variante del abandono es la falta de comprensión de los padres, la que, Ferenczi consideraba conduce a la desesperanza. Los efectos finales del trauma resultan de la ausencia de un entorno amable y comprensivo. Él dijo “La soledad traumática... es lo que realmente produce el ataque traumático, es decir, es lo que causa la división de la psique”.
            Una variante particular del abandono emocional, que Ferenczi destacó como clave en la provocación de consecuencias perjudiciales después de un trauma, es la hipocresía de los adultos y la negación de que los acontecimientos traumáticos le ocurrieron al niño. En ese caso, el perpetrador del trauma, puede negar que ello sucediera, o insistir en que el niño, más que él, fue el responsable. Incluso puede amenazar al niño por su reacción al trauma. En otro caso, el progenitor que no cometió el acto de violencia hacia el niño, puede no ser suficientemente cercano al niño como para que éste busque consuelo en él. El segundo padre también puede minimizar el evento, considerando exageradas las percepciones y reacciones del niño, o negando la necesidad de ayuda del niño. Ferenczi creía que “los niños superan incluso fuertes experiencias sin amnesia o consecuencias neuróticas, si la madre está disponible con su comprensión y ternura y (lo que es más raro) con su total sinceridad”. Pero cuando los padres niegan el sufrimiento del niño, este sufrimiento se ve agravado: La negación del adulto viene a ser lo mismo que abandonar al niño, e interfiere con la respuesta adaptativa del niño frente al ataque. Cuando la negación parental iba seguida al evento traumático inicial, Ferenczi llamó a esto un “shock doble”. Cuando ambos padres amenazan o ignoran al niño, esto es especialmente insoportable y lleva a la retirada narcisista: No hay nadie a quien el niño pueda recurrir. Ferenczi dijo que “el más terrible de los temores es cuando la amenaza del padre ocurre junto con el abandono simultáneo de la madre. No hay ninguna posibilidad de llorar lágrimas amargas sobre la injusticia sufrida o de tener un testigo cómplice. Luego, sólo, cuando el mundo real, tal como es, se vuelve tan insoportable... el ego tiene que retirarse de la realidad”.
            El título de su escrito, “Confusión de Lenguas Entre Adultos y el Niño: El Lenguaje de la Ternura y de la Pasión” (1933), se refiere a los adultos que tienen mala lectura de las seducciones edípicas lúdicas por parte de los niños y las perciben como invitaciones a una relación sexual real, y luego obligan al niño a una relación apasionada. A menudo, esto es seguido de un trato violento o punitivo hacia el niño, esencialmente culpándolo por el abuso sexual del adulto hacia él. Esto equivale a una variante particular del abandono emocional, donde el adulto no sólo no hace caso de la experiencia del niño, sino que proyecta en él su propia vivencia. El niño, luego, no sólo se siente abandonado, sino confundido, culpable y avergonzado. Ferenczi se preguntaba sobre si los deseos edípicos eran solo traumáticos cuando los adultos respondían a ellos como deseos reales en lugar de a fantasías lúdicas.
            Los últimos escritos de Ferenczi (alrededor de 1929 en adelante) sugieren, que él llegó a creer, que el simple hecho de dominación de una persona sobre otra es traumático para la persona menos poderosa.

¿CÓMO SE INSRIBE EL TRAUMA?
            El foco de Ferenczi se centró aquí sobre la absoluta indefensión del niño durante el trauma, y en cómo las impresiones traumáticas, por lo tanto, pasaban por fuera de la conciencia y eran registradas en el cuerpo. El trauma, dijo Ferenczi, se acompaña de una parálisis temporal de la capacidad para resistir como resultado del terror. Si el trauma ocurre durante un estado inconsciente como el del dormir, el terror se intensifica. Esta parálisis significa que no hay defensa contra ningún tipo de impresión sensorial; todo se absorbe. Ferenczi dijo que existe una secuencia en la cual las impresiones traumáticas son registradas: primero las impresiones sensoriales, luego las emociones y las sensaciones físicas, y luego los estados mentales que representan la experiencia de uno sobre el trauma.
            El trauma infantil está registrado “en un lenguaje de gestos, no-comprensible para nuestra cs [consciencia] (por ejemplo, en el cuerpo) como físico-orgánicos ‘mnems’. “La ‘memoria’ permanece fijada al cuerpo... En el momento del trauma el mundo de los objetos desaparece parcialmente o por completo: todo se convierte en conciencia sin objetos”. Por lo tanto, el trauma no se puede recordar (o se puede recuperar sólo en fragmentos), sino que se repite.
            Ferenczi describió la respuesta inicial al trauma de la siguiente manera. “En primer lugar, hay una parálisis completa de toda espontaneidad, incluyendo toda la actividad relacionada con el pensamiento y con el aspecto físico, esto incluso puede ir acompañado de un trastorno similar al shock o coma”. Después de esto viene “una nueva situación - desplazada - de equilibrio.” El “niño se siente abandonado... [y] pierde, por así decirlo, todo deseo de vivir... vuelve sus impulsos agresivos contra sí mismo”. El niño siente “una agonía física y mental que deriva en una aflicción incomprensible e intolerable”. Hay “sensaciones de hundirse y morir”. Hay un incremento de la tensión muscular, que puede ser llevado hasta el punto de opistótonos [un pronunciado y patológico arqueamiento del cuerpo que lleva la cabeza y los talones hacia atrás]”. El niño puede querer vomitar la experiencia traumática.
Esto me recuerda que ana tuvo por muchos años parálisis del sueño.

EFECTOS DEL TRAUMA A LARGO PLAZO
Es difícil deshacer los efectos del trauma debido a que la víctima ahora vive en un mundo donde ya no puede asumir que está a salvo. Esta sensación de peligro y las adaptaciones que el niño debe hacer para estar preparado para nuevos shocks, dan como resultado un carácter marcado traumáticamente por la desconfianza, hipersensibilidad, rigidez, dificultad para mantener relaciones de objeto, pesimismo y una aversión a la vida, en lugar de la personalidad espontánea natural. Y muchos de los cambios de personalidad del niño, son esencialmente continuaciones de las respuestas que tuvo mientras los acontecimientos traumáticos estaban sucediendo: “Cicatrices del shock” donde el ego moldea al ego.

ESCISION, IDENTIFICACIÓN CON EL AGRESOR Y MASOQUISMO COMO EFECTOS DEL TRAUMA
En consecuencia, la escisión del ego que se produce durante el trauma continúa como un estado permanente. El self del niño -el ego no perturbado- es reprimido y se torna inconsciente. El contacto del niño con sus propios sentimientos y su sentido de la espontaneidad emocional se pierden. “la vida emocional del niño se desvanece en la inconsciencia y retrocede a la sensación corporal básica... Ahora experimenta total y completamente sin emoción alguna”. El intelecto separado -necesario para adaptarse a nuevos traumas potenciales- es todo lo que queda. En lugar de los propios sentimientos del niño, sobre todo su odio hacia el agresor y su defensa contra él, ahora persiste una identificación con el agresor y con los deseos ocultos del agresor.

COLUSIÓN CON LA NEGACIÓN DE LA FAMILIA DEL ABUSO
El niño necesita sentir que tiene buenos padres y no puede tolerar que tiene padres locos o padres que carecen de autocontrol: “Si yo admito esto, entonces, me quedo sin padres, esto es, con todo (para un niño), absolutamente imposible”. Esto explica los esfuerzos del menor para ayudar o curar a los padres, como se mencionó antes. La preocupación del niño acerca de los problemas de sus padres también le lleva a sentir que debe guardar silencio sobre el abuso con el fin de preservar a la familia, e incluso de olvidarlo “para asegurar su silenciamiento”. Tal reemplazo de las propias percepciones y recuerdos por los principios y políticas de la familia constituye la identificación con el agresor. En el colmo de esto, el padre abusivo puede “probar la lealtad del menor mediante un comportamiento cada vez más extremo”.

EFECTO DEL TRAUMA EN LOS SENTIMIENTOS DE CULPA
(Líneas de investigación a futuro, ya que nunca se alcanzó a ver el tema de la CULPA, si es que había o no, culpa en Ana).
Ferenczi observó un sentimiento de culpa en las víctimas de abusos sexuales y vio esto como la identificación del niño con -o la introyección de- la culpa del agresor. Ferenczi creía que “la introyección de los sentimientos de culpa del adulto” es el aspecto más destructivo de la identificación con el agresor. Ferenczi también atribuyó los sentimientos de vergüenza a la identificación con la vergüenza de los padres y de la sociedad.

Diapositiva de Retorno a Freud

III.             FOBIA

Fobia desde el psicoanálisis. Historia, teoría y práctica del concepto.

            Aunque la fobia social ha sido reconocida como entidad clínica independiente hace muy pocos años, las primeras descripciones de vergüenza y timidez se remontan a los escritos de Hipócrates. Psiquiatras y psicólogos fundamentalmente europeos se ocuparon de este trastorno aunque con denominaciones diferentes. Por ejemplo, en 1807 Pitres y Regis describieron casos de angustia social en pacientes con “ereutofobia”. En 1879, Beard habló de la característica desviación de la mirada e inclinación de la cabeza hacia abajo que podemos encontrar en personas con fobia social. En 1895 (“Obsesiones y Fobias”), Freud separó las fobias comunes a cosas que la mayoría de las personas teme en mayor o menor medida (como a la muerte o a la enfermedad) de las fobias específicas a cosas o situaciones que no producen miedo en la mayoría de las personas, como la agorafobia. 
            Desde el psicoanálisis, la consideración de las fobias en general tiene una amplia tradición. Freud incluyó las neurosis de angustia como categoría nosológica especial, la cual, junto a la hipocondría y la neurastenia, formaban el grupo de las neurosis actuales, mientras que las fobias (o histeria de angustia), la histeria y la neurosis obsesiva formaban el grupo de las psiconeurosis o neurosis de defensa. Como nos expuso en la descripción de la fobia de Juanito, en 1905, y en “Inhibición, síntoma y angustia”, las fobias eran consideradas como una expresión de la ansiedad relacionada con fantasías inconscientes y la defensa contra ella. El mecanismo básico es el desplazamiento de la angustia hacia representaciones en principio neutras, que pasan a ser cargadas simbólicamente, constituyendo el objeto fóbico externo. 
            Otto Fenichel, en 1945, nos habla del “carácter fóbico” para referirse a aquellas personas que tratan de evitar no tanto las situaciones externas, sino toda clase de sentimientos intensos como la ira o el amor. Se ha considerado esta conceptualización como un antecedente del trastorno de personalidad por evitación, del que hablaremos más tarde, aunque en nuestra opinión esta forma de rehuir sentimientos intensos es más afín a las personalidades esquizoides. Pero ese es otro tema.
            Fenichel también aludió a la angustia social como una forma de actitud patológica frente al Super-Yo, señalando el constante temor de ser criticado, excluido y castigado, la hipervigilancia respecto a las reacciones del ambiente a los propios actos y la consideración errónea de las críticas y castigos esperados. Habla, en este sentido, de la eritrofobia, miedo al tablero o miedo a los exámenes, donde “la idea de ser juzgado por los demás reemplaza a la idea de contacto sexual con los demás” (p. 580).
            Autores posteriores han atribuido una especial importancia a la pérdida de objeto (Bowlby, 1973, Mahler, 1974) o a catástrofes narcisísticas como el miedo a la fusión, desintegración del yo o humillación (A. Freud, 1946).
            Rodríguez Sutil (2002) nos llama la atención sobre el “estado sobreideacional” de alerta o hipervigilancia, a lo que Marks (1987) se refiere como “sensibilidad a la ansiedad”, propio de todo paciente fóbico. Ha de estar siempre atento al ambiente, a los peligros potenciales, a evitar los daños que pueda recibir, gestándose un temple fóbico, es decir, una alerta tensa y una exploración permanente más evidente, si cabe, en los casos de ansiedad social, ya que lo que el fóbico teme es ser dañado por no ser capaz de dar lo mejor de sí mismo. 
            Como hemos señalado, desde Freud se considera que en los pacientes fóbicos el conflicto se desplaza de la persona que lo evoca a un objeto o situación irrelevante y aparentemente sin importancia que más tarde tendrá el poder de provocar una constelación de afectos, incluyendo señales de ansiedad. El objeto o situación fóbica puede ser una conexión asociativa directa y simbólica con la principal fuente de conflicto. A partir de aquí puede ponerse en marcha el mecanismo de evitación para escapar de las situaciones evocadoras de angustia. Sin embargo, la fobia social puede proceder de una sensación de déficit de autoestima, no constituyendo tanto un desplazamiento de la angustia hacia un objeto simbolizado, ni una perturbación de la representación del objeto. Podría constituir, más bien, una consecuencia de un déficit narcisista, una alteración de la representación del propio sujeto que se representa a sí mismo como impotente e indefenso, incapaz de cumplir las expectativas y expuesto a las miradas críticas de los demás, que han sido investidos como objetos persecutorios. Esto puede deberse a la internalización de representaciones de padres, cuidadores o hermanos que avergüenzan, humillan o abandonan. Estas introyecciones se establecen muy tempranamente, proyectándose sobre personas del ambiente que, entonces, son evitadas.

FUENTE: diccionario de psicoanálisis

            S. f. (fr. phobie; ingl. phobia; al. Phobie). Ataque de pánico ante un objeto, un animal, una disposición del espacio, que actúan como señales de angustia. Este síntoma, que puede aparecer durante la primera infancia y en ciertos estados de neurosis y de psicosis, no excluye que se pueda hablar de estructura fóbica, que se podrá definir, con Ch. Melman, como una enfermedad de lo imaginario. Situación freudiana de la cuestión de la fobia: la angustia de la castración. La fobia es desde el comienzo una cuestión psicoanalítica. S. Freud la llama histeria de angustia. A pesar del estallido de esta noción en síntomas diversos que surgen en la histeria, la neurosis obsesiva y la psicosis misma, se puede esbozar una especificidad estructural de la fobia. En ella está en juego la simbolización misma, en su difícil lazo con lo imaginario; esto se puede estudiar en la muy frecuente y pasajera fobia infantil. La histeria de angustia, en Freud, se opone a la histeria de conversión, en la que grandes formas de excitación ligadas al investimiento libidinal de una representación reprimida conducen a una sintomatología somática. En la histeria de angustia, la angustia debida a una representación angustiante ligada a la sexualidad aparece por sí misma y produce una fuga que orienta el investimiento hacia una representación sustitutiva que desempeña el papel simultáneo de señal de angustia y de pantalla ante la verdadera razón de esta angustia, que es preciso encontrar y definir. El interés de esta cuestión reside en que ni Freud ni Lacan, en sus elaboraciones tan novedosas acerca de ella, han tenido una posición teórica inmutable. 
             Y se podría decir que, en Freud, a pesar de la cura del caso llamado «el pequeño Hans» [Juanito] (1905), la situación de la fobia fue renovada en 1920 en Inhibición, síntoma y angustia sin que por ello quedara concluida. ¿Cuál es, por consiguiente, la situación específica de la fobia? ¿Puede extraerse de la exposición de la elaboración necesaria de este tema algo que nos guíe hacia lo que la fobia tiene de original? Con el análisis del pequeño Hans, Freud expone un caso que anuda la cuestión de la fobia, al caballo en este caso, con la llamada fobia infantil, es decir, con ese momento de la infancia, de los 3 a los 5 años quizá, en que a menudo el sujeto siente miedo, irracionalmente, frente a ciertos animales y ciertos espacios, y en el que surge de esta manera la señal de lo que Freud teoriza como la angustia de castración.
            Esta fobia se resuelve la mayoría de las veces cuando el niño toma en cuenta el orden que rige no sólo su sexualidad, sino también la trasmisión y la filiación. El pequeño Hans no se atrevía a salir afuera: tenía miedo de que un caballo atado a un carricoche lo mordiese. Sobre todo parecía temer que el caballo cayese e hiciese un «tumulto» [al. «Krawall», alboroto, ruido fuerte, discordante]. Freud no condujo directamente la cura, sino indirectamente, a través de los padres de Hans, que eran sus alumnos. Esto no es indiferente respecto de la interrogación fundamental del fóbico sobre la trasmisión del saber concerniente al deseo y al goce.
            El «pequeño Hans», como todo fóbico, por «invalidado» que estuviese en su enclaustramiento, era vivaz, inteligente, lúcido y demistificador. Con facilidad se muestra irónico ante las teorizaciones paternas que caricaturizan torpemente las teorías freudianas sobre el complejo de Edipo y la angustia de castración, aunque reconociendo, por otra parte, su justeza. En efecto, todo el trabajo que Hans hace sobre la diferencia sexual, sobre el nacimiento de los niños, particularmente el de su hermana Anna tan celada, sobre su renegacíón (al. Verleugnung) ante el sexo de su hermana, todo ese trabajo elabora paso a paso algo diferente del pánico ante ese sustituto fálico que es el caballo en la realidad exterior. Hans admite poco a poco lo que la angustia de castración prescribe simbolizar, y de ese modo se ve conducido a una cierta curación. Sin embargo, el resorte de su cura -¿y no es esto acaso una indicación para las curas de las fobias?- es el momento en que Freud le dice a Hans: «Mucho antes de que él viniera al mundo, yo sabía que un día nacería un pequeño Hans que amaría tanto a su madre que por ello tendría miedo de su padre, y se lo conté a su padre». Lo que Freud llama con humor su «fanfarronada bromista» corresponde a una intervención, que no es una predicción religiosa, aun cuando el pequeño Hans le pregunte luego bruscamente al padre: «¿Acaso el profesor habla con el buen Dios para que pueda saber todo por adelantado?». Ciertamente, Freud indica el lugar justo del miedo de Hans: el caballo era un sustituto del padre en el triángulo edípico, pero hacía falta además que esta historización del conflicto pudiese situar un saber inconciente como un conjunto [sometido a una falta].
            Lacan llamará S(A)[A barrada] [significante de la falta en el Otro, véase «El grafo» en matema] a ese lugar del lenguaje en el que Hans tiene su sitio en la trasmisión significante. Si el caballo (al. Pferd) está en asonancia con Freud, ya no se trata sólo de ese pedazo de espacio [y de carne] que surge del horizonte y cae brutalmente, en su crudeza no simbolizable, sino de que el pequeño Hans ha entrado en el nudo que liga filiación, nominación y trasmisión por medio de las redes simbólicas del lenguaje. A partir de allí va a poder reencontrar el lugar ficcional de las teorías sexuales infantiles donde pueden historizarse como un juego serio los diferentes lugares que un sujeto puede ocupar y donde la castración toma un sentido distinto al de un peligro de mutilación. Curación imperfecta, dirá Lacan, en la medida en que encontrará el tercero que no encontraba en su padre del lado de una abuela, y que la paternidad que allí situará será sobre todo una paternidad imaginaria. Esto no quita que la cuestión del falo y de sus leyes pudo ser planteada y que la respuesta dada toma su sitio en un lugar dialectizado y no proyectado en la realidad exterior del espacio como la inminencia de un peligro que, no obedeciendo a ninguna ley, puede surgir en cualquier momento de cualquier lado. En Inhibición, síntoma y angustia (1920), Freud remite la fobia a una angustia del yo y sitúa así la angustia de la fobia directamente en relación con la amenaza de castración, en tanto que la angustia histérica se manifiesta por la pérdida del amor del lado del objeto y la angustia de la neurosis obsesiva se juega con relación al superyó. No parece sin embargo que estas precisiones invaliden la idea de una moción pulsional reprimida que retornaría como una percepción del exterior. Pues se puede decir que la fobia plantea la cuestión misma de la represión en la medida en que la oposición del interior y el exterior remite a una pregnancia imaginaria que no puede sino llevar a un callejón sin salida la organización de los lazos entre el lenguaje y la manera en que el sujeto allí se sitúa, aun cuando el concepto freudiano de proyección, inventado y operatorio para la paranoia, no conviene verdaderamente a la fobia. Sin embargo, establecida la represión originaria en la fobia, parece que el lazo entre las palabras y lo imaginario, que concierne al espacio y la mirada, constituye en este caso una solución original.
            Se agrega entonces la cuestión de saber si la cura de un fóbico debe conducir a una neurotización. Aunque es verdad que el fóbico ha inventado todo un montaje para evitar la castración y la neurotización producida por la simbolización que ella engendra, ¿debe por ello eludirse la razón de la neurotización y su beneficio, sin intentar repensar la cuestión y las posturas en juego en la castración? La idea lacaniana del significante fóbica. Lacan, en el seminario sobre La relación de objeto (1956-57), estudia casi palabra por palabra el análisis del pequeño Hans relatado por Freud. Nos hace pasar de la consideración estéril del objeto fóbico a la idea operatoria de significante fóbico. Este significante fóbico, tal el «Pferd» para Hans, se define como un significante para todo uso, verdadera metáfora del padre que permite al niño simbolizar lo Real del goce fálico, que descubre y hace surgir las posturas edípicas. El objeto fobígeno es situado entonces por Lacan como aquello que en el espacio sirve para ocultar la angustia fundamental del sujeto. «Para satisfacer algo que no puede resolverse en el nivel del sujeto, en el nivel de la angustia intolerable, el sujeto no tiene otro recurso que inventarse el miedo de un tigre de papel».
            La cuestión es entonces saber qué liga al objeto fobígeno con el significante fóbico; pero esto no parece haber sido abordado directamente en Lacan, aunque sólo a partir de la teoría lacaniana del objeto a, y en particular de lo que dice de la mirada, puede resolverse el problema de esta articulación, En el Seminario XVI «De un otro al Otro» [debemos advertir que el establecimiento del título de este seminario es polémico, habiéndose propuesto también el de «De un Otro al otro»] (1968-69), Lacan toma posición sobre la cuestión de saber si se puede hablar de una «estructura fóbica»: «No se puede ver allí una entidad clínica -dice-, sino más bien una plataforma giratoria, algo que debe ser dilucidado en sus relaciones con aquello a lo que más comúnmente vira, a saber, los dos grandes órdenes de la neurosis, la histeria y la obsesión, pero también en el punto de juntura que establece con la perversión». Efectivamente, se plantea una cuestión: ¿cómo distinguir el objeto fóbico del objeto fetiche? Ambos mantienen una relación directa con la angustia de castración, tienen valor de significantes, pero ambos son imaginarizados; ambos representan una cierta positivización del falo y procuran un acceso al goce fálico.
            Con todo, puede encontrarse en Lacan, desde 1963, en un único seminario, El Seminario de los Nombres-del-Padre (véase Nombre-del-Padre), una indicación que quizá va a especificar al objeto fóbico: «No es verdad que el animal aparezca como metáfora del padre en el nivel de la fobia; la fobia no es más que un retorno». ¿Retorno a un tótem? No es seguro: si Lacan vuelve sobre este tema, es para afinar la cuestión del lazo entre Nombre-del-Padre y falo en el objeto fóbico: pues parece, como lo subraya Melman, que el animal fóbico representa al falo y no al padre. ¿Diremos que el objeto fóbico produce una especie de «crasis» [capacidad de detener hemorragias, de coagulación? ¿en términos médicos, y contracción de las vocales, en griego 1 entre el valor significante del falo y un llamado al Nombre-del-Padre simbólico que se resuelve a menudo bajo la forma de una paternidad imaginaria? Estas cuestiones tomarán un giro importante en el seminario R.S.I. (1974-75), en el que justamente lo imaginario es situado de pleno derecho, en pie de igualdad con los otros dos registros Real y Simbólico, indispensable como ellos para el anudamiento.
            El 17 de diciembre de 1974, Lacan redefine la angustia como «aquello que existe del interior del cuerpo (...) cuando se hace sensible la asociación a un cuerpo (...) de un goce fálico». Y dice todavía: «Si el pequeño Hans se sumerge en la fobia, es evidentemente para darle cuerpo al embarazo [embarras: estorbo, molestia, impedimento; también alusión a la barra de la división del sujeto, y en castellano asociable con el embarazo femenino; sentimiento trabajado por Lacan en el Seminario XI que tiene a causa de ese falo, para el que se inventa toda una serie de equivalentes diversamente piafantes bajo la forma de la llamada fobia a los caballos (...) es devolviéndole esta angustia pura, se puede decir (...) como se logra acomodarla a ese falo». Se indica aquí una dirección de la cura: pasar de una positivización del falo a lo que es exactamente su función, el operador simbólico (Dx, que marca y hace funcionar al mismo tiempo el hiato radical entre los sexos desde que se trata del sujeto hablante. Las consecuencias clínicas y teóricas de la obra de Lacan sobre la concepción de la fobia. La obra de Lacan permite avanzar sobre las diferentes cuestiones planteadas por la fobia y, sin duda, plantear la hipótesis de una estructura propia de la fobia; hipótesis importante puesto que, con bastante frecuencia, los grandes fóbicos son situados y tratados como psicóticos.
            Existen fobias a los animales y fobias espaciales (agorafobia, claustrofobia). Parece que Lacan puede ayudarnos a resolver esta distinción. Esta es una de las propuestas del estudio de Melman (op. cit.), que plantea la fobia como «una enfermedad de lo imaginario». Retomando las antiguas descripciones de M. Legrand du Saulle (1878), destaca, en efecto, que los espacios organizados por la perspectiva son fobígenos: lugares desiertos donde nada detiene la mirada, miradores, puntos de vista vertiginosos. Notemos entonces que el animal, ese «automatón», surge a menudo a partir de lo que tiene función de punto de fuga, como si ese punto (inducido por una relación con el espacio regulada por la imagen especular, vista y articulada por una palabra, en el espejo) no fuese ya vinculable a una geometrización sino que pudiese surgir como un jirón de espacio, dotado de su propia autonomía. El psicoanálisis lacaniano, a partir del Seminario X, 1963-64, «Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis» (1973), sabe reconocer en el punto de fuga de un cuadro el lugar de la mirada. Pues bien, de eso se trata expresamente en la fobia: el espacio produce un peligro amenazante, lo real mismo de la mirada y no ya su lugar. ¿Por qué razón? Se puede argumentar una relación con lo imaginario: la inteligente agudeza de las fobias, tan notable y tan impotente para curarlas, puede entenderse así. De este modo, Melman puede oponer el fóbico al neurótico, que paga con la castración un tributo simbólico al gran Otro por el goce: «Es (...) como si el sujeto le pagase al Otro (...) un tributo del orden de lo imaginario con la invención del animal fobígeno (...) la fobia se presenta entonces como si la amputación del espacio viniese de modo inesperado a constituir el tributo que el fóbico se ve llevado a pagar». Todo neurótico, por cierto, conoce lugares inaccesibles, marcados por una prohibición; «pero el problema es que, para el fóbico, este tributo no tiene límite nunca: puede extenderse hasta el umbral de su domicilio; en otras palabras, en cierto modo, puede darlo todo». Lo que le permite a Melman decir, retomando la problemática borromea de Lacan, que hay una relación singular en la fobia entre lo Imaginario y lo Real. Mientras que habitualmente es el redondel de lo Simbólico el que hace agujero, el de lo Imaginario el que hace consistencia, y el de lo Real el que funda la «existencia», en la fobia todo pasa como si fuese lo imaginario lo marcado por la dimensión del agujero.
            Lo que no carece de consecuencias: esto explica el juego, el equívoco en el fóbico entre el carácter finito o infinito del goce con el que se las tiene que ver, sea goce fálico, sea goce del Otro. Y demuestra la pregnancia de la relación yoica con el semejante, en particular con el acompañante necesario, desde que hay esta suspensión, esta economía de la castración en la relación con el falo que no plantea verdaderamente la diferencia de los sexos. Esta relación con la infinitud, pagada con la angustia, es verdad, le da al fóbico esa agudeza sobre sí mismo y el mundo que es su encanto, aunque esta agudeza no baste para curarlo. Esta es la dificultad de la cura de los fóbicos, y los éxitos verdaderos, aunque temporarios de las reeducaciones conductistas encuentran ahí sus argumentos. Pero dejan intacto el problema ético planteado por su curación: ¿pasa esta por una neurotización? Como lo dice Melman: «¿El Nombre-del-Padre es el pivote necesario para obtener la castración o es el pivote del síntoma?». 


·         Desglose de “Obsesiones y Fobias” de Sigmund Freud.
Su mecanismo psíquico y su etiología (1895-{1894}).
Obsessions et phobies. Leur mecanisme psychique et leur étiologie.

“Obsesiones y Fobias es uno de los libros de las series de Freud, es casi 30 años anterior a Inhibición, Síntoma y Angustia.
            Las obsesiones y fobias son neurosis separadas, de un mecanismo especial y de una etiología particular. Aunque son semejantes en muchos casos nuevos.
            Obsesiones intensas = recuerdos, imágenes alteradas de acontecimientos importantes.
            Síndromes “obsesiones” y “fobias”. 1) No pertenecen a la neurastenia, puesto que los enfermos aquejados son neurasténicos con la misma frecuencia que no lo son. 2) no hay que hacerlos depender de la degeneración mental, puesto que se los encuentra en personas no más degeneradas que la mayoría de los neuróticos en general. A veces mejoran y hasta en ocasiones se logra curarlos.
            La diferencia esencial es la siguiente:
            Obsesión: 1) Idea que se impone al enfermo; 2) Un estado emotivo asociado. En el caso de las fobias, ese estado emotivo es siempre la angustia {angoisse}, mientras que en las verdaderas obsesiones puede ser, con igual derecho que la ansiedad {anxiété}, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera (p.75).
            En muchas verdaderas obsesiones es asaz evidente que el estado emotivo constituye la cosa principal, puesto que ese estado persiste inalterado en tanto que la idea asociada varía. El estado emotivo como tal siempre está justificado. La prueba de ello es que siempre es posible hallar dentro de los antecedentes del enfermo, y en el origen de la obsesión, la idea original, sustituida. Las ideas sustituidas tienen caracteres comunes; corresponden a impresiones verdaderamente penosas de la vida sexual del individuo, que este se ha esforzado por olvidar. Sólo ha logrado reemplazar la idea inconciliable por otra idea inapropiada para asociarse con el estado emotivo, que por su parte permaneció idéntico (p.76)
            Otra clase se obsesiones, en donde la idea original está también reemplazada, pero ahora no por otra idea, sino por actos o impulsiones que en el origen sirvieron como alivios o procedimientos protectores, y que ahora se encuentran en una asociación grotesca con un estado emotivo que no concuerda con ellos, pero que ha permanecido el mismo y está tan justificado como en el origen (P.78) (NO ES EL CASO DE ANA, O NO TENEMOS ESA INFORMACIÓN). En este caso puede haber rituales simbólicos destinados a sustituir por la pureza física la pureza moral que lamentaba haber perdido la persona.
            Fobias: el estado emotivo es siempre la ansiedad, el temor.
            Las obsesiones son múltiples y más especializadas, en tanto que las fobias tienden a ser monótonas y típicas.
            Entre las fobias se pueden distinguir dos grupos, caracterizados por el objeto del miedo: 1) fobias comunes: miedo exagerado a las cosas que todo el mundo aborrece o teme un poco, como la noche, la soledad, la muerte, las enfermedades, los peligros en general, las serpientes, etc; y 2) fobias ocasionales: miedo a condiciones especiales que no inspiran temor al hombre sado, por ejemplo, la agorafobia y las otras fobias de la locomoción. Es interesante señalar que estas últimas fobias no son obsesivas como las verdaderas obsesiones y las fobias comunes. El estado emotivo no aparece aquí sino en esas condiciones especiales, que el enfermo evita cuidadosamente (ENTONCES LA AGORAFOBIA NO ES NADA DE OBSESIÓN).
            El mencanismo de las fobias es totalmente diferente del de las obsesiones. Ya no es el reino de la sustitución.  Aquí ya no se revela mediante el análisis psíquico una idea inconciliable, sustituida. Nunca se encuentra otra cosa que el estado emotivo de la ansiedad, que por una suerte de elección ha puesto en primer plano todas las ideas aptas para devenir objeto de una fobia.
En el caso de la agorafobia, etc., solemos hallar el recuerdo de un ataque de angustia, y en verdad lo que el enfermo teme es el advenimiento de un ataque así en aquellas condiciones especiales en que cree no poder escapar de él. (Pag.81)
            La angustia de ese estado emotivo que está en el fundamento de las fobias no deriva de un recuerdo cualquiera; es preciso preguntarse cuál puede ser la fuente de esta poderosa condición del sistema nervioso.
            Por otro lado, la neurosis ansiosa {neurosis de angustia}, cuyo síntoma principal es ese estado emotivo; es preciso diferenciar esta neurosis de la neurastenia. Así, las fobias forman parte de la neurosis ansiosa, y casi siempre van acompañadas por otros síntomas de la misma serie.
            También la neurosis ansiosa es de origen sexual, pero no se reconduce a unas ideas extraídas de la vida sexual: carece de mecanismo psíquico en sentido propio. Su etiología específica es la acumulación de tensión genésica, provocada por la abstinencia o la irritación genésica frustránea (para expresar con una fórmula general el efecto del coito interrumpido, de la impotencia relativa del marido, de las excitaciones sin satisfacción de los novios, de la abstinencia forzada, etc).
            Es en esas condiciones, extremadamente habituales (sobre todo para la mujer) en la sociedad actual que se desarrolla la neurosis ansiosa de la cual las fobias son una manifestación psíquica.
            Como conclusión, una fobia y una obsesión propiamente dichas pueden combinarse, y aun es esto de muy frecuente ocurrencia. La fobia puede ser desarrollada como síntoma de la neurosis ansiosa. La idea que constituye la fobia, y que en esta se asocia al miedo, puede ser reemplazada por otra idea, o más bien, por el procedimiento protector que parecía aliviar el miedo.

            Apéndice (pag. 83-84)
            (…) en estos trabajos tempranos la distinción no se hace de manera congruente. Debe distinguirse entre fobias que pertenecen a la neurosis obsesiva y las que pertenecen a las neurosis de angustia.        
            Luego de 15 años sin volver a analizar esta cuestión, Freud en el caso del pequeño Hans (1909) vuelve a esclarecer estos puntos oscuros mediante la introducción de una nueva entidad clínica: la “histeria de angustia” (ALGO QUE ANA PUDO HABER TENIDO EN AÑOS ANTERIORES, ACTUALMENTE NO).
            En dicha oportunidad apunta que “corresponde ver en ellas meros síndromes que pueden pertenecer a diversas neurosis, y no hace falta adjudicarles el valor de unos procesos patológicos particulares”; y propuso que se diera el nombre de “histeria de angustia” a un tipo particular de fobia cuyo mecanismo se asemejaba al de la histeria.


Diapositiva de Lacan

            El seminario de Lacan sobre la angustia, así como la representación borromea de la inhibición en el seminario R.S.I, confirmarán la fecundidad operatoria de estas anticipaciones freudianas. 
            Lacan sobre fobia: Lacan, en su seminario de 1956-7, realiza una lectura detallada del caso de Juanito (el niño de los caballos), y propone su propia concepción de la fobia. Siguiendo a Freud, subraya la diferencia entre fobia y angustia: la angustia aparece primero, y la fobia es una formación defensiva que convierte a la angustia en miedo, concentrándola en un objeto específico. Sin embargo, en lugar de identificar el objeto fóbico como representante del padre (según la idea de Freud). Lacan sostiene que la característica fundamental del objeto fóbico es que no se limita a representar a una persona, sino a distintas personas sucesivamente. Lacan señala los modos muy diversos en que Juanito describe los caballos temidos en diferentes momentos de su fobia; por ejemplo, en cierto momento el niño teme que un caballo lo muerda, y en otro que un caballo caiga. En cada uno de estos momentos, continúa Lacan, el caballo representa a una persona distinta de la vida de Juanito - ANA PUEDE TENER FOBIA A LAS PERSONAS Y A LO SOCIAL, PORQUE QUIZÁS LE REFLEJAN A SU PADRE AUSENTE, ELLA REACCIONA CON CRÍTICA (SUBLIMANDO) HACIA TODAS LAS PERSONAS QUE LE RODEAN, EX AMIGOS Y FAMILIA, TRATANDO DE SUPERAR LA AUSENCIA DE SU PADRE, QUE LE CAUSA RECHAZO Y ANSIEDAD SOCIAL Y LE INSTA A LA CRITICA PARA TRASCENDER ESA CARENCIA -. De modo que el caballo no funciona como equivalente de un significante único, sino como un significante que no tiene un sentido unívoco y es desplazado sobre diferentes significados sucesivos.
            Sostiene Lacan que Juanito desarrolló la fobia a los caballos debido a que su padre real no intervino como agente de la castración, que era su rol propio en el COMPLEJO DE EDIPO. Cuando la sexualidad del niño comienza a hacerse sentir en la masturbación infantil, el triángulo preedípico (madre-niño-falo imaginario) se transforma, y deja de ser fuente de goce para convertirse en algo que provoca angustia. La intervención del padre real habría salvado a Juanito de esta angustia, al castrarlo simbólicamente, pero en ausencia de esta intervención, el pequeño se ve obligado a encontrar un sustituto en la fobia. La fobia emplea un objeto imaginario (el caballo. En Ana, ¿la sociedad?) para reorganizar el mundo simbólico del niño, y de tal modo ayudarlo a pasar del orden imaginario al orden simbólico. Lejos de ser un fenómeno puramente negativo, la fobia convierte en pensable, vivible, una situación traumática, mediante la introducción de una dimensión simbólica, aunque ésta sea sólo una solución provisional.
            El objeto fóbico es entonces un elemento imaginario que puede funcionar como significante al ser utilizado para representar todos los elementos posibles del mundo del sujeto. Para Juanito, el caballo, en diferentes momentos, representa a su padre, su madre, su pequeña hermana, sus amigos, a él mismo, y además muchas otras cosas. En el proceso de desarrollar todas las permutaciones posibles en torno al “cristal significante de su fobia”, Juanito pudo agotar todas sus imposibilidades que bloqueaban su pasaje desde lo imaginario a lo simbólico, y de tal modo encontrar una solución a lo imposible, recurriendo a una ecuación significante. En otras palabras, una fobia desempeña exactamente el mismo papel que Claude Lévi-Strauss les asigna a los mitos, sólo que en el nivel del individuo, y no en el de la sociedad. Lo importante en el mito – dice Lévi-Strauss- no es algún significado “natural” o “arquetípico” de los elementos aislados que lo constituyen, sino el hecho de que, aunque esos elementos, combinados y recombinados, cambian de posición, las relaciones entre posiciones son inmutables. Esa reiterada recombinación de los mismos elementos permite enfrentar una situación imposible articulando por turno todas las diferentes formas de su imposibilidad.
            ¿Cuáles son las consecuencias prácticas de la teoría de Lacan para el tratamiento de sujetos que parecen fobias? En lugar de limitarse a desensibilizar al sujeto (como en la terapia conductista), o a proporcionarle una explicación del objeto fóbico ("el caballo es tu padre"). La cura tiene que apuntar a ayudar al paciente a elaborar todas las diversas permutaciones que involucra el significante fóbico. Al ayudar al sujeto a desarrollar su mito individual de acuerdo con sus propias leyes, la cura le hace posible agotar finalmente todas las posibles combinaciones de los elementos significantes, y de tal modo disolver la fobia (S4, 402). (Debe tenerse presente que el examen por Lacan del caso de Juanito solo aborda explícitamente la cuesri6n de las fobias infantiles, y deja abierto el interrogante de si esas observaciones se aplican también a las fobias de adultos.)
            Como el propio Freud lo señaló en su historial de Juanito, en las nosografías psiquiátricas las fobias no tenían asignada ninguna posición definida. El intentó remediar esta incertidumbre, pero la solución que propuso caía en una cierta ambigüedad. Por un lado. puesto que se pueden encontrar síntomas fóbicos tanto en sujetos neuróticos como psicóticos, Freud sostuvo que las fobias no podían considerarse "un proceso patológico independiente" (Freud, 1909b, SE X, 115). Por otra parte, en la misma obra, Freud aisló una particular forma de neurosis cuyo síntoma central es una fobia. A esta nueva categoría diagnóstica la denominó "histeria de angustia", para diferenciarla de la "histeria de conversi6n" (que antes Freud denominaba sencillamente "histeria"). De modo que las observaciones de Freud son, como decimos, ambiguas; implican que la fobia puede ser un síntoma y también una entidad clínica subyacente.
            La misma ambigüedad reaparece en Lacan, donde la cuestión se reformula como una alternativa entre la fobia como síntoma o como ESTRUCTURA. Usualmente, Lacan sólo diferencia dos estructuras neuróticas (la histeria y la neurosis obsesiva), y describe la fobia como un síntoma (no como una estructura) ($4, 285). Sin embargo, hay también lugares en su obra donde enumera la fobia como una tercera forma de neurosis, además de la histeria y la neurosis obsesiva, lo cual implica que hay una estructura fóbica (por ejemplo, E 321); en 1961 (éste es un caso) describe la fobia como "la forma más radical de neurosis" (S8, 425). La cuestión no se resuelve hasta el seminario de 1968-9, donde Lacan sostiene que:
            No se puede ver en ella ten la fobia] una entidad clínica, sino una plataforma giratoria de empalme, algo que hay que elucidar en sus relaciones con aquello hacía lo cual usualmente tiende. a saber: los dos grandes órdenes de la neurosis, la histeria y la obsesionalidad, y también el empalme que realiza con la perversión (Lacan, 1968·9, citado en Chamama. 1993. 210).
            De modo que, según Lacan, la fobia no es una estructura clínica que esté en el mismo nivel de la histeria y la neurosis obsesiva sino una vía de acceso que lleva a una u otra, y que también tiene ciertas conexiones con la estructura perversa. El vínculo con la perversión puede verse en las semejanzas entre el fetiche y el objeto fóbico, que son por igual sustitutos simbólicos de un elemento que falta. y sirven para estructurar el mundo circundante. Además, tanto la fobia como la perversión surgen de dificultades en el pasaje desde el triángulo preedípico imaginario hasta el cuaternario simbólico edípico.


Diapositiva de “Fenomenología con diálogo hermenéutico”

·         SOBRE EL PROCEDIMIENTO

Se utiliza para la terapia una clínica fenomenológica ligada a la hermenéutica, basada principalmente en la autora Donna Orange. En la presentación coloqué imágenes sobre algunos filósofos, psicoanalistas, psicólogos, entre otros, que me ayudaron mucho a poder abordar la terapia de la forma que lo hice. En algunas diapositivas expongo ciertas frases que me parecen fundamentales para comprender un procedimiento psicoanalítico bajo estas características. En mis apuntes, después de muchas lecturas durante semanas, tengo hojas y hojas de material escrito a pulso (reseñas, opiniones, extractos, citas) que encuentro innecesario traspasar a este documento, pero que evidencian mi investigación sobre esta interesante forma de hacer terapia. Además, imprimí muchos textos, e incluso compré el libro de Donna Orange.

TÉCNICAS: Imaginería para encontrar el tesoro en las profundidades de Ana, mediante un trabajo-diálogo mutuo.
            Utilicé un análisis simbólico para describir caracteres de su individualidad, por un lado, y descripción del no-yo, por el otro. Por lo que se aplicó un análisis histórico, filosófico, fenomenológico y hermenéutico de tales conceptos.
            Se le asigna la tarea de que durante una semana reflexione sobre símbolos que puedan describir su verdadera individualidad, tales símbolos son las virtudes que ella quiere ser y seguir desarrollando.
            En sesión se trabaja, además, con tres símbolos que representan lo que ella no quiere ser, lo que ella no quiere en sí misma.
            Los símbolos expresados por la paciente se relacionan con puestas de sol, murallas, ventanas, puertas cerradas o sombras (tuve mucho cuidado en no tratar de disociar a la paciente).
            También se alcanzó el diálogo de otros temas que la paciente aseguró como entretenidos e interesantes, como conversar un poco de compositores de música clásica para lograr cercanía en la primera sesión o temas relacionados con el mundo de los sueños para comprender ciertos fenómenos de sus mundos oníricos (esto no pudo ser abordado en profundidad).
            Queda pendiente la interpretación de los sueños para futuras sesiones con Ana, para que sean tratados de manera transversal a lo largo de todo el proceso.

Diapositiva de supuestos.

·         Supuestos teóricos: (los ya dichos a lo largo de este documento y de la presentación)

·         Supuestos personales: (reflexionar en el transcurso de la presentación junto con los presentes)
1)      El cómo debería ser una joven a sus 19 años en una sociedad chilena como la nuestra. Su participación en el mundo, su rol en la sociedad y su rol en el plano familiar.
2)      Supuestos en relación a personas con experiencias de abuso o violencia sexual, haciendo énfasis en el cómo deberían ser-actuar-pensar (hipotéticamente). Para esto me ilustró mi caso del año pasado, también de abuso:

Caso: Una persona de 56 años que sufrió un abuso a los 10 años. Los supuestos en ese entonces hacían relación con la siguiente pregunta: ¿Cómo debería ser y cómo es la personalidad de alguien que fue abusada hace 46 años? En el transcurso del caso me encontré con una persona excelente, muy aplicada en su vida laboral, una mujer que le ha dado todo a sus hijos: comprensión y amor de una madre que ella no tuvo en su infancia-adolescencia. Todo lo que fue carente en su vida, lo invirtió en la vida de sus hijos, cayendo incluso en la sobreprotección.

3)      Reflexión en torno a inhibiciones de los jóvenes y adultos jóvenes. Inhibiciones que podrían parecer bastante comunes en tales edades, inhibiciones que podrían manifestarse considerando las “superficialidades” de las relaciones sociales en esos años, el interés por la opinión de los otros y la preocupación por la apariencia.  Uno siempre tiene supuestos sobre los hechos que se nos presentan, por lo cual resulta digno realizar una discusión y re planteamiento de tales concepciones bajo un análisis racional y por qué no, psicoanalítico.


·         TRES CONCEPTOS QUE SIRVEN PARA ESCUCHAR

Primera diapositiva:

PRIMER CONCEPTO: SUBLIMACIÓN
Por este mecanismo de defensa el yo dirige de forma inconsciente e involuntaria la energía psíquica asociada a un deseo o representación inaceptable hacía actividades no censurables por su conciencia moral. Para Freud, en muchas ocasiones las actividades socialmente muy bien valoradas como la ciencia, el arte y la religión, son consecuencia de la sublimación de intereses y pasiones bajos y poco aceptables.

Sublimación (psicoanálisis)

La sublimación en psicoanálisis es un término descrito por Sigmund Freud como uno de los destinos posibles de la pulsión. Se trata de un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana que aparentemente no guardan relación con la sexualidad se transforman en depositarias de energía libidinal (pulsional). El proceso consiste en un desvío hacia un nuevo fin. Entre los ejemplos de Freud como nuevos destinos de la pulsión sexual está lo artístico y lo intelectual: Sublimar consistiría en mudar el fin pulsional hacia una actividad desexualizada, intentando su realización, por ejemplo mediante tareas creativas o de prestigio social: arte, religión, ciencia, política, tecnología.
En este extracto de ‘La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna’ de Freud se da una definición de sublimación: las pulsiones sexuales, pues una indagación analítica enseña que está compuesta por muchas pulsiones parciales- es probablemente de más vigorosa plasmación en el hombre que en la mayoría de los animales superiores; en todo caso es más continua, puesto que ha superado casi por completo la periodicidad a que está ligada en los animales.
            La psicología, por su parte, habla de sublimación para nombrar a un mecanismo de defensa que consiste en cambiar el objeto pulsional de deseo del sujeto por otro objeto, que pierde su carga sexual al pasar por la conciencia.
            La sublimación es uno de los mecanismos de defensa de la psiquis, que consiste en cambiar el objeto pulsional, del deseo, del sujeto por otro objeto, desexualizándolo para hacerlo pasar a través de la conciencia, ya que todos nuestros deseos son reprimidos e instalados en el inconsciente. La sublimación es como una forma de engañar a nuestra consciencia para llevar a cabo el deseo sublimado. De esta forma se deriva el deseo y se realiza, o se intenta, por otro camino.
(CON ANA ME SIRVIÓ EN UNA PARTE DEL PROCESO)

Sublimación para Lacan:
SUBLIMACIÓN (SUBLIMATION, SUBLIMATION)
Diccionario de psicoanálisis lacaniano:
            En la obra de Freud, la sublimación es un proceso en el cual la libido es canalizada en actividades aparentemente no-sexuales, tales como la creación artística y el trabajo intelectual. La sublimación funciona entonces como una válvula de escape socialmente aceptable para el exceso de energía sexual que de otro modo sería descargada en formas socialmente inaceptables (conducta perversa) o en síntomas neuróticos. La conclusión lógica de este modo de ver es que la sublimación completa significaría el fin de toda perversión y de toda neurosis. No obstante, muchos puntos quedan sin aclarar la descripción freudiana de la sublimación.
            Lacan retoma el concepto en su seminario de 1959-60. Sigue a Freud al subrayar como básico el reconocimiento social, puesto que puede decirse que las pulsiones han sido sublimadas en la medida en que se las ha desviado hacia objetos socialmente valorados. Es esta dimensión de los valores sociales compartidos lo que le permite a Lacan ligar el concepto de sublimación con su examen de la ética. Pero la descripción lacaniana de la sublimación también difiere de la de Freud en algunos puntos.
1)      La descripción freudiana implica que es posible la sexualidad perversa como forma de satisfacción directa de la pulsión, y que la sublimación sólo es necesaria porque esta forma directa está prohibida por la sociedad. Pero Lacan rechaza el concepto de un grado cero de satisfacción, sosteniendo que la perversión no es sencillamente un medio natural bruto de descargar la líbido, sino una relación altamente estructurada con las pulsiones que, en sí mismas, ya de antes, son fuerzas lingüísticas y no biológicas.
2)      Mientras que Freud creía que la sublimación completa era posible para algunas personas particularmente refinadas o cultas, Lacan dice que “la sublimación completa no es posible para el individuo”.
3)      En la descripción de Freud, la sublimación involucra la reorientación de la pulsión hacia un objeto diferente (no sexual). Pero para Lacan lo que cambia no es el objeto sino su posición en la estructura del fantasma. En otras palabras, la sublimación no supone dirigir la pulsión hacia un objeto diferente, sino cambiar la naturaleza del objeto al que la pulsión ya de antes se dirigía, un “cambio de objeto en sí”, algo que resulta posible porque la pulsión está “ya de antes profundamente marcada por la articulación del significante”. La cualidad sublime de un objeto no se debe entonces a alguna propiedad intrínseca del objeto mismo, sino que es simplemente un efecto de la posición de objeto en la estructura simbólica del fantasma. Para ser más específicos, la sublimación reubica un objeto en la posición de la COSA. La fórmula lacaniana de la sublimación es entonces que “eleva un objeto (…) a la dignidad de la Cosa”.
4)      Lacan sigue a Freud al vincular la sublimación a la creatividad y el arte, pero complica este enunciado al asociarla también con la PULSIÓN DE MUERTE. Varias razones pueden aducirse como explicación. Primero, el concepto de pulsión de muerte es en sí mismo visto como producto de la sublimación del propio Freud. Segundo, la pulsión de muerte no es sólo una “pulsión de destrucción” sino también una “voluntad de crear desde cero”. Tercero, el objeto sublime, al ser elevado a la dignidad de la Cosa, ejerce un poder de fascinación que en última instancia conduce a la muerte y a la destrucción.

Segunda Diapositiva:
SEGUNDO CONCEPTO: REPRESIÓN

Diccionario de psicoanálisis

Al.: Verdrängung. Fr.: refoulement. Ing.: repression. It.: rimozione. Por.: recalque o recalcamento.
A) En sentido propio: operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias. La represión es particularmente manifiesta en la histeria, si bien desempeña también un papel importante en las restantes afecciones mentales, así como en la psicología normal. Puede considerarse como un proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el origen de la constitución del inconsciente como dominio separado del resto del psiquismo.
B) En sentido más vago: el término «represión» es utilizado en ocasiones por Freud en una acepción que lo aproxima al de «defensa», debido, por una parte, a que la operación de la represión en el sentido A, se encuentra, al menos como un tiempo, en numerosos procesos defensivos complejos (en cuyo caso la parte es tomada por el todo) y, por otra parte, a que el modelo teórico de la represión es utilizado por Freud como el prototipo de otras operaciones defensivas. La distinción entre las acepciones A y B se impone, aparentemente, si se tiene en cuenta la apreciación que Freud hizo en 1926 sobre su propia utilización de los términos represión y defensa: «Pienso ahora que hay cierta ventaja en volver al viejo concepto de defensa, aunque estableciendo que debe designar de un modo general todas las técnicas de las que se sirve el yo en sus conflictos, y que pueden eventualmente conducir a la neurosis, mientras que reservamos el término «represión» para designar uno de estos métodos de defensa en particular, que, debido a la orientación de nuestras investigaciones, pudimos al principio conocer mejor que los otros». En realidad, la evolución de los conceptos de Freud acerca del problema de la relación entre la represión y la defensa no corresponde exactamente a lo que él adelanta en el texto citado. A propósito de esta evolución pueden hacerse las siguientes observaciones: 1.ª En los textos anteriores a La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900) se utilizan con la misma frecuencia, aproximadamente, los términos «represión» y «defensa». Pero esto sólo ocurre en las ocasiones, muy raras, en que los emplea como si fueran simplemente equivalentes, y sería erróneo considerar, basándose en el testimonio ulterior de Freud, que el único modo de defensa entonces conocido era la represión, modo de defensa específico de la histeria, coincidiendo el género con la especie.


Tercera diapositiva:

TERCER CONCEPTO: FANTASMA

El último concepto que me ha ayudado a entender y a comprender a Ana, el cual me llamó mucho la atención, y del que se refieren varios autores, principalmente Freud y Lacan, es el de:
Fantasma
Apareció cuando trataba de descifrar transferencia y contratransferencia, realizar ese ejercicio fue muy útil para poder aterrizar ideas, racionalizarlas y esclarecer los fantasmas míos y de Ana, surgidos durante esta comunicación de inconsciente a inconsciente.

Diccionario de Psicoanálisis Lacaniano:

FANTASMA (FANTASME, FANTASY)
El concepto de fantasma (en inglés fantasy, pero escrito phantasy en la Standard Edition) es central en la obra de Freud. Por cierto, el origen del psicoanálisis está vinculado al reconocimiento por Freud en 1897 de que los recuerdos de seducción son a veces producto del fantasma, y no huellas de un abuso sexual real. Este momento crucial en el desarrollo del pensamiento freudiano (a menudo denominado de modo simplista “abandono de la teoría de la seducción”) parece implicar que el fantasma se opone a la realidad, que impide percibirla de modo correcto, que es un producto puramente ilusorio de la imaginación. Sin embargo, esa concepción del fantasma es insostenible en la teoría psicoanalítica, puesto que no se considera que la realidad sea un dato no problemático que sólo cabe percibir de un único modo objetivamente correcto; para el psicoanálisis, la realidad en sí misma es construida discursivamente. Por lo tanto, el cambio de idea de Freud en 1897 no significa negar la veracidad de todos los recuerdos de abuso sexual, sino el descubrimiento de la naturaleza fundamentalmente discursiva e imaginativa de la memoria; los recuerdos de los acontecimientos pasados reciben continuamente nuevas formas en concordancia con los deseos inconscientes, al punto de que los síntomas no se originan en supuestos “hechos objetivos” sino en una dialéctica compleja en la cual el fantasma desempeña un papel vital. De modo que Freud emplea el término “fantasma” para designar una escena que se presenta a la imaginación y que dramatiza un deseo inconsciente. El sujeto invariablemente desempeña un papel en esta escena, incluso cuando esto no sea evidente. La escena fantasmatizada puede ser consciente o inconsciente. Cuando es inconsciente, el analista debe reconstruirla sobre la base de indicios (véase Freud, 1919c).
            Si bien Lacan acepta las formulaciones de Freud sobre la importancia del fantasma y acerca de su cualidad visual como guion que escenifica el deseo, él pone énfasis en la función protectora. Compara la ESCENA fantasmatizada con la imagen detenida sobre una pantalla cinematográfica; así como es posible detener la película en un cierto punto para evitar una escena traumática que viene a continuación, también la escena fantasmatizada es una defensa que vela la castración (S4, 119-20). El fantasma se caracteriza entonces por una cualidad fija e inmóvil.
            Aunque el “fantasma” sólo aparece como término significativo en la obra de Lacan desde 1957 en adelante, el concepto de un modo relativamente estable de DEFENSA es evidente desde antes (véase, por ejemplo, la observación de 1951 sobre “los modos permanentes mediante los cuales el sujeto constituye sus objetos”; Es, 225). Este concepto está en las raíces de la idea lacaniana del fantasma y de la concepción lacaniana de la estructura clínica; uno y otra son concebidos como modos relativamente estables de defenderse de la castración, de la falta en el Otro. Cada estructura clínica tiene entonces que distinguirse por la manera particular en que emplea una escena fantasmatizada para velar la falta en el Otro. El fantasma neurótico, que Lacan formaliza con el matema ($ () a), aparece en el grafo del deseo como la respuesta del sujeto al deseo enigmático del Otro, un modo de hacer la pregunta sobre qué es lo que el Otro quiere de mí (Che vuoi?) (véase E, 313). El materna se lee como "el sujeto barrado en relación con el objeto". El fantasma perverso invierte esta relación con el objeto, y por lo tanto se formaliza como Q () $ (Ec,774).
            Aunque el matema ($ () a) designa la estructura general del fantasma neurótico, Lacan proporciona también fórmulas más específicas para el fantasma del histérico y el neurótico obsesivo (S8, 295). Si bien estas diversas fórmulas indican los rasgos comunes de los fantasmas de quienes comparten la misma estructura clínica, el analista debe también prestar atención a los rasgos singulares que caracterizan el guión fantasmático particular de cada paciente. Estos rasgos únicos expresan el modo de GOCE peculiar del sujeto, aunque de una manera distorsionada. La distorsión evidente en el fantasma lo signa como una formación de compromiso; el fantasma es lo que le permite al sujeto sostener su deseo (511, 185; Ec, 780) y también "aquello por lo cual el sujeto se sostiene a sí mismo en el nivel de su deseo que desaparece" (E. 272, las cursivas son nuestras).
            Lacan sostiene que más allá de la miríada de imágenes que aparecen en los sueños y en otras parte..~. hay siempre un "fantasma fundamental" que es inconsciente (véase SS, 127). En el curso de la cura, el analista reconstruye el fantasma del analizante con todos sus detalles. Sin embargo, el tratamiento no se detiene allí; el analizante debe continuar basta "atravesar el fantasma fundamental" (véase Sll, 273). En otras palabras, la cura debe producir alguna modificaci6n del modo de defensa fundamental del sujeto, alguna alteraci6n en su modo de goce.
            Aunque Lacan reconoce el poder de la imagen en el fantasma, insiste en que no se debe a una cualidad intrínseca de la imagen en sí. sino al lugar que ocupa en una estructura simbólica; la estructura es siempre "una imagen puesta a trabajar en una estructura significante" (E, 272). Lacan critica la explicación kleiniana del fantasma porque no torna totalmente en cuenta esta estructura simbólica, y por lo tanto se queda en el nivel de lo imaginario: "cualquier intento de reducir (el fantasma] a la imaginación […] es una equivocaci6n permanente" (E, 272). En la década de 1960, Lacan dedica todo un año de su seminario a examinar lo que él denomina "la lógica del fantasma" (Lacan, 1966-7), subrayando una vez más la importancia de la estructura significante.


CONCLUSIONES

La terapia con Ana quedó suspendida, luego de tres inasistencias se aplicó el protocolo de nuestra clínica, cerrándose el caso. La idea que me surge de esto es la siguiente:
            Ana estuvo siempre muy interesada en la forma en cómo hacíamos la terapia, a ella siempre le llamó la atención la forma en como abordé el procedimiento, ella incluso llegó a comentarme lo rígidas que habían sido sus terapias anteriores. Siempre traté de ser lúdico, utilizando para ello los dictámenes de la hermenéutica en psicoanálisis, también tuve la intención de hacerlo entretenido adecuándome a su edad.
            Pero ella, en una determinada fecha, tuvo que hacer unas visitas de urgencia donde su familia, esa fue la última excusa que alcanzó a entregar a la clínica ----- antes de retirarse por futuras inasistencias sin justificación. Ella siempre me mencionó que su familia no cree en psicólogos o psiquiatras, quizás ella fue manipulada para retirarse de la clínica -----, quizás se vio forzada a abandonar por parte de su madre, abuela u otros.
            Los objetivos terapéuticos quedaron abandonados y todo quedó en la nada, pero durante las pocas sesiones que trabajamos siento que sí pude haber logrado avances, sobre todo en la toma de conciencia, lo que me deja un poco más tranquilo (además de observar objetivamente cierta evolución durante el transcurso de tales sesiones de trabajo).
            Personalmente, todo lo que he aprendido en tanto a teorías y autores desde este caso ha sido impresionante y me siento muy agradecido por aquello.
            Curiosamente, desde la visión de Lacan, la fobia podría interpretarse como un fetiche, lo que podría ser indicio de una estructura perversa. Durante la presentación que nunca pude lograr realizar en clases, tenía el ideal de nombrar eso al final (aunque lo pensé durante muchos días, por lo polémica que podría sonar tal conclusión). Aun así, revisé mucha literatura y hay ciertos indicios que podrían calzar con dicho final:
-Una persona con estructura perversa nunca finaliza las terapias.
-Siempre está segura de lo que sucede en su interior, aunque no lo exprese ante el Otro.
-Siempre tienen un elevado interés en el Otro y están muy conscientes de su existencia.
-Suelen dejar divididas a las personas con las que se relacionan (basta con oír sus historias de relaciones sociales, amorosas y familiares para comprobar aquello), incluso a mí me dejo dividido.
-Tienen una estructura fantasmática compleja y difícil de despejar.
-Durante la contratransferencia que escribí en una noche de madrugada - sin haber llegado a esta “tesis” aún - escribí casi automáticamente ciertas características curiosas de su presencia: posturas rígidas, utilización de palabras y movimientos sumamente planeados o pensados con anterioridad, mirada profunda y diferente, constantes alusiones sexuales inconscientes (e incluso algunas conscientes).
-La fobia (agorafobia) como un fetiche, como parte de una posible estructura perversa.
-Problemas o conflictos con la cultura dominante y su estructura.
            La estructura perversa a la cual me refería, quizás está aún en un estadio de “desarrollo incompleto”, quizás en un “primer estadio” de la misma.
            Lástima que no pude ahondar en esto y comprobarlo en terapia, es una tesis extrema que me causa mucha curiosidad, aunque no sé si apoyarla del todo. Sí me quedo con los aportes de Freud en tanto a inhibición, angustia, fobia, trauma. Y mayormente con el aporte de Ferenczi, que me pareció sensacional, sumamente claro y revelador sobre la temática del trauma, además de la lucidez de sus visiones con respecto a las relaciones de lenguas entre niños y adultos.



BIBLIOGRAFÍA

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LINKOGRAFÍA

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http://www.tuanalista.com/diccionario-psicoanalisis/


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