miércoles, 20 de marzo de 2019

LA FILOGENÉTICA DEL INCONSCIENTE

LA FILOGENÉTICA DEL INCONSCIENTE 


ARUHAADZAM



En los tiempos antiguos todo era guiado por el sexo, por la pasión y por el verdadero yo. Ese yo inspirado por los deleites del cuerpo, los sensoriales, los del más profundo placer; en tiempos ahora modernos, se ha civilizado la humanidad y ha olvidado sus propósitos en la tierra. Antiguamente se era de acuerdo a la animalidad más bestial, hoy en los tiempos actuales todo es motivo de culpa y vergüenza, acatando leyes inventadas por la moral sin vida.
          ¿Cómo es que en los tiempos modernos la humanidad llegó a civilizarse?, en ello recae la ilustración de los pueblos, la moneda de intercambio, el ejercicio de la razón y el afán de poder político. El afán de poder debió inventar nuevas formas de dominar a las masas, es por ello que utilizó historias, fábulas y sistemas de pensamiento filosófico para dicha dominación, siendo que antes la filosofía pura era el salvajismo propio de la naturaleza animal humana, el calor del sexo, la poligamia y el más puro canibalismo.
         Los siglos siguientes necesitaban de una guía para dominar una vez que la humanidad ya había perdido la cordura. Fenómenos naturales reaccionan ante el comportamiento humano, estallando o haciendo germinar de los volcanes las lavas más ardientes o haciendo brotar desde la profundidad de los mares los movimientos telúricos más intensos, esto es resultado de un juego en conjunto y en ejercicio con la Naturaleza, en donde el pensamiento humano influye en las formas elementarias, repercutiendo luego en la naturaleza concreta, en los bhutas de la filosofía Samkhya. La madre Tierra, Gea, se entretiene con la libre manifestación de sus poderes sobrenaturales, proclamando justicia.
         En la antigüedad, ciudades como Sodoma fueron destruidas por las prácticas sexuales. En otros puntos geográficos de riquezas, así como en los palacios de los más ricos, ya sean, magnates o políticos, se celebraban las más lujosas ceremonias que hacían honor al placer carnal. En muchas de esas ceremonias una persona, cumpliendo el rol de sacerdote, tomaba el rol de ser el vehículo en donde un Dios o Diosa de determinado panteón, encarnaría para realizar la elevación del candidato hacia esferas superiores de conciencia, transformándole igualmente en Dios o Diosa y así alcanzando la suprema Apoteosis. Otras ceremonias del mismo calibre eran efectuadas con médiums o brujos de alta categoría, consejeros de los reyes o de los dirigentes ideológicos de los pueblos. Algunas de estas ceremonias, ya contemporáneas, las encontramos en las de Hierros Gamos. Pero, estas prácticas, se remontan a muchos años más atrás, a épocas en donde la sexualidad era completamente naturalizada y era parte de las prácticas del día a día, ya sean profanas o sagradas, ya hayan sido en el calor del hogar como en la relación social.
         El hombre y la mujer sobre la tierra disfrutaban de sus verdaderas naturalezas, se guiaban por el contacto animal. Incluso, a la par de dicha revelación constante que unía al cielo con la tierra, tales épocas del mundo antiguo fueron también el refugio de las artes más desarrolladas, de las búsquedas más implacables, de las batallas más intensas, de los rituales públicos más elevados, en donde todos los pueblos se unían para llamar directamente a las fuerzas de la naturaleza o del cosmos, como en muchas regiones así se llevó a cabo.
         Un poco más antiguo que lo relatado anteriormente, la relación con los arquetipos era cercana, respetada, tomada muy en serio por todos los grupos colectivos de vida, existían razas anteriores al Homo sapiens que la investigación científica no ha logrado revelar aún, atentas, en su mayoría, a la teoría de la evolución biológica de las especies. Pero cuando el hombre comenzó a desarrollar sus características hermafroditas en la conciencia, por medio de la unión de sus dos hemisferios femenino y masculino, se reveló ante los dioses y no supo controlar el poder que le pertenecía y que le fue concedido, la historia se repetía si seguimos el discurso de Aristófanes al narrar sobre un pasado ya muy remoto en donde hubo una primera separación de los sexos por Zeus, ahora dentro de cada ser humano está el legado de la unión a nivel individual y con su contraparte.
         Hubo a su vez, más contemporáneo, una Era unida por el sentimiento del tantra, o del uso de la sexualidad o maithuna ritualístico para alcanzar elevados estados de conciencia. Muchas veces, en muchas de estas ceremonias mistéricas, la mujer cumplía un importante rol de sacerdotisa, enseñándole al neófito varón el arte del cuerpo y del sexo. Así lo encontramos también en las vestales en la religión de la Antigua Roma, consagradas a la diosa del hogar Vesta.
         Luego de eso, la unión sagrada entre el hombre y la mujer o entre el hombre y la mujer con algún Dios o Diosa en particular, era la promesa de deificación de la humanidad sobre la faz del mundo, y más que haber fallado en su misión, lo que fue consiguiendo es la ceguera ante el camino. La promesa de deificación del ser humano no era para después de la muerte, sino que era en la vida propia, y le debía el más sincero agradecimiento a los superiores que auspiciaron su poder, pero los negó y los degeneró, pero peor que todo lo anterior, los olvidó.
         Si bien la humanidad se equivocó en el camino que escogió, bien es cierto que la Tierra reaccionó al influjo del pensamiento y al acto sexual mágico sagrado y profano, manteniendo en protección a ciertos puros de alma, sin embargo, a los demás los fue destruyendo dentro de las fauces bestiales de las transformaciones de los continentes.
         Salvo todo lo contado anteriormente, en los tiempos modernos las condiciones han cambiado, el hombre confió demasiado en sus dones y empezó a destruir sus creaciones, el hombre cayó en el abismo de la conciencia. Los secretos se esconden en el inconsciente, ahí aparecen en las regiones más profundas del laberinto las señales y los símbolos que nos recuerdan un pasado de perfección y dominio, el inconsciente nos entrega el camino y la no-conciencia nos devuelve al sendero de retorno, en el reconocimiento y el autoreconocimiento de las pulsiones más instintivas de nuestro Yo. El Yo es el No-Yo para nuestras épocas contemporáneas, el No-Yo era el Yo para los Antiguos. Jung demostró en sus investigaciones que pacientes diagnosticados de psicosis o neurosis nerviosa, presentaban por medio de escritura automática y dibujos de símbolos del inconscientes, la adoración antigua al Sol, astro rey adorado por múltiples civilizaciones, desde mapuches – así como lo ha evidenciado la cruz mapuche, plasmada en el instrumento del Kultrún – hasta los incas, mayas, aztecas, egipcios, indoarios y más.
         En el psicoanálisis jungiano, se ha considerado al Sol como un símbolo de la líbido, de la corriente sexual que mueve la vida. Simbolismo que se revela ante la filogenética del inconsciente, o del inconsciente colectivo de la humanidad, a través de razas ubicadas en distintos lugares del orbe, que adoraban una fuerza común.
         El ser humano actual recuerda y siente el llamado de un impulso que lo lleva a una acción que diríamos "sin control", una acción "indisciplinada" que lleva a la satisfacción primitiva, arcaica, animal. El impedimento del libre caudal de dichas corrientes genera las neurosis, psicosis y perversiones de los descubrimientos psicoanalíticos. Sin duda que en el desconocimiento e ignorancia por la educación y la moral de las sociedades estamos, en apariencia, imposibilitados de optar al verdadero saber, pero no hace falta más que un análisis dialéctico en los espíritus del Ayer para comprender la esencia del espíritu del futuro. Hay que comprender que en estos tiempos nada es "ilusión" sino que la ilusión es una razón poética que justifica un estado de ceguera al observar la premisa desde un estadio del Ayer. La ilusión es la idea ilusoria de que lo concreto es tan solo un producto de una creación mental o de una fantasía de los tiempos modernos, es porque es precisamente eso mismo, una fantasía fuera de lugar, desacomodada de la naturaleza arcaica.
         Al existir la pulsión del sexo que nos lleva a la acción, hacia el objeto de nuestro deseo, vemos que existe una fuerza instintiva que nos permite movernos en la naturaleza, un ello. Este ello es realmente la serpiente Kundalini, enroscada tres veces y media, en el centro Muladhara, la flor de loto roja con cuatro pétalos. Y vemos en el superyó la tradición valórica y moral de nuestros antepasados, las costumbres y reglas traídas desde generaciones a través de las diferentes ramificaciones sanguíneas de la humanidad, pasando desde los ancestros, insertos en una sociedad y cultura en particular, hasta nuestros abuelos y padres de forma oral e inconsciente.
         En los tiempos modernos, la presión ética y social han impedido el libre desenvolvimiento del ser humano, las normas que rigen las sociedades para el buen comportamiento han restringido la esencia de la que nos hemos referido en esta reflexión. Aún queda un extracto de poligamia en el fondo. En otro ángulo, fenómenos como la insatisfacción por el rechazo social, la inseguridad de nuestros tiempos, mantiene histéricas a las personas, sus almas no logran observar para dónde va el camino. La naturaleza ha tenido que continuar su trabajo, pese a que el ser humano ha hecho caso omiso de ella, siguiendo tal curso de cosas, se ha dejado que los astros y los magnetismos de los planetas y satélites vecinos dirijan al planeta, en una serie de ciclos cósmicos, astronómicos y astrofísicos que nos mantienen en una era denominado por los antiguos como Samsara, el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación.

         Otras corrientes hablan de un periodo de caos, el final de un kali yuga a la espera de un Kalki salvador. Más, de todo Caos se realza un orden, una nueva era dorada, en donde el ser humano debiese volver a las raíces de un conocimiento y un comportamiento particulares, un retorno a la esencia de las cosas que le rodean. La pasión, el deseo, el instinto, aflorarán en la piel y con ello, aflorarán los jardines que decoran la diadema del mundo.



FELIPE I. DE LUCAS A. (ARUHAADZAM)


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